Mientras que toda la comunidad hipster quiteña se rasgaba las vestiduras por perderse a ‘Ed’ Droste -vocalista de Grizzly Bear- tomar unas cervezas artesanales en el Bandidos, ocurría que en la misma ciudad y casi al mismo tiempo, el chileno Fernando Milagros llegaba para dar un show.
Y es que, como su apellido, el recital se dio al final ‘de milagro’ ya que Fernando estuvo ‘de tumbo en tumbo’ entre cancelaciones y cambios de locación. Finalmente el bar La Estación le abrió las puertas, el pasado miércoles 7 de junio, para el recital que estuvo conformado de un modesto equipo de trabajo de tres músicos, un sonidista y un tipo que estaba pendiente de la seguridad de la banda.
La singular mezcla de folk, rock, pop y otros géneros que no me voy a molestar en enumerar, llenó el pequeño escenario con la potencia de una orquesta entera.
El impecable sonido hizo que los detalles sonoros de cada tema se escuchen a la perfección, entre secuencias, loops, la batería y las líneas del bajo. Todo en su lugar se complementó con la voz del chileno, quien ofreció un repertorio sacado mayormente de su último disco ‘Milagros’.
El disfrute del tímido público quiteño era evidente, entre platos de comida y algunas bebidas que iban y venían, los intensos aplausos entre canciones se sentían sinceros y eufóricos.
Milagros, antes de terminar hizo una pequeña pausa, un necesario ‘encore’ del cual regresó para tocar dos títulos más.
Previamente se dirigió al público con un imperativo “ahorita sí se me paran todos”, lo que llevó a que se produzca el segundo milagro de la jornada, que el público quiteño se atreva a desenchufar su culo de la comodidad de los asientos y, al menos, hiciera un esbozo de ‘cabeceo dancístico’ al son de ‘Reina japonesa’, popular sencillo de este chileno que se burla de las fronteras.