Por: Darío Granja / @dxgranja
Luces de neón, música house, un estribillo potente… y un mensaje político. Bailar siempre fue importante para Alex Anwandter. Desde sus inicios en el 2005 junto a Teleradio Donoso, con quienes elaboró una refrescante apuesta dance punk desde el cono sur, pasando por su proyecto Odisea, hasta la actualidad cuando, desnudo de cualquier seudónimo y con una madurez artística, presentó su aclamado álbum ‘Amiga’ con canciones aptas para destrozar la pista de baile, mientras ahonda en temas que le afectan como la homofobia, la corrupción o el machismo.
En este diálogo, Alex habla sobre su más reciente obra, su incursión en temas políticos y LGBT, así como sus opiniones sobre el contexto musical y social latinoamericano. El pop como arma de disidencia. Bailar con la cabeza en alto.
‘Amiga’ es tu disco más político y social, ¿Qué te incentivó a tomar esta dirección?
Yo siempre he sido una persona muy en sintonía con los temas políticos. Cuando estaba promoviendo mi anterior disco, ‘Rebeldes’ (2011), se generó un movimiento social estudiantil muy fuerte en Chile. Me sentí un poco raro, fue como una especie de autoevaluación que me hice después de estar participando en actividades de ese movimiento estudiantil. Estaba yendo a colegios en toma, a marchas, pero apoyaba con canciones que de cierta manera no hablaban de esos temas que me preocupaban mucho como ciudadano y como persona. Entonces, hubo de mi parte un esfuerzo bastante consciente de incorporar estas temáticas en mi próximo trabajo, de hacerlo mucho más frontalmente y buscar una estrategia para que no fueran simples ejercicios de ir tachando temáticas sociales, canción por canción, sino que fuera algo muy genuino. La estrategia que encontré fue analizar esos aspectos políticos en las esferas más personales de mi vida.
Al escuchar el disco, desde el primer tema existen frases muy fuertes vinculadas a los colectivos LGBT, como: «La iglesia me mando al infierno, y el congreso piensa que estoy enfermo»; para después concluir con: «si quiero prenderle fuego a algo, que sea la iglesia y el congreso». Eres uno de los pocos músicos que han abordado estos temas de una forma tan explícita ¿Cómo fue este proceso?
Es un esfuerzo por encontrar nuevas maneras de ser disidente, de alejarse de estéticas de protesta que ya están obsoletas y que no tienen ningún impacto real o no provocan discusiones porque le predican al coro y no amenazan a nada. Un hombre barbón con una guitarra acústica cantando sobre una lucha que no le pertenece y no le oprime personalmente, no afecta a nadie. Una de esas maneras que encontré fue ser entretenido y usar el lenguaje del pop y estos elementos más accesibles justamente como una nueva táctica de hablar de estos mismos temas, y también en ese mismo camino de crear estas imágenes pregnantes en cuanto a las letras, para que se queden grabadas, como las que tú mencionaste, de «quemar la iglesia y el congreso».
Ya que hablamos de “Siempre es viernes en mi corazón”, en esta canción tienes de invitado a Ale Sergi de Miranda!, y en el disco también cuentas con la colaboración de Julieta Venegas. ¿Cómo sientes este vínculo con estos representantes de la música pop latinoamericana?
Me siento muy conectado con lo que podríamos llamar: «La experiencia latinoamericana». Mi papá es brasilero, así que crecí con esa cultura desde niño, por otro lado mis únicos primos hermanos son peruanos. He viajado mucho a Argentina, tengo muchos amigos mexicanos y entre todos esos lugares que he tenido la suerte de conocer veo elementos culturales en común, y también violencias en común, muchas cosas que hemos heredado del conservadurismo católico, del colonialismo que todavía tenemos súper incorporado inconscientemente. Se me hace un ejercicio muy bonito de conectarnos entre nosotros como pueblos, como parte de una misma cultura y que dialoguemos como artistas. Este no es solo un ejercicio para mí, sino que lo hago con gente que admiro un montón y que son amigos finalmente. Eso me importa mucho.
