En Plan Arteria empezamos este año compartiendo los mejores discos del 2014 según cada uno de nuestros colaboradores. Durante las primeras semanas de enero publicaremos estos listados individuales, para finalizar destacando las mejores producciones ecuatorianas del año.
LOS MEJORES DISCOS DEL 2014 por Carla Vera
La fiesta surf rockera del disco homónimo de la banda quiteña rompió todas las expectativas, las sacudió y las superó. Su LP debut fluye y se lleva un diez en producción. Los Alkaloides hablan de chicas que vienen del futuro, de fiestas con videojuegos, de vampiros y hasta de películas de bajo presupuesto. Todas las melodías hacen que te pongas a bailar. ¡Fiesta asegurada!. Los mejores temas del disco son Bacterias Vivas y Nintendo. Son como una epidemia punk-rockera que se queda en tu cabeza durante semanas. Y sí, ellos no se quieren ir de nuestro organismo.
9 | D’ANGELO & THE VANGUARD / Black Messiah
Después de algunos años de ausencia y días antes de que se acabe el año, D’Angelo regresa a romperlo todo con el grooveo pegajoso de Black Messiah. En 12 canciones, él demuestra que los 14 años que se tomó lejos de los tabloides no fueron en vano. Regresa con un producto pulcro, composiciones increíbles y mucho soul. Perlitas como Ain’t That Easy y Really Love le dan ese aire romanticón. Pero también hay espacio para la crítica social y el juego con elementos electrónicos. Un disco imperdible. Un diez.
Nostalgia acurrucada en 10 canciones. Eso es Atlas, el disco que Real Estate sacó a la luz este año. Encanta sin mucho esfuerzo. Las melodías indie marcan un recorrido acústico que se combina con capas sonoras que vacilan con el folk y la psicodelia. Los temitas que brillan en el álbum son How Might I live, Primitive y The Bend.
La banda quiteña Da Pawn debutó este año con su EP El Peón. En seis canciones, disco cuenta historias oscuras adornadas con melodías que experimentan con los sentidos. Folk, rock, psicodelia… Una de las mejores canciones del EP es Dibujo por hoy, un temita que parece influenciado por los Beatles y el disco Pet Sounds, de los Beach Boys. En él hay un quiebre sonoro que coquetea con la psicodelia y una explosión rockera que atrae hasta el más exigente de los oídos. Reloj de arena, Mares de argumentos y Cambio de tonalidad también fueron himnos imperdibles este año en la escena local.
El pop teatral que trajo el disco Singles atrajo y sorprendió con las poderosas vocales de Samuel Herring, frontman de Future Islands. Él se roba el show en el disco. Su juego melódico es a ratos melancólico, a ratos pesado, a ratos es un lamento que grita. Hay mucho glam, mucho pop y muchas sorpresas sonoras. El disco no es lineal, fluye sin ser predecible. Las mejores canciones son Doves, Seasons (Waiting on You) y Back In The Tall Grass.
Si de algo se habló mucho este año en la música fue de la soledad. En Morning Phase, Beck rasguñó las heridas que le dejó el desamor. Habla de la nostalgia y de la melancolía con letras que se parecen mucho al terreno que ya pisó en 2002 con Sea Change, pero con atmósferas sonoras pulidas, más acurrucadoras e hipnóticas. Las perlitas del disco son Blue Moon, Morning y Heart Is A Drum. En ellas, Beck desnuda su alma acompañado de su guitarra acústica y corales sonoros y vocales. Es un disco que va a la perfección con una botella de su vino favorito y una caja de pañuelos desechables… ¡A todos nos ha pasado!.
4 | THOM YORKE / Tomorrow Modern Boxes
La tristeza nunca sonó también de la mano de Thom Yorke. Su disco llegó de sorpresa y, si bien no es su mejor trabajo como solista, traza un camino sonoro claro en el que juega con muchas texturas electrónicas y su icónico falsete. Los mejores temas del disco son A Brain In The Bottle, There’s No Ice (For My Drink), temas muy Atoms For Peace e Interference, en el que Yorke pinta una hermosa atmósfera nostálgica, es un tema gris, sentido y con exquisitas capas sonoras.
Swans regresó a sacudir cabezas con To Be Kind después de dos años. El follow-up de The Seer es una obra maestra intrigante, oscura, cargada de riffs pesados y una batería que arma relajo. Es un álbum cargado de explosiones sonoras inesperadas, como el melancólico tema con el que se abre el disco, Screen Shot, una canción circular y repetitiva repleta de capas y vocales que se destacan. Oxygen es otra perlita circular pero con una sobrecarga eléctrica y de rock and roll. El cierre llega con la canción que le dio el nombre al disco, To Be Kind, una perla de más de ocho minutos que se abre con texturas casi celestiales y se cierra, como no podría ser de otra manera, con un solo de guitarra poderoso.
Annie Clark rompió todo este año. Su disco St. Vincent marcó su transformación sonora, de look y viaja a galaxias musicales que ni siquiera sabíamos que existían. Clark se luce con sus sensuales y espirales vocales, como en Prince Johnny y Severed Crossed Fingers; hace gala, también, de ser una diosa tocando la guitarra en temas como Birth In Reverse y Bring Me Your Loves y, en vivo, acopla coreografías y bailes casi extraterrestres que se sincronizan a la perfección con la música. No se puede pedir más. St. Vincent hace que viajes a otro planeta y su talento es indescifrable en el mejor sentido de la palabra.
En Manipulator, Ty Segall se lució con una sobredosis de rock n’ roll. Impredecible, pesado e intrigante. Lo más destacable es que Segall se aleja de sus raíces del garage rock con el que salió a la escena en 2002 y sube las revoluciones experimentando con algo mucho más pesado. ¿El resultado? Un deleite sonoro servido en 17 canciones que tardaron casi 14 meses en cocinarse, pero la espera valió la pena. Manipulator, Tall Man Skinny Lady y Green Belly son las imperdibles.