Escuela de obediencia

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Con el proyecto de Código de Ciclo de Vida quieren invisibilizar la diversidad sexo-genérica, funcional, confesional para impedir el avance de posiciones laicas que no sitúan el inicio de la vida humana en la concepción, por ejemplo, ni los derechos específicos de la población LGBTI.

Por Cristina Burneo Salazar
Cortesía de: Plan V

Está listo un proyecto de ley que pretende reorganizar los derechos de la niñez, adolescencia, juventud y población mayor de 65 años en un solo documento.

Hasta hoy, rigen la Ley del Anciano y el Código de la Niñez y la Adolescencia, que quedarían derogados. En su reemplazo, llega el “Código de los ciclos de vida” y se justifica así: “Las leyes especializadas y la creación de una institucionalidad específica respondían a la existencia de un estado ineficiente”.

Con esto, el documento deslegitima de entrada las luchas históricas de la sociedad civil: es evidente que los derechos específicos no se defienden en desmedro de los derechos generales, pero el Código los juzga como cosa del pasado. En nombre de una falsa eficiencia y como otros documentos de control social, el Código disuelve bajo un paraguas intergeneracional la diversidad de la población, que el gobierno ha querido sofocar en estos años, para lo cual se ha amparado en leyes inconstitucionales (como el decreto 491 que tiró abajo ENIPLA en 2014). Quieren invisibilizar la diversidad sexo-genérica, funcional, confesional para impedir el avance de posiciones laicas que no sitúan el inicio de la vida humana en la concepción, por ejemplo, ni los derechos específicos de la población LGBTI.

El art. 200 dice: «En los casos de pareja de adoptantes, esta debe ser heterosexual». Un artículo discriminatorio y que por tanto queda invalidado por inconstitucional. Esto, claro, sólo si se vive en democracia.

“Todo esto está articulado, y no desde la ignorancia, sino desde una visión calculada y ultraconservadora del rol del Estado en la vida privada»

Como en el Plan Familia, en el Código también la familia es una entidad obediente del Estado y debe asegurarse de criar hijos obedientes. “Corresponde prioritariamente a la familia la responsabilidad compartida del respeto, protección y cuidado de todos sus miembros a lo largo del ciclo de vida”. Esto puede sonar a verdad, pero hay que recordar que el Estado ha definido a la familia ecuatoriana dentro de “valores” que se originan en una moral retardataria. Esto restringe las libertades de quienes quieren formar familias fuera del esquema de obediencia al Estado, que ha hecho de nuestra alimentación, ocio y sexualidad un problema de salud nacional, como hicieron el garcianismo en Ecuador, la dictadura en Chile o el franquismo en España.

“El Estado deberá encargarse de definir y ejecutar políticas que apoyen a la familia en el cumplimiento de estos deberes.” Aquí viene la oscura sombra de esos proyectos totalitarios en lo que tiene que ver con la vida privada. Si la familia es la entidad núcleo y el Estado es el encargado de ejecutar políticas que la promuevan según la definición que le ha dado, entonces el Estado legislará sobre la vida privada de sus miembros: el Código de ciclos de vida colabora con el Plan Familia en ese sentido y parten de nociones ultraconservadoras: los niños y jóvenes de una familia obedecen a los padres, maestros y Estado; los mayores son depositarios de los valores verdaderos y los padres y madres deben hacer lo posible por que la coparentalidad reproduzca un orden familiar armónico, aunque estén separados. Todo esto consta en forma de artículos y lo último no sería sospechoso si no fuera por la definición nuclear de familia que rige estos documentos.

Esta interpretación podría parecer exagerada, pero si miramos el Código en relación con el Plan Familia, el decreto 16, los nuevos criterios para becas, las listas de presos políticos, veremos que esta orquestación nos está cercando para dejarnos en indefensión. El Código, por su parte, cumple el papel de controlar desde la infancia para que el poder se pueda proteger contra el pensamiento autónomo, como lo han señalado María Fernanda Moscoso y Juan Cuvi en este mismo medio.

