Por: Christian Reyes
La grandeza provocativa de este francés representa esas instancias rebeldes y emociones lascivas que experimentó un músico inquieto, con personalidad y seguro de su inventiva, al momento de sumergirse en los mares prohibidos de un buen pop.
Serge Gainsbourg, llamado originalmente Lucien Ginsburg, brindó, en aquellos años sesenta, un gran aporte de modernidad y experimentación para la Chanson Francesa. Sus registros hablan de extravagancia, inhibición, protesta y un amor más carnal que afectivo. Su música ha coqueteado con el pop, el jazz, el reggae, el rock sinfónico, el dub, la música clásica, el funk, el rap o el ye-yé, por nombrar algunas. Ha compuesto más de 17 discos y seducido a innumerables mujeres. Muchas de ellas íconos de la música europea.
El por qué escuchar la música de Gainsbourg va más allá, de la simple curiosidad por conocer a profundidad el arte que emana un tipo tan controversial, es describir las vibraciones de esos momentos gloriosos de la composición llevada al clímax. Ya sea en el regazo de sus musas o en sus vicios: el cigarrillo y el licor. Y es que sonoramente siempre estuvo adelante de su generación.
¡Buenas tardes, soy el chulo judío!
Serge se inclinó por la música gracias a su padre, quién le enseño a tocar el piano desde niño. La pintura fue su pasión, pero tuvo que abandonarla para poder subsistir. Trabajó como pianista en varios cabarets de París. La frase “¡Buenas tardes, soy el chulo judío!” le servía como impronta para saludar al público en sus shows. Su nariz y orejas pronunciadas, sus ojos saltones y su delgadez no le abrieron paso en la industria musical, pero sí a la hora de sucumbir a su mayor debilidad. Se dice que su poesía lograba esa conexión con sus más grandes trofeos: divas bellas y exitosas.
Hubo un momento importante en su vida, el trabajar-seducir a la adolescente France Gall. Una frágil chica con mucho talento e inocencia, que puso en lo más alto de Eurovisión la canción ‘Poupée de cire, poupée de son’, en 1965. Esta fue la primera obra conocida de Gainsbourg. Luego, el enfant terrible la sumió en la interpretación de un furtivo tema ‘Les sucettes’, el que con disimulo hacía referencia al sexo oral. La cantante convertida en Lolita se vio timada y rompió las relaciones con el temible provocateur.
Isabelle Adjani, Vanessa Paradis o Juliette Greco pasaron por su cama y sus letras, pero fue con Briggit Bardot que su devoción por la belleza femenina llegó al punto más alto, al crear obras como ‘Bonnie and Clyde‘, ‘Harley Davidson’ y ‘Comic Strip’. No se le puede atribuir a esta relación ’Je t’aime moi non plus’, aunque la compuso pensando en la sex symbol. Fue con Jane Birkin, su pareja mediática, con quién llegó a la levitación con este himno al erotismo. El Vaticano no demoró en censurar el sensual poema.
Con Birkin mantuvo el equilibrio, por ciertos momentos. Junto a ella creó dos grandes discos: ‘Jane Birkin & Serge Gainsbourg’ y ‘Histoire de Melody Nelson’. El último considerado como el primer verdadero poema sinfónico de la era pop. Además, procreó a Charlotte Gainsbourg: “Tan bella como ella, tan fea como él”, sucesora que le siguió los pasos en la música y el cine.
Llevó al disco ‘Rock Around The Bunker’ a la autoburla, al reírse de su propia desgracia. En su juventud fue obligado a esconderse, debido a las leyes antisemitas durante la ocupación. Convirtió a ‘La Marseillese’ en una pieza reggae dub, que hizo enojar a Francia y al mismísimo Bob Marley por grabar con Rita Marley aquellas letras de fuerte contenido. Además, su incursión por el cine no pasó por alto ya que retrató el lesbianismo en escenas de su película ‘Don Juan 73′, protagonizada por Birkin y Bardot.
Controlando a Gainsbarre
Usualmente fumaba siete cajetillas de cigarros al día. Gitanes era su marca favorita. Cierta ocasión, en pleno programa televisivo, de sábado por la tarde, le dijo a la joven Whitney Houston que la quería fornicar. Presa del alcohol que lo acompañó gran parte de su vida. Sufrió cuatro infartos que no lo mataron, al parecer, lo hacían inmortal.
Los medios lo invitaban para que haga de las suyas. Quemaba billetes o firmaba cheques en señal de protesta o, simplemente, para llamar la atención. Grabó un video provocador: ‘Lemon Incest’, con su hija, ella en ese entonces, tenía 12 años. Conoció a Bambou, su última inspiración, a quien hizo cantar y grabar sus gemidos. Finalmente, no controló a Gainsbarre, su alter ego maldito, y murió luego de un quinto infarto, en 1991. Dejó de ser inmortal. Se dice que en su tumba, en Francia, lo acompaña el muñeco de la foto de portada de ‘L’histoire de Melody Nelson’.
Llegando a la categoría de Héroe
La acertada biopic póstuma del director Joann Sfar y la excelsa interpretación de Éric Elmosnino, lo colocaron en un altar en el 2010. ‘Serge Gainsbourg Vie Héroique’ retrata, con precisión y con un delicado enfoque, la vida, música y excesos de tan incendiario genio.
Su sonido ha marcado a varias generaciones de artistas como Franz Ferdinand, Cat Power, Jarvis Cocker, Michael Stipe, Portishead, Tricky entre otros, quienes le brindaron devoción y pleitesía en el disco ‘Monsieur Gainsbourg Revisited’. Entre grafitis y poemas, sus restos yacen en el mítico cementerio de Montparnasse, en París.
Abajo compartimos el podcast de un especial a Serge Gainsbourg realizado por Carlo Ruiz y Christian Reyes: