noviembre 27, 2009

BLOG: Historias de un sillón reclinable – Chifa Keiko

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Plan Arteria

Oscar_2

“Lima, en realidad, sería un paraíso para un apostador compulsivo que sea adicto al wantán, pues hay más casinos y chifas que árboles”.

En Lima tuve mi primera rasurada a ciegas. Parado bajo el chorro de la ducha, me puse la espuma de afeitar y entrecerré los ojos. Despacito, con miedo a ver sangre chorreando en cualquier momento, empecé a rasurarme. Con cuidado, haciendo bien las respectivas muecas, estirando la cara para no cortarme en las comisuras de los labios. Ése fue el precio del ahorro.

Por USD 3, 50 la noche no podíamos exigir un baño con espejo, una ducha con cortina y un cuarto con paredes anti ruidos. Ni modo, a aguantarse las risotadas, los pedidos de condones a la media noche y el eco de un televisor al fondo del pasillo. Nada es tan grave luego de un cuarto de hora que demora en llegar el sueño y fundirlo todo a negro.

Al menos hubo agua caliente y un televisor con cable, cuando la señal así lo permitía. También nos dieron una toalla; lo más cerca que estuvo de nuestro cuerpo fueron los pies. Es que la utilizamos para secar el piso del baño y tener donde pararnos al salir de la ducha.

En Lima, el cabello mojado se seca rápido. Esta ciudad enfría rápidamente la nariz, las orejas y las manos. Pero, a veces, entre tanta gente que camina/empuja/corre por las avenidas, el frío tiene que tomar atajos para llegar hasta la espalda.

Para llegar al Centro, en cambio, basta un mapa, una pregunta a un lugareño y unos buenos lentes. Los nombres de la calles son tan pequeños, que hay que darse el tiempo para confirmar si esa es la misma dirección que se está buscando.

En este Centro no hay mayor sorpresa. Está el palacio presidencial, las catedrales franciscanas, los cafés para intelectuales y oficinistas, y los turistas a la espera de que pase la gente para que nadie se les cruce en la foto. También tiene, como en Quito, estudios fotográficos con revelado en 30 minutos, que exponen en una vitrina exterior una breve muestra de los rostros más sonrientes y fotogénicos que han pasado por allí. Además, cerca de allí están los cines XXX. Alcancé a contar cuatro, pero no entré a ninguno (valga el puritanismo).

Pero Lima, en realidad, sería un paraíso para un apostador compulsivo que sea adicto al wantán, pues hay más casinos y chifas que árboles. En especial en el famoso barrio chino, donde la gente le hace bomba al Maestro Zen Lao, quien con sus ojos horizontales y sus gatos dorados predice el futuro cuando se le compra una caja de inciensos.

Esta ciudad es como una mujer vacilable, para un ratito, para conocerla (casi a fondo) en cuatro días, no más. Es un punto turístico en el que no hemos invertido más de 40 fotos y 120 soles (como USD 40). Sin embargo, ha sido una parada obligatoria. Ahora, a punto de salir, Lima queda como una expectativa, un signo de interrogación en Negrita, pues según los titulares de los diarios, Keiko Fujimori, (hija del chinito aquel) es la candidata preferida por los peruanos para asumir la presidencia en 2011.

Supongo que si ello llegara a suceder, no me extrañaría encontrar chifas en honor a la presidenta.

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