La mejor película que he visto últimamente se llama Lemmy y es un documental, un tributo y una celebración por la vida de Ian Fraser “Lemmy” Kilmister, fundador, vocalista, bajista y gurú terrenal de la banda de heavy metal Motörhead.

Lemmy, la película, no es una investigación “seria” ni mucho menos, sus fuentes están totalmente parcializadas y casi nunca se mete en problemas buscando confrontaciones entre los mitos y las versiones oficiales: Dios la bendiga por eso. Parecería que Greg Oliver y Wes Orshoski, los directores (sólo hace falta verlos una vez para saber que se puede confiar en ellos porque ellos le han confiado su vida a Motörhead), la tenían clara desde el principio: vamos a demostrarle al mundo que Lemmy, la persona-personaje, es el ser más cool sobre la faz de la tierra. Vaya que lo hicieron y de qué forma. Con una tesis como esa, no se puede perder. Cuando todavía era Ian, Lemmy vio a los Beatles en el mítico Cavern Club de Liverpool y encontró su destino. Creció, aprendió a tocar, fue roadie de Jimi Hendrix y formó la no tan anónima Hawkwind, banda de punk psicodélico que nunca funcionó del todo porque, como reconoce uno de sus miembros en el documental, “cada uno de nosotros usaba una droga distinta”.

En 1975 Lemmy inventó Motörhead y detonó una bomba cuya onda expansiva nos sigue sacudiendo hasta hoy. A sus sesenta y seis años de edad, con veinticinco discos de estudio a sus espaldas, Lemmy sigue vistiendo jeans negros, botas, sombrero de vaquero, bebiendo Jack Daniel’s con Coca Cola y, lo más importante, haciendo el único tipo de música que le interesa sin que importe mucho –nada– lo que pase a su alrededor. Más claro: si decidiste envejecer, hazlo como Lemmy, que pasa de gira seis meses al año a pesar de tener diabetes y presión alta. El resto del tiempo vive en un pequeño departamento en Los Ángeles, una especie de refugio nuclear lleno de guitarras, libros y objetos relacionados con la Segunda Guerra Mundial, su otra pasión.

Lemmy, la película, es el after party después de un gran concierto. Si Motörhead está en el libro de records Guiness como la banda más ruidosa del mundo, esta aplicación del fanatismo debería estar como la más exacta. Al final, de eso se trata: creer y hacer que otros crean. Oliver y Orshoski no están solos y en su documental cuentan con los mejores padrinos en cámara, gente de Metallica, Mötley Crüe, The Damned, Jane’s Addiction, el gran Dave Grohl y hasta el mismísimo príncipe de las tinieblas, Ozzy Osbourne. Y todos están de acuerdo con el testimonio de un adolescente británico al comienzo de la película: el Rock and Roll es Lemmy, Lemmy es el Rock and Roll.

Por: Juan Fernando Andrade (El Diario, 11/12/11)

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