Hace un año atrás… Regresaba de la tienda con un par de six packs de cerveza y retirando las llaves de la suite 7 donde vivía la Eli, en la Floresta, tipo 6 de la tarde, apenas con el tiempo para alcanzar a la cita con los Vudús. “En 5 minutos llegamos pana”, me envía un mensaje el Álvaro (Ruiz, baterista de la banda). Ese mismo día había ojeado la revista Rolling Stones LA de febrero 2008, en la cual pusieron al tema Calle Total (del EP Clínica de Santos y Muñecas) en el puesto 77 de las 100 mejores canciones del año; y bueno, me dije: habrá que preguntarles sobre esto. Pero, no hubo tiempo. Ni las cervezas, ni las pilas de la grabadora fueron suficientes para cuatro horas divagantes.
Son 16 años ya desde que Mamá Vudú se paró por primera vez en un escenario, y pasaron desde lo más under hasta lo –como decirlo- un poco más fashion, para redefinir su estilo, que hasta hoy resulta indescriptible del todo; pero, para muchos: indiscutibles padres del indie local.
Iniciaban como banda tipo: batería, dos guitarras, bajo y voz; pero su clímax sonoro lo consiguieron sin bajo, algo extraño, raro, llamativo; que era al extremo evidente en sus tocadas en vivo, dejando a la gente incluso con la sensación de que “algo faltó en el show”. Tal vez siempre fue solo percepción.
Caminando en la línea que divide la constancia con la desidia, Mamá Vudú se alejó de las luces, se cansaron de andar buscando el sueño del músico nacional de salir de las fronteras. Y, parecía que todo estaba en su contra. Cuando salieron con su música inédita el personal noventero se había quedado pegado en los covers y les daba la espalda. Los puristas punks creían que era una banda alternativa, y los seguidores del grunge suspiraban con Seattle. Alguna vez fueron invitados a un festival en Argentina, pero pasó el trágico suceso del bar Cromagnon, y se cancelaron todos los conciertos. “Mandábamos un montón de bios y música a organizadores de festivales para tocar afuera, pero nos cansamos; después de todo no hay urgencia de eso, solo queremos hacer lo nuestro, y lo seguimos disfrutando”.
Sin embargo, su música habló por sí misma. Este año dejaron su legado en Lima, Santiago y Panamá. Rompieron con ese mal llamado “techo” que perseguía a las bandas independientes. Ahora se planifica un Cd tipo versiones de los temas de Vudú con grupos de Colombia, Venezuela, Perú, México, Costa Rica, Chile, EEUU, Inglaterra y varias bandas ecuatorianas que también se apuntan. De ahí comprendí que para divagar sobre el punk, los medios, el rock, las tocadas, sobre educación y cultura, se necesita subir cinco personajes en un ascensor para cuatro, además de cerveza, muchos cigarrillos y música de radio deprimente de fondo.
¿Ustedes eran panas de siempre? El Roger (Icaza, guitarra y voz) se adelanta. “Yo le conocí al Édgar (Castellanos, guitarra y voz) cuando fui a ver una tocada, en realidad era seguidor de Vudú. Ahí le conocí al Álvaro, pero él no se acuerda de eso”.
En tanto, yo me transporto a la primera vez que les vi; fue en el Iguana Bar. “Sí tocamos ahí dice el Édgar- un tributo a Nirvana a un año de la muerte de Kurt Cobain, pero nuestro debut fue en el Dada Bar”. ¿Recuerdan la noticia de la muerte (de Cobain)? “No me acuerdo exactamente cómo fue la noticia de la muerte, pero recuerdo que yo estaba chupando con el Mauricio, ¿si te acuerdas del Mauricio?”, y yo: mmm no. Roger: ¿No te acuerdas? Claro que si te acuerdas, el Mauricio era un chiquito blanco de ojos claros que siempre andaba con nosotros… y Yo: ahhh, “El Papío”; y reímos todos. Resulta que Mauricio más conocido como “El Papío” era acólito, yunta, pana, manager, roddie, ñaño, bróder; aunque no tocaba ningún instrumento, era el cuarto Vudú, antes que se incorporara (Francisco) Charvet (bajista). Era un personaje de lo más bacán; tenía esa cara del típico amigo que nunca dice “No” a nada, menos a un trago, y… yo no sabía que se llamaba Mauricio –nueva risa copiosa- y ¿por qué Papío? Roger: bueno le comenzamos a decir papá, porque era así avejentado, medio antiguo en su pinta y siempre andaba con achaques, y bueno fue éste (señalando al Álvaro) el que comenzó a decirle Papío y se quedó con eso.
“Nos formamos acá cuando yo (Édgar) vine a estudiar en la `U’ y con ex compañeros del colegio nos juntamos a hacer ruido, pero ellos estaban más metidos en sus notas de universidad y trabajos e iban dejando las prácticas, luego asomó el Franz Córdova (integrante de Misil), con el man me llevaba desde Ambato y nos veíamos a veces, él también buscaba con quien tocar y practicábamos y con un amigo de él, el Alex Manterol, quien fue el primer baterista de Mamá Vudú, esa formación duró un año”.
