Por: El Musikólogo
Primer día del qfCuenca: Debut Auspicioso
Los nervios del debut, esa sutil tensión de algún modo podía sentirse en el estadio Alejandro Serrano de la Ciudad de Cuenca, iniciaba el primer día del “QFCuenca” casi dos horas más tarde de lo planificado, y con poca afluencia de público ese instante; como diría el sabio popular: estamos todos los que somos.
Yahuarsónicos de Loja eran los encargados de estrenar el festival, y el escenario no les quedo grande merced a un buen número de seguidores que coreaban sus canciones y su despliegue de reggae fusión con gancho, nos contaron que tienen listo un disco nuevo y que no se detendrán luego del festival, buen comienzo, buen presagio. Otros debutantes fueron Radio Fantasma, cuya versión de la Cuenca musical modernista apaciguó un tanto los ánimos, eran locales, y sonaron perfectos, pero a pesar de los esfuerzos de Daniel Pinos (cantante), no logró levantar en su totalidad a la gente, no lo hicieron mal, solo hubo desconexión. Ricardo Pita fue una de las actuaciones más celebradas, el número de asistentes había subido considerablemente y se rindió ante la sencillez y el carisma del guayaquileño. Hay cosas tan inflamables que no hace falta mucho para encenderlas, eso es Pita, que ataviado con un poncho y una guitarra acústica medio rota convierte en himnos sus temas y frases, un lujo verlo en vivo. Después de su show, no había nada que pueda «mal tripearnos».
La primera presencia internacional era la de “Barrio Calavera”; el nombre refleja su acervo popular, de cotidiano, de cumbia, de música tradicional peruana que al mezclarlo con algo de ska latino, logra una receta para la algarabía y el público cuencano lo sabe. “…Somos el Barrio Calavera, alegres y rebeldes toda la vida” sentenció el cantante. Destaco grandemente la entrega del grupo, que saltaron a escena como desconocidos y se fueron dejando un estadio repleto de baile. Correctísimos.
Era el turno de “Los Corrientes” y la expectativa no podía ser más superlativa, su música es desenfadada, sin misticismos, de retórica directa e instrumentación diversa, entre el rock and roll y la fusión tropical. La aceptación se hizo unánime y no es para menos, el salto hacia la calidad que ha dado esta banda guayaquileña es inmenso. Poco a poco están ganando adeptos que han transformado en himnos sus temas, pude ver a mucho coreando “Soy Chiro”.
El ambiente se había prendido tanto sobre el escenario y en la explanada el sol era inclemente, los bomberos intentaban aplacar la incandescencia del cielo cuencano cuando “Keko Yoma” de Chile se hacía presente. Hay bandas que con una actitud irreverente y divertida se ganan al público de entrada, y si a eso le sumamos música disfrutable, disfraces y ambiente de fiesta, el resultado es un show atrapante. “Keko Yoma” no son unos virtuosos, hacen música descomplicada y sencilla, pero logran conectarse fácilmente con el público y eso no lo hace todo el mundo.
Caía la tarde, y lo vivido hasta ese entonces pedía que los “estelares” salgan a matar o morir; “Da Pawn” se subía al escenario mientras se encendían las primeras luces de colores. Más allá del griterío del sector femenino, había razones de expectación. Fue un debut como pocos, lleno de sencillez grandilocuente, de canciones que han trascendido lo folk, de descollante presencia y de una reflexión: al fin aquella brecha técnico-mental entre bandas extranjeras y bandas –llámese- locales, cada día se nota menos y satisface más. Se notó la preparación de la banda, presentaron temas nuevos y sonaron experimentadísimos pese a su juventud.
Sin temor a equivocarme diría que el show de Swing Original Monks fue visualmente el más exquisito del festival, cuidando cada detalle desde el juego de luces, el set list, el vestuario, hasta la ubicación de cada músico en el escenario; quien vio al diablo gigante apareciendo en escena sabe de lo que hablamos. No es mi estilo musical favorito, mas debo destacar la solidez de los músicos (sobre todo la jovencísima bajista); más allá de lo visual no es de obviar que en lo musical es un menú que ya lo hemos saboreado con gente como Bomba Estéreo o Calle 13 con sobrado éxito popular, hay recetas que se consumen con la misma voracidad sin importar el país.
