octubre 22, 2019

Sal y Mileto. 25 años de rock libre ecuatoriano

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sal y mileto, 25 años de aniversario

3 de octubre 2019. Afuera, en las calles del centro de Quito, el asfalto escupe fuego. El gas lacrimógeno y el humo de las llantas quemadas se abrazan, forman una neblina tóxica. El pueblo está cabreado. Hace dos días el gobierno anunció nuevas medidas económicas. Entre ellas, eliminar el subsidio a los combustibles, aka incrementar el precio de la vida. ¿Cómo expresar esta bronca, el bajón del Mal Komún, la idea de vivir y resistir en esta patria? Pienso en Sal y Mileto. Este mes la banda cumple 25 años.

Texto: Darío Granja / Fotos: Ana Lucía Zapata / Video: Esteban Coloma

Cuando el presidente Lenín Moreno firmó el Decreto 883 -que daría paso a la crisis social e institucional más grave de los últimos 14 años del país- Igor Icaza compartió en sus redes sociales un mensaje miletero: Tristemente vigente el «Aguanta» ke kompusimos hace casi dos dékadas. Moreno marioneta del FMI no la vas a tener fácil. ¡Resistimos! Junto al texto, un video grabado en vivo en julio 2018 en el Parque de las Diversidades, al sur de Quito, donde el trío interpretó aquel himno visceral escrito por Franco Aguirre durante el feriado bancario. La canción es un rugido que sacude la tierra. Un conjunto de vibraciones que cambia la densidad del aire de forma gradual, para terminar en un desfogue de rabia contenida en su coro. Algo así como un piedrazo directo al rostro de las fuerzas que nos gobiernan cuando éstas piden calma: «¡Aguanta qué pues hijue puta!».

En ese contexto, dos días después del inicio del paro nacional, me reúno con Igor, Franco y Lucho. El power trío base de Sal y Mileto. El encuentro lo acordamos hace varias semanas, a propósito de la celebración de los 25 años del primer concierto de la banda, realizado en Latacunga el 15 de octubre de 1994, en el Teatro de la Casa de la Cultura, Núcleo de Cotopaxi. Para una banda que es sinónimo de identidad nacional y libertad, su posición contestataria sobre la clase política del país es clara. Hay indignación y repudio. «Nosotros estamos de parte de las minorías, de parte de la gente diferente y en contra de los grupos de poder y de la gente arribista que cree que el país se maneja como una hacienda», comenta Igor Icaza, baterista y uno de los obreros más aguerridos del rock nacional.

El país y los acontecimientos sociales siempre fueron parte de su inspiración. Así, en los momentos de crisis, cuando el futuro parece algo ajeno, Franco Aguirre lanza una idea como un chaleco salvavidas. «Al estar así de indefensos, ¿qué nos queda? ¡defender lo que somos! Eso es lo que Mileto dice: a ver, ¿qué soy?, ¿qué somos?». Sobre esta misma idea, Igor piensa en la relación tanto personal como musical con sus seguidores. «Somos ecuatorianos, vivimos en la capital desde, en mi caso, más de 28 años. El Lucho nació en Guayaquil pero después vino acá. El Franco nació en Santiago de Chile pero vive aquí. Es decir, somos una banda quiteña que no es de quiteños, pero que sabemos cómo funciona esta ciudad y este país, porque ya somos gente que tiene sus años y la experiencia de estar en el medio artístico. También hemos visto las atrocidades de la clase política y de los grupos de poder. Entonces, es hermoso saber que muchas letras se han convertido en himnos, en soundtracks de muchos seguidores que encontraron la fórmula de tener una banda suya. Una banda de Ecuador que toca canciones que hablan de sus vivencias».

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Desde su primer disco publicado en 1999, Sal y Mileto mostró una identidad artística potente. Su música navegaba con soltura por diferentes subgéneros del rock, pero sonaba tan auténtica como un pasillo. A su vez, las letras acariciaban la poesía, algunas eran una radiografía de la absurda realidad nacional de los noventa. Con un oído atento y la sensibilidad suficiente era fácil identificarse con ellos. Unirse a su ritual de rock libre ecuatoriano. «Viéndolo desde un punto de vista exterior, Mileto significa un momento muy especial en la música ecuatoriana. Es una de las bandas que desarrolló un lenguaje propio, un estilo tanto musical como una posición frente a las cosas en el momento histórico», dice Lucho «Pelucho» Enríquez, guitarrista de Mileto, quien también habla desde la perspectiva de un seguidor de los primeros años de la agrupación, cuando estaba Paúl Segovia.