El art. 19 manda que las personas preserven “su salud a través del autocuidado, prácticas de vida sana, ejecución de buenos hábitos y deporte como medios de bienestar físico y mental”. Como en los regímenes fascistas, nuestros cuerpos deben mantenerse sanos para el Estado, basta mirar, en otro contexto pero con una prescripción similar, las recomendaciones del nazismo sobre el cuerpo atlético. Es insultante que se quiera legislar sobre la salud después del golpe a SOLCA y que se imponga el deber de mantenernos sanos cuando peligra la seguridad social.

Las revistas femeninas de la falange tenían recomendaciones similares a las que abren el Código: “Las mujeres serán más limpias, los niños más sanos, los pueblos más alegres y las casas más claras”. La resonancia es lúgubre: detrás de esto, la presencia de la oficina de la Felicidad y el Plan Familia, desde donde se ha pretendido administrar nuestra afectividad: ambos proyectos se han referido a la plenitud y el amor como problemas del Estado. Todo esto está articulado, y no desde la ignorancia, sino desde una visión calculada y ultraconservadora del rol del Estado en la vida privada.

Respecto a la vida sexual de los jóvenes, es su obligación “informarse debidamente en materia de sexualidad, con consideración no solo del plano físico, sino también el afectivo, los riesgos de las enfermedades de transmisión sexual, la salud reproductiva y la planificación familiar”. La niñez y adolescencia no están incluidas en este artículo: se posterga la educación sexual o no se promueve. Es contradictorio que se obligue a la juventud a informarse cuando la gurú de la educación sexual nacional tiene terror de hablar de genitalidad o deseo, y su pudor ha delineado las políticas públicas con eufemismos y abstinencia.
En buena medida, los índices de embarazo adolescente en este país son consecuencia de la negativa a educar y a desmantelar la violencia de género. El Código deja de lado la realidad terrible de que somos un país de niñas madres que se embarazan a los 10 años de edad y que no pueden abortar porque ese debate está prohibido.

En cuanto a la juventud, el art. 29 resulta realmente irónico. Es obligación de las instituciones “fomentar la conformación y funcionamiento de gobiernos estudiantiles (…) y otras formas de organización que garanticen la interacción con todos los niveles de gobierno y permitan el ejercicio pleno de los derechos juveniles.” ¿Es un chiste para Gonzalo Criollo, los Montúfar, Mejía, Central Técnico? En cuanto a los “adolescentes infractores”, como lo son hoy todos los arriba mencionados gracias al COIP, hay una larga lista de artículos, de hecho, es la sección mejor blindada del Código. Pueden incluir allí todos los derechos que quieran para los jóvenes, sabemos de antemano que no los tienen.

El proyecto político del correísmo no quiere que los derechos progresen. El Plan Familia y el Código del Ciclo de Vida son represas para su progresión. Es verdad, el Código habla de la coparentalidad, de la igualdad de obligaciones dentro de la pareja con hijos, pero no pueden decir que esto es un avance real si el concepto de familia es retrógrada. El correísmo instrumentaliza la familia y el afecto para el control, y estos documentos serán canalizados por las instituciones educativas para formar a miles de niños y jóvenes.

Al retroceder, este régimen también se está asegurando de retrasar los debates que deberíamos estar teniendo, como el del aborto, el de la explotación de la naturaleza, el de la protesta social: ellos ya decidieron y sus decisiones no son revolucionarias. Las instituciones educativas que sigan el Código se van a asegurar de que no existan más estudiantes como Gonzalo Criollo o como las estudiantes que denunciaron a su profesor por acoso sexual en la U. Central. Los regímenes como el correísmo aseguran su supervivencia al desmovilizar la voluntad de preguntar, sólo pueden reinar sobre la sumisión. Basta ver la diferencia entre Gonzalo Criollo y Augusto Espinosa. Criollo es lo que queremos como juventud, Espinosa es lo necrosado, como el proyecto al que sirve y que ha empezado a vivir dentro de su carcasa con huestes de escribanos a su servicio.

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