Por Juan Fernando Andrade
Días antes de enviar el disco a imprenta, ya con el master en las manos o mejor dicho en el disco duro, les mandé un mail a Nelson y a Toño sugiriéndoles que sacáramos esta canción de la lista final, les dije que para mí no estaba al nivel de las demás y que lanzar un álbum con nueve temas en vez de diez no era el fin del mundo ni mucho menos. Toño me dijo que el tema estaba en su top tres y Nelson me dijo no hables huevadas o eso fue lo que en verdad quiso decirme. El asunto es que fracasé miserablemente.
Hasta ahora, esta canción me pesa (cada vez menos, es cierto). Recuerdo que cuando nos enviaron la primera prueba del disco, masterizado a la carrera en Nueva York, lo metí de una al iPod y salí a pedalear para escucharlo completo, cumpliendo con lo que llaman el test drive. Y me encantó. Pero este tema me dejó a medias, hay algo ahí que para mí todavía no cuaja del todo y creo saber por qué. Esta canción es nuestro pequeño Frankenstein, fue armada con retazos de otros cuerpos vivos que jamás pudieron valerse por sí mismos y eso, intuyo, me obliga a desconfiar. Lo que me gusta, lo que creo nos salió bien o no tan mal, es que logramos una canción circular, un tema cuya estructura funciona cuando a la vuelta de casi cuatro minutos vuelve a su punto de partida y completa los 360 grados: intro-estrofa-coro-variación-coro-estrofa-intro.
Tendría que decir que también me gusta el tema “crisis de los treinta”. Escribimos la letra entre Guayaquil y Quito, a medida que la canción iba encontrándose con dificultad, y entre esos meses ambos cumplimos los treinta, pasamos al tercer piso, y de alguna manera dejamos de ser jóvenes para siempre (uno se da cuenta porque ya no aguanta los chuchaquis con la misma entereza). Cuando yo tenía quince, un tipo de treinta me parecía un anciano, un papá o algo peor, y ahora esto… treinta y uno y contando, qué desgracia. De ahí viene esa esperanza desesperada de la primera estrofa. Mirando para atrás / siento que no estoy tan mal / he ganado cicatrices / he perdido apuestas / Soy otro / treinta años después / soy el mismo / todo lo que es.
Esa última línea, “todo lo que es”, sería muy probablemente lo mejor de la canción y quizás hasta la rescate del olvido. La frase se usa mucho en Manabí y significa lo mismo individuo que universo. Por ejemplo, “todo lo que es” un ceviche de cangrejo se refiere inicialmente a la exquisitez mencionada, pero también a todo lo que implica, todo lo que conlleva (la pesca, el asesinato, el agua hirviendo) y todo lo que filosóficamente puede surgir (el sabor que antecede a una revelación profética) tras devorar un crustáceo bien curtido. De la misma manera, todo lo que es el yo, o sea todo lo que soy, habla de un momento en el presente, casi que habla de una foto, pero también de todos los momentos en la vida de un sujeto cualquiera, de todo el alineamiento cósmico que debió suceder para llegar a esa foto en particular. Es decir que estamos frente a una frase total y sin límites de interpretación. Todo lo que es es todo.
Y ya que estamos en estas, me gusta algo más. Cuando la canción se raya y se hace la bacán con su onda country-punk, Nelson canta lo siguiente: Bajo por tu garganta / de afuera hacia adentro / Puedo verte el alma / encerrado en tus huesos. Allí estamos hablando de tu licor favorito, de tu fiel compañero en el absurdo y en el abstracto, estamos hablando como lo haría el trago que lleva tantos años contando contigo, destruyéndote con cariño, arrugándote el hígado, llenándote de valor cuando hace falta y dirigiendo con el rigor del desastre una serie de cagadas desafortunadas. Nadie te conoce mejor que tu vicio. No lo olvides.
El resto, francamente, podría omitirse. Queda, a mí parecer, la intro, sin duda uno de los trabajos mejor logrados de Nelson en modalidad slide guitar, que ganó harto al grabarse con un dobro y hasta puede escucharse tranquilamente sin que exista la necesidad de continuar hacia la canción completa. Y queda también toda la buena intención de tocar los toms en la estrofa como Ringo en Polythene Pam. Usamos dos floor toms y, en contra de todos los esfuerzos que hizo Daniel Pasquel (Can Can, Marley Muerto) por impedirlo en su calidad de ingeniero de sonido, desafinamos uno a propósito porque dónde se ha visto que uno toque con todo afinado. No, pez.
Y vamos terminando y me alegro de haber escrito más, bastante más de lo que creía poder escribir sobre este polémico y capaz incomprendido track. Sí, eso es. Hay algo que no comprendo y que jamás comprenderé porque varia gente me ha dicho que es la mejor canción del disco. Está bueno eso. Nosotros la escribimos y la compusimos y la grabamos pero eso no quiere decir que sea nuestra. Es más, hasta la fecha no la hemos tocado en vivo (probablemente por mi culpa). Las canciones no tienen dueño, son de quien las quiera, de quien las necesite. Las canciones son de quien escucha en ellas algo que los demás ignoramos por completo.
TREINTA AÑOS DESPUÉS
mirando para atrás
siento que no estoy tan mal
he ganado cicatrices
he perdido apuestas
soy otro
treinta años después
soy el mismo
todo lo que es
bajo por tu garganta
de afuera hacia adentro
puedo verte el alma
encerrado en tus huesos
yo sé la salida
no es el rencor
no tengo familia
puedo comprar algo mejor
prefiero dar la vida
y no pedir perdón
si la sangre se avecina
mueres tú
quedo yo
bajo por tu garganta
de afuera hacia adentro
puedo verte el alma
encerrado en tus huesos
mirando para atrás
siento que no estoy tan mal
he ganado cicatrices
he perdido apuestas
soy otro
treinta años después
soy el mismo
todo lo que es