Sería la escena de transición en un drama latinoamericano. O la muestra perfecta para algún extraterrestre que siga queriendo estudiar el comportamiento humano. Bocas armando un coro silente de bostezos, miradas perdidas en la lectura de rótulos fluorescentes, y una tímida voz que acompañaba las canciones de la radio. Eso pensé mientras el bus avanzaba desganado hasta el centro.
Media plaza del teatro estaba ya habitada. En menos de dos horas se acabaría el día y el concierto todavía no empezaba. Aún probaban micrófonos e instrumentos. En fin, quince minutos para aprovechar yendo al baño, comprarse un manicho o enterarse de los próximos eventos. Doy el último mordisco al chocolate y suben los Niñosaurios a escena. Tienen la misma reacción de quién saluda con alguien la primera vez: medias sonrisas y pocas palabras. “Hola somos Niñosaurios”; tres veces el golpe entre las baquetas y empieza “Un día más como todos los demás”. Tibios aplausos responden el final de la canción. Si bien un tema no es suficiente para juzgar a la banda, por otra parte, si se puede distinguir la línea grunge que bordea el trío guayaquileño conformado por Víctor Andrade (guitarra, voz y teclados), Aldo Macchiavello (voz, baterías, samples, secuencias) y Ricardo Pita (voz, bajo, teclado, contrabajo).
Mayor respuesta recibe “Los Chifles”, hilarante composición en cuyo coro se escucha: “cámbiame esos chifles vencidos por amor”. Ligero silencio, y Andrade somete su voz a la creciente disputa entre bajo, batería y guitarra en “Has de beber”; tema que destaca y compone el demo “Los Hijos de Víctor”. Tienen más material por presentar, pero saben que el público espera impaciente a Can Can; por ello justamente, cierran con “Levitaba”, incluida en “Malditos Villanos Pixelados”, y dan un abreboca para recibirlos.
Niñosaurios es una propuesta no tan fácil de digerir en primera instancia, sin embargo cuentan con buen material, posible de descargar en su portal (www.myspace.com/ninosaurios).
Once y dieciocho pe eme. Siempre la incógnita de ¿con qué canción empezarán? La del éxito, la coreada por un sin número de voces anónimas: “UIO”, en su versión 2007. Liberada la euforia, vino la atención relajada en “Navegas Inquieta”, “El fin” y “Hotel”; anteriormente escuchados sólo por quiénes visitaban su página y los descargaban. Ahora, son básicos en su repertorio.
“Gracias por venir” dice una Denisse que buscó permanentemente el diálogo con el público. Y parte de esa interacción fue el arrojar al mejor estilo freeze bee, el DVD de la boda del año: “Guardacan, en vivo en el teatro bolívar”. Hubo tentativas de jalada de cabellos y desmembramiento de extremidades por alcanzar el regalo (homenaje a la crónica roja). Sucedería lo mismo luego de escuchar “Ieri”, “Vestir Rosado” y “Valles”, cuando otro proyectil se escurriera por varias manos, incluidas estás.
Entre una demostración involuntaria de potencias guturales, varios nombres de canciones se sumaban a la lista de peticiones. “Escopolamíname”, “Eskimo”, y “Suerte”, eran las que más eco generaban. De todas formas, la idea de la banda era presentar un set de temas nuevos. “Canción sin nombre” fue a la cabeza, aunque tal era la insistencia, que “Atari” antecedió a “Kaos” y “Quizá”; dos de los cero kilómetros que se desprenden del marcado sonido electrónico de inicios de la agrupación.
El sábado abre de a poco los ojos. Deciden despedirse con “La Mala Influencia”, y dejan mi cabeza funcionando como un reproductor de música que la repite una y otra vez. Para cuando esquivo una funda de basura inspeccionada por un perro, escucho a lo lejos “Perdí otra vez, no puede tener ya, una oportunidad, tengo el peor lugar…
Por: Oscar Molina / Fotos: Darío Granja