Uno de los “estelares” de la noche lo constituía la legendaria banda local “Sobrepeso” toda una institución en la música ecuatoriana, quienes para este show contaban con la colaboración de Hernán Montalvo (Cuco) en voces, debido a la ausencia de Pablo Iñiguez quien no pudo arribar desde su residencia en España. ¿Qué más se le puede pedir a una banda tan aquilatada como esta? Creo que nada, con ese desfile de recuerdos, de riffs anejos como el vino, de emociones nuevas con canciones clásicas, como “El Ascensor” o “Explotar”, que siguen tan vigentes como el primer día. Si alguien tenía dudas de la sobrada calidad de esta agrupación, este concierto casi impecable debió despejar todas ellas, demostrando que Sobrepeso tiene bien ganado su status de icono del rock, quizá el único reproche fue que no tocaron “Adoquines de poder” la cual –a manera de premio consuelo- sonó por los altavoces apenas concluyó su actuación. Era el tiempo de Babasónicos.
El estelar de la noche se presentaba cual banda local, su continuo contacto con tierras ecuatorianas les resta algo de sorpresa pero no de efectividad, su música es tan transparente como práctica y Adrián Dargelos se erige como un efectivísimo relator de éxitos, su conexión con el público, su estatus de mito, sus temáticas a veces polémicas a veces provocadoras, al igual que su puesta en escena sobria y sin ambages hace de esta banda una estampa pop a la que nunca quieres dejar de observar por más que ya te la sepas de memoria. Uno a uno, temas conocidísimos dieron forma a una actuación que quizá para algunos ya sea redundante, pero para otros es única en su clase. Siempre destaco que esta banda no puede ser más profesional, pero siempre reprocho que hayan dejado atrás su pasado Rock en favor de un presente Pop. Así se cerraba el primer día, y lejos de cualquier mal presagio el QFCuenca, nos dejó con ganas de ver lo que sucedería al día siguiente.
Segundo día del qfCuenca: Sorpresa y Música como una tromba.
Nuestro segundo día de QFCuenca se matizó por los excesivos cacheos en la puerta, a pesar de llevar acceso de prensa. No sé qué criterio se usa al momento de registrar a los asistentes en la puerta, señores de la policía ¡más mesura por dios! Y si van a actuar de una manera tan ridículamente tajante, pues que sea todo el día, pues a la mitad de la jornada ya puede empezar a sentirse en el ambiente el espeso y penetrante humo del cannabis. ¡Todo o nada!
Luego de pelear verbalmente por mi derecho a llevar correa atada al pantalón, corrí para tomar ubicación y observar el debut de “Da Culkin Clan”. Si esto fuera una entrega de premios, este jovencísimo grupo seria sin lugar a dudas el ganador del “artista revelación” por lo demostrado en escena. Atrevidos, simpáticos, mordaces, su onda despreocupada y clownsística (si es que existe esa palabra) hacen un show intenso, sin respiro. Rap, rock, hip-hop ¡lo que sea! No importa, el genio de estos chicos no tiene límite, juegan con gags líricos, texturas musicales contemporáneas, en un inteligente amasijo músico-teatral, no me cabe duda que si siguen por esa senda, serán un suceso.
Decabulla llegaban desde Machala con un disco nuevo bajo el brazo, “Robot”. Gran dosis de poderío hardcore, su entrada al QFCuenca podía escucharse desde la carpa de prensa (en donde me hallaba en ese instante) y acudí presurosos al llamado, una actuación con la que demostraron su excelente momento. Para el final contaron con la colaboración del legendario Ibo K Payne en voces en el tema “Radicales Libres” que está convirtiéndose en un verdadero clásico del grupo, este fue un momento altísimo del show, digno de recordarse.
Mi gran expectativa de este día era ver la actuación de “La Bicicleta del Diablo” y quedé simplemente extasiado del poder descomunal que producen estos 4 guayaquileños. Su música es directa, una tromba death metal sin contemplaciones. Con actitud cotidiana y dicharachera, típico de la región costa del país. La banda no solo es genial, sino divertidos entre cada tema, bromeando con al público pero sin poses, siendo naturales. Recomendaría a cualquier amante (o no) de este género “extremo” escuchar sin mesura a esta portentosa banda, ¡un acierto!
La cuota extranjera de este segundo día la iniciaba “Absolution Denied” una banda colombiana con una gran influencia de grupos norteamericanos de metalcore, con esa batería contundente, guitarras distorsionadas y voces guturales, además de una estética muy a la usanza de bandas contemporáneas, a pesar del sol calcinante no se inmutaron ni dieron respiro, su actuación no pasó desapercibida.
