Solo están tres. Sentada en el asiento del teclado, la periodista reclama ansiosa la ausencia de los demás miembros del clan. Por qué no llegan, dónde están los colores, las gafas, los pantalones acampanados. El camarógrafo, hasta tanto prefiere hacer unas tomas de la ciudad desde la terraza del cuarto de ensayo. Estamos en plena Shyris. De pronto, entre la gigantografía púrpura del evento y la bataca, se escucha un color: el amplificador libera la melodía del primer tema en el ensayo. La música pintó en segundos el penthouse y así empezó. Más de seis músicos ya estaban ahí en sus lugares, preparándose para la fiesta más groovie del año.
La Fiesta del Funk Naciente no es una casualidad musical. Tiene su historia y su background trasciende las fronteras. Mucho mejor si te la cuentan argentinos y ecuatorianos a la vez, porque nació en Baires, pero desde siempre músicos quiteños formaron parte de la escena. Dj Hermano del Espacio y Dj Lenni dieron a luz este proyecto por ahí en 2006 y desde entonces, en conjunto con un grupo de músicos de ambos países se han encargado de convertirla en una fiesta permanente.
En Quito, este viernes va la tercera FFN y no para. Cada año, más de diez artistas se montan sobre el escenario y hacen bailar a cientos de personas toda la noche. Recuerdo la primera vez en 2008 cuando me hablaron de la fiesta del funk. Para ese entonces, el público alternativo buscaba nuevos ritmos. El rock latino había saturado algunos de los clásicos espacios alternativos para fiestear. Así, entre ritmos y ritmos, bandas de hip-hop y funk como la Guerrilla Clika y músicos entre ellos Nicolás Dávila, Juan Guerrero, Daniel Rosero y Pablo Guerrero se ocuparon del “renacimiento del funk” en Quito. La fiesta pedía bullir.
Ya a fines de los noventa, con el desvanecimiento de la banda de rap funkera Illya Kuryaki & The Valderramas, la escena funk en Argentina se apagaba. Muchas bandas mainstream de funk dejaron de sonar. Por ahí, los ecuatorianos migrantes en Baires empezaron a armar algunos jams como espacios de creación. Te subías, improvisabas, sentías el groove. En una de esas, White Mono (Arg) se unió a la onda. Nicolás Dávila – integrante de la banda ecuatoriana Gran Clan- y Daniel Rosero –Dgroove-, junto con otros músicos vivieron ese cambio mientras estudiaban en Buenos Aires. Ellos eran La Funk Familia.
Todo fluyó. –A los argentinos les gustó la idea de groovear con ecuatorianos y por ahí fue – cuenta Galaxy. Con varios ‘socios’, los ecuatorianos repartieron el nombre de la Funk Familia en Buenos Aires y varias bandas y músicos se unieron a la –gran– Funk Familia. –Aprovechamos ese caldo de cultivo que era la gente sedienta de esta música y hicimos dos eventos: Los Afro Mama Jams y la Fiesta del Funk Naciente– cuenta Nicolás. De ahí el nombre. La Fiesta del Funk Naciente surgió como describe el Dj White Mono: de una cosa que estaba olvidada, dos Djs se encargaron de darle vida de nuevo.
‘Si grooveas, groovea nefasto’
Regresando al cuarto de ensayo, la cosa se pone buena. Como dicen los chicos, la cosa es cuestión de groove. Es imposible estar ahí y no mover el cuerpo; el cuerpo se mueve solo. Y lo entendí. Tal cual las palabras del Nico. El groove tiene que ver mucho con el instante, con el tiempo. Como surfear en el instante presente que es un punto que se mueve. Si estás pensando más allá, en qué va a pasar mañana, estás jodido.
La Fiesta del Funk Naciente se viene para darle a la gente algo nuevo, que ya existía, pero que muchos lo tienen guardado en la caja de acetatos viejos. Más que fiesta es todo un show. Un show en el que se monta un set de los mejores Djs de funk de Quito y Baires y más de doce personas están subidas en el escenario tocando y bailando éxitos funkeros a toda fuerza. –Mucho color, muchas luces…full disfraz– cuenta Nicolás. Pelucas, gafas, gente con boinas o pantalones acampanados y afros.
En general, se vive mucho arte en la FFN. Cada vez que se abre la fiesta te encuentras con personajes excéntricos bailando y diseñadores exponiendo su ropa. Antes entre seiscientas personas; ahora entre más de mil en un lugar mucho más grande, en La Bombonerita.
Y es que en 2010 la ambición encendió los parlantes, pues quieren poner a bailar más generaciones bajo la bola disco. Ahora entramos más. El blanco es llegar también a quienes escucharon funk, veinte, treinta años atrás y tienen esa sed por volver a escuchar a James Brown, The Kool & The Gang, Prince y Earth Wind and Fire. El blanco son también las nuevas generaciones, esas que quizá vieron a sus padres bailar y les siguen la onda.
En Buenos Aires llenamos el espacio con mil quinientas personas cada quince días. Aquí queremos reventar con una sola fiesta en este año, dice White Mono. Es así. ¡A Reventar! Los muros de la ciudad están cubiertos de morado. La Fiesta se viene pronto. Con esa espectativa el ensayo termina. Se ha venido la tarde y los argentinos quieren conocer la ciudad. La periodista está contenta. Les ha sacado fotos y el camarógrafo los filma saltando del balcón con la ciudad por detrás. Lindo paisaje: La gran Funk Familia y el Pichincha, la Carolina y un bajo que hay que guardarlo antes de salir del salón. Ya han bajado las armas. Unas cuantas foto más, un poco de conversa, y la voz de Juan que recita las reglas del grooveo:
1. Groovear
2. Siempre groovear
3. Nunca groovear ingroovear
3. Si grooveas, groovea nefasto…
Ahora bien, play that funk!
Por: Gabriela Robles