“Silencio largo durante dos semáforos. Primera lección: conocer un poco de economía básica antes de ‘atacar’ a la economía interna de un país, en especial de Argentina”.
Jorge Renza no es homofóbico. Lo descubrió cuando vio los partidos del primer campeonato gay de fútbol que se jugó hace un año en el Parque Sarmiento, en Buenos Aires. Nunca se sentó en los graderíos a ver los cotejos. Sólo los miraba a través los rombos de la alambrada. Es que le daba miedo que lo hicieran parte de los festejos. Cuando uno de los equipos metía un gol, todos celebraban en trencito y bueno, vos sabés che… mejor de lejitos, ¿no? Aunque hay que respetar los gustos de cada quien.
Las manos de Jorge parecen dos mapas llenos de islotes pardos que se han ido formando con el paso de la edad. Van quietas sobre el volante. Las carreteras son rectas y no hay que cambiar de marcha durante un buen trayecto. El contorno arrugado de sus ojos celestes ocupa casi todo el retrovisor por donde nos ve cada que le preguntamos algo. Nos pone más atención que a la misma carretera. En especial cuando le consultamos si por acá en Argentina las cosas están caras.
Antes de responder levanta un poco la cara y el retrovisor permite ver sus fosas nasales que son como el césped sin podar de una casa abandonada. Y, qué te digo, vos no podés decir acá es caro si todavía no te bajás del auto… Pero es que el taxi nos va a salir como USD 40 y nos parece caro. ¿Vos si tomás en cuenta la distancia que hemos hecho? Además, mirá que pagamos un peaje al salir del aeropuerto y la gasolina, es un platal. Fuera de eso, lo que me costó arreglar la calefacción para andar en este frío, entonces, hay que ver todo lo que interviene…No es caro acá.
Silencio largo durante dos semáforos. Primera lección: conocer un poco de economía básica antes de ‘atacar’ a la economía interna de un país, en especial de Argentina.
Luego de un rato, Jorge decide romper la ley del hielo. Mirá, mirá, nos dice mientras señala El Cementerio de La Recoleta, que, según él, es el tercero más importante de América Latina. Pero no es un campo santo, aclara. Allí están enterrados mártires que estaban en contra de la iglesia y todo, che.
A partir de ahí, en adelante, Jorge encontraba en cada afiche, iglesia, parque, esquina o lo que sea, un dato estadístico que contar. Sin presionar nada, activamos lo que tranquilamente sería una grabación para colocar por altoparlantes en un bus que haga citytour. Jorge decía: A la derecha, ahí, ¿ven esa casa?, pues ahí vivió Maradona…Tenía ganas de hacer preguntas al respecto, pero temí sonar estúpido.
Fueron tantos datos que llegamos a pensar que se los inventaba. Tenés que ir a un Teatro, cualquiera que sea, no sabés que en Buenos Aires hay cerca 190 salas, más que en París y Londres, incluso… no sabés, si acá es otra cosa…
En serio, me imagino, jiji, jaja, jeje; esas eran nuestras únicas respuestas o mirar por la ventana como toda persona que llega por primera vez a algún lugar. Sabés, acá no estamos tan bien como se cree. Es por culpa de la deuda externa. Eso como una mochila pesada que llevan los países de Latinoamérica. Así como las que llevan Uds. Por suerte, nosotros las cargamos de vez en cuando, en ciertos intervalos y con un peso que cada uno mismo puso al salir de la casa, así que no hay queja.
Buenos Aires fue un Enter, un espacio, una escala para ir a Córdoba; una agradable cita a ciegas con Jorge.
Regresaremos en pocos días.