“Los Zuchos del Vado” es una banda clásica, muy arraigada en el público y eso les sirvió de mucho a la hora de salir a escena con su punk y ska luego de tan fulminante dosis metalera desplegada en el escenario. Arrancaron con “Don Soluca” y la energía del público se sentía coreando sus canciones que, por el hecho de ser locales, sonaban más delirantes que nunca. La experiencia de esta banda fue decisiva, cuando ya muchos los daban por desaparecidos, se mostraron más vigentes que nunca.
El calor hizo de las suyas y me obligó a salir de la zona de prensa para buscar refresco al inclemente sol cuencano, nuevamente los bomberos hacían su aparición y se armó una fiesta a parte, era una danza de la lluvia particular. Tuve que observar la actuación de “La Doble” desde otro sector, y pude ver su calidad como músicos, su oficio, su dominio instrumental, pero también visualizaba a la gente apagada, desconectada del show, lo cual me hizo pensar ¿fue esa la mejor hora, el mejor día para programar a esta banda? Cumplieron a cabalidad, pero el público no se inmutó.
La expectación que creaba “CURARE” era enorme, saltaron a escena con sobrada energía, venían a mostrarnos “Revive Esperanza” su más reciente CD, y hay que reconocer que esta banda con su propuesta suigeneris ha calado hondo en la gente, que de alguna manera se reconoce y se apropia de su música, la fusión de ritmos andinos sobre una base cuasi hardcore genera una energía inusitada en la gente, a pesar de los problemas de sonido que tuvieron, jamás claudicaron. Destacadísimos.
Era momento de los actos principales. “Carajo” viene precedido de una historia dilatada y su estatus de emblema hardcore no podía más que levantar revuelo, eran quizá los más esperados del día. Este power trio se las trae, su solvencia sobre escenario es impresionante, tuve el chance de verlos en 2009 y se han consolidado con los años. Corvalán tiene la desventaja de ser un bajista-cantante y no puede moverse sobre las tablas, pero no hace falta, transmite fiereza sin moverse, incólume y vociferante. Vilanova es un show aparte, de mis bateros favoritos de Sudamérica, siempre sobrio y preciso. Uno a uno los temas prendieron a un estadio que se rindió a sus pies, hubo tiempo de un encore y de una anecdótica rueda de prensa para la gente de Ultramotora.
“Basca” ha pasado a ser una leyenda, quizá no hay banda que haya tocado más veces en el Quitofest, quizá no hay banda más querida en Cuenca por casi todo tipo de público. Pero no es solamente su historia, es su evolución, el trasfondo de superación que ha experimentado el grupo a lo largo de sus años, logrando un sonido depuradísimo de thrash y acrecentando su background. Otra de las bandas que no tenía ya nada que demostrar, y sin embargo lo hicieron en propio suelo cuencano. Era hora del plato fuerte.
Pienso que había mucho escepticismo a la hora de ver a “Biohazard” y hasta yo mismo debo confesar que le perdí la pista un poco a la banda tras la salida del referente Evan Seinfield, pero sabía de lo que son capaces estos new yorkers. Sin embargo pienso también que nadie estaba preparado para lo que se vendría, una descarga de energía como muy pocas en la historia del festival. “Biohazard” actúan como si sus vidas dependieran de ello; saltan, bromean, organizan moshpits, y van más allá. Billy Graziadei es espectacular, hizo que adecuaran unas escaleras frente al escenario para poder subir y bajar del mismo, e interactuar con la gente, ¡y de qué manera! Subido sobre su público tocó su guitarra demostrando la confianza en sus fans, y en un gesto impensado, casi al final del show subió a decenas de espectadores a escena, algo que desató una locura colectiva y el pánico en la gente de sonido. Como pocas bandas en la historia del festival, Biohazard dio una cátedra hardcore old school pero más allá se mostraron accesibles y sencillos, muy a pesar de nombres o posturas. Un show que deja sabor a satisfacción por donde se lo mire.
Pocas cosas hay que reprochar de este festival y que a la postre mencionarlas no le restaría lustre a una iniciativa muy interesante de mover el escenario a otras plazas. La música prolongada durante días, no hace más que dejarte nostalgia al final, y una sonrisa que dura horas y horas. ¡Hasta el próximo Quitofest!
Fotos:
Fernando Ruiz
Emilio Rodríguez
El Musikólogo