Por: Carla Vera
Circular. Esa quizás sea la palabra que mejor define a Roja, el disco debut de La Máquina Camaleön. Ese es precisamente el movimiento y el dinamismo que mantienen las nueve canciones que conforman el disco. Todas fluyen y mantienen un hilo conductor claro, tanto lírica, como sonoramente.
El punto de partida del recorrido sonoro se da con Facetas, una canción en la que la voz de Felipe Andrés María, El Camaleön, juega el papel protagónico, es un tema cálido que engancha solo con una guitarra. En el minuto 2:50 se da un quiebre que marca el tono del disco. Teclados ochenteros que se fusionan con guitarras reverberadas y una batería que arma relajo.
El mensaje del disco es poderoso. Habla del cambio constante, de los contrastes, de las contradicciones, de caídas, de viajes.
Temas como Los Zanqueros, Hombre Oxidado y El Inmenso se sienten como relatos cantados en los que personajes coquetean con emociones intensas: el amor, el desapego, la sensación de volar y aprender a aterrizar…
Sonoramente, la propuesta de La Máquina Camaleön es una de las más originales de la escena. Hay rasgos de rock, de folk. Las melodías juegan con sintetizadores, teclados psicodélicos y coros envolventes, como Conectado, un tema espiral que vacila con la psicodelia y el pop.
El cierre se da con El Inmenso. Una canción bastante rockera, que invita a bailar.
El constante cambio y movimiento del Camaleön se plasman en Roja, un disco que se sostiene de principio a final. Ninguna de las canciones es estática. Ninguna mantiene la misma fórmula sonora, el factor sorpresa está siempre presente: hay quiebres melódicos y un factor teatral que atrae. Roja cuenta historias casi astrales con las que hasta el más común de los mortales se puede identificar.