Pocas veces he visto un despliegue de músicos e instrumentos tan amplio. Zoé se robó la película con su ‘Música de Fondo’. Antes de la banda mexicana esperaba a Guardarraya y me sorprendió no verlos salir a escena (de fuentes extraoficiales supe que debido a la inamovible disposición de los instrumentos, los quiteños no pudieron tocar) Luego de la introducción animada en la pantalla, fue el turno de Chetes.
El mexicano toca su música desde mediados de los noventas, al frente de Zurdok y Vaquero. El día del concierto, Chetes se mostró sencillo: con su teclado, un bajista y un percusionista, ofreció pocas versiones de sus temas más conocidos. Disfruté mucho su corto intro a la función, sin embargo, aún había algunos confundidos asistentes que, mientras yo coreaba el tema ‘Completamente’, me preguntaron: “Disculpa ¿y ellos quiénes son?” ; fue el presagio de lo que me temía.
El Show
Uno a uno salían los músicos y el público (adolescente, sobre todo) se deshacía en gritos. El último en salir fue – desde luego – León Larregui, el cantante, convertido en ícono de la banda. Al fin Zoé pisaba suelo ecuatoriano. Austero de palabras, se dirigió solo dos veces a los asistentes; el resto fue show.
Pocas veces he visto un concierto tan agridulce. Me explico: La puesta en escena decía ¡maravíllate! La enorme pantalla de fondo con excelente apoyo visual, el juego de luces coordinadas con la banda (cosa que poco se practica en los shows locales), los cientos de instrumentos de todo tipo disgregados en el escenario, la magnífica disposición de los músicos con su sección de cuerdas, de vientos; doble sección de teclados y percusión, el guitarrista principal a la derecha del cantante, ubicado al frente en el corazón del escenario; la bellísima presencia de Lo Blondo engalanando aún más la generosidad visual. No obstante, asistí a un show preconcebido. Fuimos a ver lo que ya había observado previamente en casa. Fui a la presentación de un disco en vivo que ya había escuchado y que se interpretó en su estricto orden, ni más ni menos. Tan extraño y sin sorpresas, que era como si fui a ver la mejor película del año, pero ya me la contaron antes de entrar. Acepté las condiciones y, dentro de ellas, obviamente no hay nada que reprochar a la banda.
Zoé sonó impecable, envolvente. Casi veinte músicos en escena, con una misión bien definida, nadie estaba parado en las tablas sin tener un instrumento. Entre el humo de los cigarros vi manos en guitarras y bajos de todo tipo, más de siete ejemplares de teclados, cornos franceses, trombones; violines, contrabajos; saxofones, banjos, mandolinas y los más inimaginables elementos de percusión; desde diminutas maracas hasta enormes tambores y simpáticas jaulas de peces usadas para el efecto.
León y Lo Blondo, en cambio, jugaban con sus voces y la electrónica computarizada, con extraños aparatos de loops, lo cual daba un unísono realmente espectacular. El frio recinto fue perfecto para la cantidad de asistentes, mas no para la acústica (a momentos podía escucharse mas a la gente coreando que a la propia banda); no sé si por ello León Larregui tuvo un traspié y se equivocó en la letra de ‘Nada, disimulándolo con una sonrisa; quizá esa fue una de las poquísimas sorpresas de la noche.
Las sorpresas
-La hermosa voz de Lo Blondo (vocalista de Hello Seahorse) a veces tan sutil, a veces de theremín
-Los músicos de apoyo, en cuerdas y brasses eran ecuatorianos.
-La estrofa de ‘Poli’ cambió de perla: una mexicana por una ecuatoriana.
-El encore con ‘The Room’ y una mística–electrónica versión del clásico bolero ‘Bésame Mucho’, de Consuelo Velázquez, le dieron el final singular a una suerte de noche porfiada.
Peregrino final
Díganme nostálgico, pero lo manifesté y me reitero: me habría gustado muchísimo más ver al grupo Zoé del 2005, con un show más energético, electrónico y sorpresivo. No obstante, gracias a este concierto de intimismo para las multitudes, vi caras de satisfacción (bordeando lágrimas) de muchos fans, quizá los más nuevos. Me aventuro a decir que aquellos que no han escuchado más allá del cd ‘Música de Fondo’, salieron extasiados. Atrás quedamos los “Rocanlovers”, los que escuchamos a Zoé desde inicios del nuevo milenio. Nosotros salimos sonrientes por un buen show y buena compañía (¡gracias amigos!) pero extrañamente disconformes, y eso justamente era lo que me temía.
Por: El Musikólogo / Fotos: Azulita Cobos