1999: La diversidad ecológica de varias áreas del país está en riesgo. Para alertar sobre esta realidad e incentivar su protección, bandas de rock tocan en medio del cráter del Pululahua. La mitad del mundo toma lista y Aterciopelados levanta la mano.
2002: La “Carita de Dios” sonríe al tener a Charly, Fito, Crucks, Cerati y Aterciopelados bajo un mismo techo. Fue la segunda ocasión que visitaban al vecino (país).
Confieso no haber asistido a verlos en ninguna de las oportunidades. De ahí que tras dedicarse a materializar sus proyectos en solitario, me resigné a pensar que nos los podría ver en vivo durante algún tiempo. Afortunadamente, la posibilidad de una separación definitiva jamás fue mencionada por la banda. Siempre colaboraron mutuamente; tanto Héctor como productor en el disco de Andrea, como ella en cuatro canciones de “Conector”; material de Buitrago.
Ya en el 2006, sus espacios de exploración individual finalizan con la presentación de una nueva placa: “Oye”. Trece composiciones, trece reflexiones sobre el dinero, el amor y la paz les permiten el reencuentro con sus seguidores, además de retomar la defensa de una causa que siempre hicieron suya: la protección del medio ambiente.
Por esta razón, arriban casi sin previo aviso a Quito para cerrar el “Encuentro internacional sobre cambio climático en América Latina: Clima Latino (2007)”.
Con expectativa acumulada y un saco abrigado fui a verlos en la plaza del teatro. Llegué y el único que estaba esperando cómodamente era Don Evaristo. Sentado, sin inmutarse por nada, miraba como el suelo de la plaza no tenía un solo cuadrado vacío. Cada uno iba ocupándose por un par de Converse, un cuello con corbata, un par de tacos afilados o un niño sobre los hombres de su papá. La sonrisa no se lo borraba del rostro.
Cerca de quinientos oídos, más los tres ubicados sobre el escenario (como parte de la decoración), se preparaban para escuchar a la banda colombiana. De nada sirvió hacer un conteo regresivo a eso de las ocho y veintinueve. El concierto empezaría a las 9 y 45 p.m.; no vaya a ser que los del Teatro Negro de Praga se pongan a bailar cuando escuchen “Baracunatana”.
El tiempo pasó; digamos que tan rápido como pasan los buses por la shyris. Las luces se encienden, las pantallas dicen “Oye” y, mis ojos se centran en la tarima: son Andrea Echeverri y Héctor Buitrago a 2 metros de distancia.
Tan pronto suena “Complemento”, primer sencillo de su reciente placa, digiero que están aquí. Gratis. En un jueves que de no haber sido como fue, lo hubiera “invertido” en ver televisión.
Son ellos. Parece que el tiempo no les ha pasado factura. Saludan con el clásico “Buena noches Quito” y le añaden un “Que la felicidad los atropelle” para continuar con el tema “Que te besen”. El coro de esta canción se presta para que Andrea reparta besos volados y algunas manos se levantan a querer cazarlos cual mariposas invisibles. Yo no lo hago. Lo único que quiero captar son las facciones de Andrea en mi cabeza, pero la gorra que lleva puesta dificulta mi propósito.
Tercer tema en la noche, y tercer tema en “Oye”, la letra de “Don Dinero” sorprendió por el humor con el que expone nuestra dependencia hacia lo material. Fue cuando más se notó que la mayoría todavía no comprábamos el disco; casi nadie la sabía. Pasado ese pequeño detalle, en cambio “Maligno” fue coreada de principio a fin.
Lluvia de aplausos y después habla la madre: “El siguiente tema lo hice para mi gordita”. En las pantallas colocadas a un lado del escenario vemos a una Andrea sin arete en la nariz, con cabello largo y montando una bicicleta que en la parte de atrás lleva una hermosa niña. “Aemeo” (primer sencillo del cd “Andrea Echeverri”) expresa su realización como ser humano y aporta la nota de ternura en la tocada.
Héctor Buitrago sonríe. Saluda con la mano. No habla por los micrófonos. Deja que su bajo lo haga. De repente, una intromisión inoportuna: glifosato en pulmones ecuatorianos (tema que fue mencionado por la agrupación), y una que chica que sube a la tarima con afán de desacreditar el financiamiento de la presentación. Escena risible que sirvió de preámbulo para que escuchemos “Canción Protesta” en vivo. Por su letra transitan nombres de conocidos artistas: Mercedes, Violeta, Silvio, Manu Chao, entre otros; un homenaje por su fe en la música como herramienta de cambio.
Es momento de otro antigüito. “El estuche” y un mensaje que pasa a ser una bofetada en estas épocas donde es pecado ser una “gordita horrorosa”. Y en seguida, como anillo al dedo, “Hagamos las paces”; si la canción de la paz en las misas no ha dado resultado, pues ésta si lo haría.
“Nuestra Pachamamita está sufriendo. Hay que consumir menos definitivamente” dice la vocalista y marca la pauta para que el sonido de “Luz azul” se sobreponga al ruido de los escasos autos que circulan alrededor del lugar.
Luego, dos canciones en un orden paradójico. Primero “El álbum” y luego “Insoportable”. La una que reza: “El álbum de mi cabeza solo con fotos tuyas se llena”, y la otra que implora: “Por lo menos una vez no seas tan insoportable”.
Ya casi era hora de volver a la casa. Potpurrí final con lo mejor de lo mejor. “Bolero Falaz”, como no podía ser de otra manera. Después, “Pipa de la paz” con la conclusión adecuada para el ensayo sobre el calentamiento global que se plantea hoy por hoy.
Al ratito, cuestión de acción y reacción. Anuncian “con está nos despedimos” para provocar el consecuente unísono de “otra, otra, otra”. Antes de irse, “Candela” para todos. Andrea se ganó la atención del público por su desenvolvimiento escénico durante el concierto, pero aquí, para mí por lo menos, deslumbró. Faltaba el último. Ahora a decidir. Con más organización que el cuerpo legislativo pedimos “Baracunatana”.
Bastó un “Gracias Quito” para que todo quede tal como empezó: instrumentos sin sonido en el escenario, luces apagadas, sacos bien abotonados por el frío y alguna que otra depresión que volverá mañana. Me olvidaba algo. Me acerco donde Don Evaristo, puedo respirar. No se le ha borrado la sonrisa del rostro.
Por: Oscar Molina / Fotos: Darío Granja