El Carpazo, un festival tripulado por tenistas, motos y tetas

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Foto: Silencio Films

Foto: Silencio Films

Por: La Calavera

Es sábado 25 de abril. Son las 19h30. Al Carpazo saltan los Biorn Borg. Es sábado 25, son las 19h30, los gritos ensordecen, la emoción se desborda en el escenario Adidas Supercolor. Hay fanáticos de la mítica banda quiteña parados sobre los parlantes, hay chicas subidas en los hombros de sus amigos. Todos los quieren ver de cerca, hay empujones, hay ansias, hay éxtasis. La espera terminó, el reencuentro Borg ha llegado. Es sábado 25 y, a las 19h30, llega el clímax de la tercera edición del Festival.

Han pasado tres años desde que los Biorn Borg tocaron juntos por última vez pero la química entre ellos continúa intacta. La entrega se siente. Esta noche se juegan todo. Toño Cepeda, Bastián Napolitano, Pablo Maya y Sebastián Game juntos son pura energía frenética, explosiva. Sofía Abedrabbo los matiza. Ella brilla con fuerza, su voz es potente y se mueve con esa soltura a lo femme fatale que hace que el público se conecte desde la primera canción con ella,… con ellos. Ese público que llegó de todas partes de Ecuador para verlos. Ese público que conoce todas las canciones y las grita -mientras sacude la cabeza y poguea- de principio a fin.

Iceborg, Perro, Mermelada, E.T y 1980 son algunos de los temas que estallan desde los parlantes de la carpa. Parece que ellos se quedaron congelados en el tiempo, son dueños de una técnica potente que explota en vivo. Con Síndrome de Uppsala llega el clímax del clímax. Las revoluciones bajan un poco. La gente deja de saltar y de agitarse, es tiempo de respirar. Durante esta canción cierran los ojos, se conectan y vibran con la letra: “hay antenas de televisión y tú me recuerdas lo que sientes por alguien más”…

Los Borgs se despiden con Submarino. Esa es la última sobredosis de adrenalina que se contrasta con cierto aire de nostalgia. Ellos no quieren irse y nadie quiere que se vayan. “Déjennos ser” dice Sofía. Fue una hora repleta de baile y de relajo. Toño y Sofía se abrazan. Ella recuerda a sus fans lo mucho que los ama y también dice que los va a extrañar. Él agradece a todos por estar ahí, por la energía increíble que compartieron. Hay más abrazos, más sonrisas, más gritos eufóricos. La banda deja a sus seguidores satisfechos. La banda se va.

El Carpazo también rejuntó a otra importante agrupación dentro de la escena local: Tanque. Horas antes, a las 16h45, las tonadas punk habían ambientado la carpa grande mientras que, simultáneamente, el pop platónico de La Máquina Camaleón reventaba en un escenario más chico e íntimo, el Escenario Radio COCOA. Este espacio alterno fue ideal para quienes preferían la cercanía, el baile pegado, el calor. Allí también se presentaron Daniel Merchán, Babylon Fall Sound System, Mundos, Los Alkaloides y Estereo Humanzee.

Foto: Adrián Balseca

Foto: Adrián Balseca

El Mató a un Policía Motorizado tocó en el atardecer. Su repertorio fue un oxímoron: rock que calma, nostalgia que alegra, individualismo que unifica, explosiones sonoras que se cortaban con solos punzantes. Su presencia escénica envolvió sin mucho esfuerzo, como en Mujeres Fuertes y Bellas, Más o Menos Bien y Chica de Oro. Los riffs de guitarra marcaron el liderazgo y la voz de Santiago Motorizado engalanó el toque, con su suavidad pintaba armonías azules. Los aires melancólicos de su música adornaban la puesta del sol. El aire enfrío, ellos se despidieron.

La tarde fue soleada y el ambiente amistoso. La fiesta musical se inició en la carpa grande a las 14h30 con la Tripulación de Osos, una banda de indie rock en la que se nota la influencia de Queens of the Stone Age, The Strokes o Arctic Monkeys. Ellos tocaron temas de su nuevo disco, Robormiga. Los pulcros solos de guitarra de Juan Andrés Bustamante y los gritos rockeros de Mauro Samaniego fueron los protagonistas del show. A La Tri les siguieron Los Corrientes, de Guayaquil, una fiesta musical en la que el soroche no estaba admitido.

Son las 20h40 y afuera de la carpa la gente aún se repone de la intensidad que contagiaron los Biorn Borg. Lucecitas de colores adornan la zona de descanso, pequeños grupos de amigos están sentados sobre el césped, hay una rueda moscovita, una feria de diseño, puestos de comida… Los asistentes se hidratan y se preparan para el siguiente punto alto del Festival: Brazilian Girls.

Foto: Silencio Films

Foto: Silencio Films

En las pantallas hay figuras deformes de colores. Figuras psicodélicas que se quedan estáticas, como una televisión dañada, luego se mueven. Figuras que dan una probadita de lo que se viene: un viaje casi galáctico liderado por Sabina Sciubba. Ella es dueña de una sensualidad vocal única. Viste un voluptuoso vestido blanco y coquetea con el público desde que pisa el escenario por primera vez. A ella la acompañan Didi Gutman, Aaron Johnston y Jesse Murphy. Los teclados le dan un toque ochentero y groovy al repertorio. Es una fiesta en la que la banda neoyorquina juega con los géneros. Hay rasgos electrónicos, de house, reggae y toquecitos de tango. Sabina canta en inglés, en español… Brazilian Girls es una banda universal influenciada por la poesía y las vivencias del mundo. Una prueba de eso es el tema Me Gusta Cuando Callas, unos versitos de Pablo Neruda decorados con sintetizadores y un estribillo repetitivo y circular que pone a todos a bailar.

La canción Pussy traza el final. Es un tema colorido con rasgos reggae. Sabina se baja del escenario y se cuela en el público. Sus fans se acercan, bailan con ella, la abrazan, la tocan, ella sonríe y habla en español con un acento marcado. Ella deslumbra con su carisma y al final todos quedan enamorados.

El cierre de El Carpazo está cerca. La celebración culmina con Los Tetas, los chilenos que cantan al sexo, a la fiesta, al funk, al dinero y a las chicas. La poesía urbana se fusiona con funk, soul y rock. Ellos son la cereza del pastel.
Muchos de los asistentes han pasado más ocho horas en El Carpazo, pero no dejan de bailar. Son imparables.
Los Tetas encienden los ánimos con temas como Porcel y Papi ¿Dónde está el funk?. Los efectos visuales son un importante complemento. Hay algunas letras, fotos en blanco y negro y un baile de luces que hace de las suyas.
Los solos de guitarra y la batería reverberada elevan los ánimos y hacen que la gente se entregue al momento.
Llega la media noche y Los Tetas se despiden de un público que bailó y saltó al ritmo de su funk hasta el final.

Lectura:

El sábado 25 de abril estuvo lleno de coloridos contrastes. De propuestas nuevas, de reencuentros y de géneros tan variados como sus asistentes.
Uno de los puntos que reafirman que hay Carpazo para rato es la respuesta de la gente a este festival. Este año hubo aproximadamente 2,600 asistentes quienes dieron especial acogida a las propuestas locales. Algo que confirma que la escena está creciendo y que espacios como este son fundamentales para la música nueva.
El Carpazo es una vitrina ambiciosa, que cada año apunta más lejos.
La organización mejoró mucho desde el año pasado. Las bandas tocaron puntuales, el sonido fue prolijo y se vinculó a los espectáculos de este tipo con una conciencia ambiental.

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