noviembre 5, 2012

BLOG | Los Pescados – Blues / El Camello

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Plan Arteria

Blues

Por Juan Fernando Andrade

A finales de los noventa salimos del colegio y con ello acabó una larga temporada en bandas de covers en lo absoluto exitosas o populares. Nelson y yo nos fuimos cada cual por su lado y no volvimos a tocar juntos sino hasta uno o dos años después, cuando nos encontramos en Quito, ya en la universidad. Sin que pueda explicar cómo o por qué, ambos habíamos llenado parte de ese tiempo descubriendo y escuchando discos de blues.

La primera banda que tuvimos en la capital, junto a otros dos músicos portovejenses, se llamaba Vereda Blues y en principio se dedicaría exclusivamente a blusear. Eso nunca pasó. Enseguida nos convertimos en una banda de rock clásico que tocaba un blues muy de vez en cuando (Red House, de Hendrix, era mi preferido), pero desde ahí, intuyo, desde ese aterrizaje y esas tocadas en las que conocimos gente que tenía muchos más discos de los que teníamos nosotros –muchos de ellos discos de blues– nos quedamos con la pica.

Blues, la tercera rola de Por la boca muere el Pez, es al mismo tiempo una canción reciclada y una venganza. Canción reciclada porque se originó de otra que nunca pudimos terminar y que, en cámara lenta, era un blues perfecto. Y venganza porque ya lo habíamos intentado varias veces y en todas habíamos fracasado miserablemente. Lo más cercano a un blues que habíamos hecho era Descompuesto, un tema de nuestro primer álbum con el que solemos cerrar los conciertos. Ese empezó como un blues pero ya en el coro se transformó en otra cosa. Y quizás lo único que conservó fue la idea de repetir la misma estrofa dos veces, como en un blues de los viejos-viejos.

Para tocar blues tuvimos que librarnos de casi todas las vanidades musicales y respetar la voluntad de la médula, convencidos de que entre esas pocas notas podíamos meter varias de nuestras intenciones como banda. El blues, nos consta, se daña cuando se complica y hay que estar muy seguro de ti mismo –moral y psicológicamente– para sostenerlo por más de un minuto. La sencillez es más fácil de apreciar que de ejecutar, tomarla entre las manos es complicado porque uno quiere lucirse y en el blues, en el blues que nos interesa, el que se tiene que lucir no es el músico sino el feeling.

La música salió en media hora o menos, incluida esa sección antes del coro en que la guitarra se toma el escenario con una frase que sí, bien podría estar en una canción de cuna, pero también en el convertible que manejan los payasos asesinos del buen Rob Zombie. La letra tardó un poco más y el proceso fue completamente ajeno a nuestra rutina. Pensamos el blues como una versión del pasillo, un pasillo torturado y sangrante, una historia de humillación pública que se contagiara como un virus entre los testigos del crimen. Y escribimos cosas que, sospecho, jamás diríamos, cosas que ojalá y algún día se griten en una cantina con lodo en el piso y licor seco en las meses pegajosas, al final de un pueblo ranchero hundido en lo más profundo del monte.

Las imágenes en los versos son bastante claras y nuestra intención nunca fue que tuvieran doble sentido, mensajes ocultos o lecturas transversales. El blues te la canta como es y quizás por eso no habíamos podido componer uno decente hasta ahora: recién estamos aprendiendo a decir la verdad. Cero huevadas. Blues power.

BLUES

Dame un hueso de tu mano
Grito tu nombre por todos lados
Pero no vienes
Estás de compras en la iglesia
Salva mi alma
Dame un cuerpo para usarla

Como un enfermo voy por la calle
Contagiado y con hambre
Pero no vienes
Estás de compras en la iglesia
Salva mi alma
Dame un cuerpo para usarla

Estoy muriendo
A tu lado sin ti

Dame un hueso de tu mano
Grito tu nombre por todos lados
Pero no vienes
Estás de compras en la iglesia
Salva mi alma
Dame un cuerpo para usarla

A tu lado sin ti

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