En estos últimos año se produjo contigo, y se me ocurre también con Julieta Venegas, una clara aproximación a temáticas sociales cuando hace muy poco se hablaba de que el pop alternativo estaba alejado de lo que sucedía en la calle. En Chile se citaba mucho el ejemplo de Astro. ¿Crees que para ciertos artísticas se está volviendo algo instintivo volcarse a temas sociales?
Es una pregunta un poco compleja. Yo no lo llamaría instintivo en la medida que todo nuestro sistema de vida, llamémoslo extremo-neoliberal-super-capitalista que se nos ha impuesto en muchos casos -en el caso de mi país fue impuesto a la fuerza- nos impulsa a pensar como individuos. Entonces tenemos muy erradicado lo que podría ser un instinto comunitario, un instinto de pensar como comunidad, como sociedad, como grupo. En ese sentido todo tipo de música tiende a ser de ese tipo de pensamiento: individualista. Concretamente son canciones sobre la vida íntima de cada cantante y de cada artista, su vida amorosa, sus tribulaciones internas… es muy común. Ahora, lo que sucedía en el ejemplo que tú mencionaste de Astro, era que Andrés no solo defendía eso, sino que atacaba el hecho de estar conectándose con esos temas, específicamente con la dictadura de Chile, como si la dictadura no fuera algo nos afecta hasta el día de hoy. Ahora, yo por supuesto no abogo porque cada canción, de cada artista, de cada rincón del planeta, sea una canción de protesta, es algo absurdo, pero si abogo muy directamente porque los artistas no formemos parte de la invisibilización de esos conflictos.
Ahora que mencionas la necesidad de visibilizar ciertos conflictos, hace pocos días en Ecuador se reveló un caso de violencia de género dentro del sector musical alternativo. También, hace algunos meses se revelaron los casos de abuso de menores de Cristian Aldana de El Otro Yo y las declaraciones misóginas de Gustavo Cordera. ¿Sientes que dentro del rock y pop se reproduce mucho el machismo?
Yo creo que sí, se reproduce absolutamente. Pero no se reproduce más que en cualquier otra área y cualquier otra esfera de nuestra sociedad. Ahora, lo que a mí me interesa desmantelar desde mi trabajo, desde mi posición como músico y como artista, es que esta seudo-mitología del artista como alguien progresivo y tolerante no es necesariamente tal. Como estos ejemplos que tú mencionaste han demostrado. Esa actitud de Gustavo Cordera tiene que ver con un machismo extremadamente transversal, y transversal sobre todo en nuestro tipo de cultura donde hemos heredado esta imagen del macho y la mujer como la contenedora emocional. Eso también existe en la música. A mí me interesa mucho que eso, no sé si la palabra es «se denuncie», pero que se vea, que la gente vea que también es así en la música y me parece súper bien que se arme un escándalo si Gustavo Cordera dice una estupidez como lo que dijo o si Cristian Aldana se dedicó a abusar de niñas de 13 o 14 años durante una década. Pero no considero al rock o la música en particular como un área misógina, creo que la sociedad entera es así.
Hablemos un poco de la música de tu álbum. Hasta cierto punto posee dos caras: un lado con canciones más bailable, donde el synth pop, la música disco y el house brillan, hasta otra cara con canciones mucho más lentas y melancólicas. ¿Cómo fue el proceso de componer musicalmente ‘Amiga’?
La verdad hice un ejercicio que no había hecho antes: no intente poner límites estéticos a las composiciones, es decir, si tal canción me salió naturalmente en guitarra acústica y percibía que tenía ciertas influencias de un ritmo folclórico chileno, no la iba a eliminar del disco solo porque no juntaba con otra que, entrecomillas, pudiese tener una influencia house. Lo hice también producto de una reflexión de cómo siento que hoy escuchamos música todos, o sea se me hace muy raro que alguien solo escuche un tipo de música y no pase como yo, de género a género, en el transcurso de una playlist, o como uno escucha música en la radio. Entonces se me hizo un poco absurdo conmigo hacer un disco que tocará la misma tecla durante diez canciones, por decirlo de alguna manera. El hilo conductor del disco dejé que fuera la sensibilidad mía, que pudiese salir naturalmente y también las temáticas de las canciones, que sí creo que dan cuenta de un foco que tengo como persona.