Hablamos de octubre del 92. Ensayaban desde sus inicios en la sala de un departamento en la Floresta donde arrendaba Édgar por sus estudios. Fue el Franz Córdoba (Misil) quien llegó con la noticia que un amigo de él se ponía un bar, resulta que era el Dada Bar, y que le había “encamado” para tocar en la inauguración. “El Franz tenía una banda en Ambato que tocaban covers, era un grupo muy turro que tocaba The Doors, Led Zepellin, y notas así, y el baterista de esa banda era el Alex Manterol, entonces nos pusimos a practicar; fue el Édgar el que dijo: pero toquemos cosas más elegantes, toquemos punk rock. Y empezamos a practicar Nirvana, Social Distorsion, Sonic Youth, Pixies, Soda Stereo… y ya dijimos (el nombre) Mamá Vudú pero ¡chuta! nos ahuevamos, como que nos gustó”, pero para esto dicen: “pasábamos siempre bastante tomados. Entonces entre estas y las otras ya comenzamos a ver otro nombre”. Y ese primer concierto tocaron bajo el nombre de Frente Ruso, y el grupo principal en esa tocada fue Cruks en Karnak, cuando el guitarrista era el Mateo Herrera (quien luego fue de El Retorno de Exxon Valdez). Y comentan, “cuando había como tocar con ellos”.
Luego les llevaron a tocar en un gallinero en las afueras de Ambato, no era un coliseo de gallos sino un galpón hecho mierda y tocaron, recuerda Édgar, “vestidos en bermudas”. Era un concierto con grupos de todo el país, había gente de todo lado y compartieron la paupérrima tarima con bandas íconos del under local: Chancro Duro, Notoken y otras… Era recontra underground. “Si no tenías tu ampli no tocabas nomás, se prestaban todos las cosas, los que se subían a tocar era por un propósito meramente artístico, era todo más relajado, todos subían a tocar borrachos, la gente se ponía a tomar como bestia pero no había nunca problemas”.
“Fue desde el 93 cuando empezamos a tocar bajo el nombre de Mamá Vudú, y ahí sí ya en todas partes. Recuerdo que compartíamos escena con Mortero, Fusión Mutágeno y la bola de más bandas que ya eran menos under”. ¿Les apesta el under?, “para nada, nos molesta la postura esa de quejarse por todo, que no hay apoyo o la falta de medios para difundir; esto es una lucha constante y es lo rico del rock en sí”. Y, Charvet complementa la idea: Lo que pasa es que adentro, en una banda lo que intentas hacer es que las cosas suenen diferente siempre, pero si estás con esa actitud inconforme o remordido, no fluye nada.
Roger: a nosotros, definitivamente nos gusta lo que estamos haciendo. Hemos visto la manera de no meternos a un trabajo fijo, complicado. Es decir, si trabajáramos en un Banco o en oficina, ni cagando pudiéramos hacer esto. Ahora ya planeamos el tema de ensayos y hacia dónde vamos y ponernos horarios.
Edgar: entonces el enfoque no ha cambiado en nosotros, ha variado pero en esencia finalmente lo que sabemos es que la música, para lo que te sirve es para no ser un borrego más. La música es inherente al ser humano. Mi enfoque ahora es casi como místico, yo sé que tengo que disciplinarme con la banda porque eso me ayuda a descargarme del estrés, y eso me sirve para ser mejor persona. Me hace un ser humano más sólido, y dejas de ser un huevón que no tienes idea de nada lo que pasa en la realidad, que estás metido en un cubículo y pasas oyendo una radio que no dice nada…
“Cuando sonamos en el programa del Edwin Poveda, él se impresionó que no había escuchado antes nuestra música, sabía del nombre pero hasta ahí. Hace años también tocamos en un programa de radio Planeta, conducido por el Hugo Ferro -se refieren al Chifa- y también fue bacán, igual en la 88.1, la bola de veces. Antes como que los medios eran más relajados, ahora ya se van haciendo más complicados en difusión”, apunta Álvaro.
¿Qué extrañan de la movida de antes? “La bola de cosas. Por ejemplo los conciertos”. Édgar -entre los más antiguos de la banda- recuerda la gran tocada de Los Ilegales de España. “Me fui con mi hermano, yo tenía unos 16 años y fue alucinante. De hecho esa banda ha influenciado a la mayoría que salieron desde esa época para acá, y ese primer concierto en particular fue como ver la luz para muchos”. A partir de esta memoria coincidimos todos en que fueron memorables las tocadas que había a finales de los ochenta e inicios de los noventa, en La Chorrera.
“El festival (QuitoFest) nació porque no teníamos dónde tocar; fue por necesidad. Igual sucedió con tocadas.com, como somos diseñadores (dos de los cuatro) queríamos tener una página donde promocionar los shows…”, añade Álvaro.
Charvet se conoció con el Álvaro en la Universidad, cuando estudiaban marketing. Pero bromean que el “Charvey” es más técnico para tocar, estuvo en bandas que se iban por la onda Soda y más rock progresivo, una de esas se llamaba Dínamo, y otra Vieja Influencia. “Él tocaba con gente más caché, y nosotros no somos muy dados a lo formal”, se ríe el Roger.
El Álvaro recuerda: “una vez me llamó para que le acolite con la batería en una de sus bandas, yo fui, toqué y nunca más me volvieron a llamar” (risas)
Por: Polo Damian Rodriguez / Fotos: myspace.com/mamavudu
*Texto originalmente publicado en Revista Indiependiente N 2. www.indiependiente.com