Debo ser sincero, me encantan las mujeres violentas. Tampoco serial killer wannabes o pandilleras tipo ñetas, simplemente chicas con una onda, digamos, bravucona. No se si la tripleta de señoritas ruidosas conocidas como THE CASSETTES se ubiquen dentro del perfil pero, al menos, se esmeran en tirar esa parada.
THE CASSETTES es la última banda nacida de esa cada vez más grande bola de grupos punkeros guayaquileños. Nada en contra de los punkers del manso, pero nada a favor tampoco. Aunque admirable su capacidad de organización, sus constantes tocadas y su público fiel, mi opinión se mantiene invariable: las poses matan y, hoy en día, la palabra punk es fiel sinónimo de frases mal estudiadas, ropita mal usada y canciones tan bien escritas, que están muy mal tocadas.
Gracias a Dios (o a los Ramones), las chicas caseteras se vienen con todo, e increíblemente rompen con ese círculo aburridor y predecible. Esta trilogía es más buena (sin doble sentido incluido) que la del bobazo de Luke y sus amigos: Linda (voz) Angela (guitarra) y Mariuxi (bajo) llevan ya algunos fines de semana sobre sus espaldas. Tocada tras tocada dentro del asfixiante pero emocionante underground porteño, han recolectado adeptos que las siguen tal cual perritos falderos, oliendo lo que probablemente les falta a la mayoría de sus contemporáneos: actitud.
La presentación del jueves 11 de enero, en el bar Mahalo, fue una cachetada para todos esos malos que andan por ahí colgándose la guitarra del cuello como trofeo de macateta. El cortísimo set de 6 canciones (3 propias / 3 covers) simplemente nos jugó la sicológica dejándonos con ganas de más, y perfiló frente a nuestros ojos a Linda como una performer a punto de graduarse: no se asusten si en poco tiempo más la vemos escupiendo a la cara de los afortunados de primera fila. Un cheque a fecha, la niña.
La parte rítmica no se queda atrás. En las destacadas “yo, la mala” y “destruye” (mejor que la de Ilegales de España), Angela se abalanza sobre los riffs acelerando a cada segundo sin perder el control, al tiempo que Mariuxi mantiene ese instrumento esencial del sonido punk, el bajo, golpeando sin piedad y a tiempo, jugando a amplificar el sonido cavernoso y filudo de la batería (masacrada por el caballo de mil y un batallas Jorge Cabezas, único integrante con barba y pelo corto).
THE CASSETTES están este fin de semana en un bar cerca de tu casa, dando guerra a cualquier papanatas que se les cruce por el camino. Aunque el americanísimo término de “Grrrls punk” podría darme la tranquilidad de encasillarlas, me rehúso conscientemente; creo que sus aspiraciones están más allá de los 3 acordes de siempre y los brazaletes con puntas. En medio del caos y la pinta amateur que puedan montarnos, la actitud irreverente y malosa de THE CASSETTES funciona, única y exclusivamente, por una razón: porque es real.
Por: Jaime Nuñez del Arco *
* monologosdelavejiga.blogspot.com