El 2016 ha sido un año bastante exitoso para ti, tanto por tu disco ‘Amiga’ y también porque estrenaste tu primera película, inspirada en el caso de Daniel Zamudio: ‘Nunca vas a estar solo’, ¿Cómo fue esta experiencia de dirigir y presentar esta historia tan potente, y que lamentablemente fue real?
Hacer una película es un proyecto muy grande, pero al mismo tiempo muy gratificante. Ha sido todo un viaje y ha formado parte de esta misma búsqueda de la que fue parte el disco ‘Amiga’. También me ha permitido viajar un montón y creo que lo que más me ha gustado de la experiencia de la película es algo que no sabía que me iba a gustar tanto, que es ir a festivales por todo el mundo y encontrarme con el público, tener un diálogo, escuchar las reflexiones que tenían al ver la película, y darme cuenta y reafirmar mi creencia de que esas reflexiones y esos diálogos son extremadamente urgentes. Ahora el 2016 terminó con una aplastante bofetada de lo urgente que es, porque básicamente salió un acosador sexual electo en el país más poderoso del mundo. Eso es una validación a un clima moral que uno sentía que iba en retroceso y te das cuenta que no, que el progreso no es en absoluto una línea recta sino que es algo que uno tiene que corregir en el curso e insistir, y en ese sentido siento que el lugar que le di en mi trabajo a esos temas eran tan importantes como yo lo pensaba.
Cuéntame sobre estas reflexiones de la gente que vio la película ¿Qué te decían?, ¿Qué es lo que más les llamó la atención?
Yo creo que dos cosas: por un lado sentí mucho agradecimiento, que es algo que me desarma un poco porque no me lo esperaba, pero me habla también de una necesidad de mucha gente de dejar de ser invisibles y de verse representados literalmente en imágenes como manera de existir. Es el punto de partida para solucionar un problema, que el problema exista, que alguien hable, y diga algo al respecto, independientemente de cual sea el desenlace de la historia o la estética de la película. Mucha gente llora en la película y quiere abrazarme al final. Es bastante fuerte. Y por otro lado, me gustó mucho ver gente que no ha tenido contacto con este tipo de temáticas, sobretodo gente de más edad, y escucharlos reflexionar casi en voz alta sobre la necesidad de estas historias. Mucha gente mayor me preguntaba por ejemplo: «¿cuál es la necesidad de mostrar una escena de sexo gay?», y encuentro una pregunta muy bonita porque es honesta y viene desde la inconsciencia de que esas imágenes están prohibidas en el fondo, y ese es un tipo de agresión. El sexo entre dos hombres o dos mujeres está extremadamente prohibido en nuestra sociedad, no así el sexo heterosexual, y eso es algo que simplemente damos por sentado. Entonces, cuando uno ve una escena de sexo gay medianamente gráfica, ni siquiera muy gráfica, uno siente que eso es algo casi radical, pero me encanta la idea y la oportunidad de apuntar que no, que lo que vivimos es radical, no ver eso. Eso es normal, sucede mucho.
¿Crees que hay un avance social en cuestión al tema gay en Chile?
Esa es una pregunta que me hacen bastante y siempre tengo mucha dificultad para responder, porque el proceso en este tipo de cosas se me hace muy difícil de medir si sucede aunque sea un ataque violento. Aunque le quiebren la cara a una sola persona, a esa persona se me haría difícil decirle que las cosas están progresando. En el fondo estamos bien todos o no está bien nadie. Ahora, tampoco hay que ser tan dogmático y supongo que sí, antes de Daniel Zamudio no teníamos ni siquiera una ley antidiscriminación, por otro lado la semana pasada golpearon y le desfiguraron la cara a un chico en Chile, a unas pocas cuadras de donde yo grabé la escena de la golpiza de mi película. Entonces es muy difícil para mí decir: «sí, estamos mejor». Quizás estamos mejor, pero pucha que falta por hacer.