Hace calor. Un vaso lleno con cerveza de 3 euros 50 se cae, se riega. Un hombre detrás de una consola está tenso. La rubia del vestido floreado habla por celular, levanta la mano, deja ver su axila depilada, le dice a alguien que la busca: Joder, que estoy aquí delante. Otra mujer, mirada Ray-Ban, uñas lila, sonrisa plagiada, estira el brazo y se autorretrata dos veces con el escenario detrás para, enseguida, presumir compartir la foto. El viento reparte el humo del tabaco de unos sobre la ropa de otros. Hace calor, hace muchísimo calor y, pese a eso, a ratos la piel de los brazos imita a la piel de las gallinas. Varias veces, otro anónimo, también estresado, estira cables, cambia guitarras, acomoda micrófonos, levanta botellas con agua fría que se caen, se riegan. El desconocido de al lado, que pateó sin querer su propio vaso de cerveza y no tiene pelo en la cabeza ni camiseta, repite, entona, grita al igual que otras personas -sudadas,de pie, atentas- pedazos de canciones bien hechas. Una, una sola gaviota vuela, los gritos de éxtasis aparecen, desaparecen y, después de reírse por algo y cerrar los ojos, dos hombres se besan.
Eso, bastante más que eso, sucede mientras Cat Power toca en vivo.
Ella -pantalón negro, blusa azul floja, pocas palabras- pisa el tabaco encendido, saluda con la mano, acomoda un incienso sobre el sintetizador, no canta, no le da la gana de cantar Sea of love ni la versión original de The greatest. Ella, Cat Power, no dice nunca Hola, Barcelona ni Thank you frente al micrófono sino alejada de él, fuma de nuevo, marca el ritmo sobre los muslos, guiña el ojo, mira al hombre detrás de la consola, sigue cantando y mientras lo hace le pide, con el dedo índice apuntando hacia el cielo donde la gaviota vuela sola, que suba el volumen de la voz. Ella, Chan Marshall, mira al horizonte, a veces y durante un rato largo al cielo, va hacia la derecha, hacia la izquierda del escenario, mueve los brazos como un robot durante un solo de guitarra, guiña el ojo derecho, hace muecas salvajes cuando dice, cuanta canta la frase Burry me, marry me to the sky. Ella –pelo rubio corto, lunar falso en la mejilla,voz que pone la piel de los brazos como la piel de las gallinas– pide cuatro veces más y con el mismo gesto que suban el volumen del micrófono, guiña el ojo y entona, sin mirar a nadie entona You´ve got the right to be what you want and where you wanna be.
Ella, que parece contenta, que parece incómoda, que parece forzar su excentricidad, hace eso y bastante más que eso antes de irse.
Ya sin los músicos, de pie, delante de la batería, forma un corazón uniendo índices con pulgares y lo pone encima de su corazón. Los gritos, los aplausos, los silbidos vuelven y Cat Power coge un ramo de rosas blancas, las tira por aquí adelante, por allá atrás, para ti que me gritas guapa. Mientras, el hombre de la consola, que ahora tiene cara de alivio, pone música. La canción es Within, de Daft Punk. Ella, que sigue entregando las flores, la escucha, frunce el ceño y dice, en voz baja, What the fuck is this. Ella, Cat Power, mirando en dirección a la consola, repite What the fuck is this song y, por enésima vez, guiña el ojo derecho frente al público. Lo hace como quien dice, como quien intenta decir, Ustedes me entienden, ¿verdad?