La trayectoria de la banda contiene la crudeza y belleza de su música. Para Igor, Sal y Mileto es la vida. «Es una historia que tiene todo. Desde el más profundo dolor que es la muerte de Paúl, nuestro hermano al que vamos a querer y extrañar siempre, hasta puntos fantásticos en la cuestión artística, de llegar a consolidar obras que justamente se vuelvan parte de la vida de otros, no sólo la nuestra». En este recuento de creaciones están sus siete producciones discográficas; los conciertos y festivales en Ecuador, Colombia, Argentina, Estados Unidos y Europa por los cuales han transitado; y sobre todo, el fuerte vínculo con su público de tres generaciones diferentes. «Es la historia de una familia que se ha unido, que se ha desunido, pero por suerte aquí estamos los tres y tenemos la posibilidad de hacer honor a la música que se hizo antes y también presentar la música que estamos haciendo ahora», concluye Icaza.

Si bien recorrer 25 años de carrera artística no ha sido fácil, la posibilidad de crear y tocar juntos es un fuerte impulso para continuar. «Seguimos divirtiéndonos, que es lo más hermoso del rock and roll, género que atraviesa toda nuestra música. Que haya una buena energía entre los tres y que sigamos creando es como para festejar cada día» comenta Igor. Por su parte, al hablar del paso del tiempo y de crecer junto la banda, Franco agrega: «Me gusta mi vida, me gusta haber hecho la elección que hice. No pensaba más que en la idea de encontrarme en este mundo y a través de esta música me encuentro. Así que es un gozo tocar con el Lucho y el Igor. Estamos como guaguas y creo que esa es una fuerza super grande para llevar la vejez con dignidad. Uno disfruta de los encuentros con el público, de ver un buen mosh, que la gente cante los temas y que nos acompañen. Eso es algo que nos tiene trabajando».

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Ahora, la banda prepara una gira por varias ciudades del país, que iniciará en Latacunga el 16 de noviembre; la reedición del disco Tres (2003) y el lanzamiento de su propia cerveza. Varios motivos para reencontrarse con su público en aquellos rituales casi sagrados que son sus presentaciones en vivo. Espacios donde Mileto edifica su figura de banda de culto. «Me acuerdo del primer concierto que toqué con Mileto, en Cuenca. Fue algo muy sentimental. En lo musical, tocar en Mileto no me significó desafíos en lo técnico sino en el feeling. Ponerse al nivel del feeling de Mileto fue más el reto. Es como una celebración siempre. Si tú no te subes [al escenario] con todo el corazón abierto y con todo el ñeque, simplemente no suena a Mileto», dice Lucho sobre la energía que comparten en vivo. Igor complementa: “Si no se canta con el sentimiento más profundo que te dé tu ‘wacho’ (corazón) en ese momento, no es Sal y Mileto. Nosotros tenemos que ritualizar full antes que salir, para entregarlo todo. Sea en un concierto chiquito o en un concierto grande hacemos lo mismo”.

A nivel compositivo, Sal y Mileto tampoco se detiene. Todavía no hay fecha para su próximo disco, pero tienen nuevas canciones. «Somos músicos que no nos gusta estar en la nostalgia. Yo disfruto muchísimo sólo de improvisar, entender y encontrar lenguajes en el momento», comenta Igor sobre el proceso de creación. «La improvisación para los tres es súper importante. Ni siquiera para grabar, sino para divertirnos. Si algo sale y se convierte en una maqueta, bacán, pero nosotros estamos contentos que la energía fluya”. Por su parte, Lucho resalta la idea de no repetirse y buscar nuevos caminos. «La idea del nuevo disco es romper un poco las fórmulas y tratar de redescubrirse a sí mismo, al menos para mí es eso. Ver qué más puede salir de esta mente, de este cuerpo y de este colectivo».

De esta manera, mientras en las calles la represión policial aumenta y la paciencia se agota, en una nueva época oscura para el país, Sal y Mileto abre grietas que filtran luz para mirarnos. Quizás, como dice Franco, en estos momentos es cuando más necesitamos defender la idea de lo que somos. Encontrar fuerza en los gritos que viajan con el viento. Escuchar el rock libre ecuatoriano es una invitación a resistir.

Recorre la discografía de Sal y Mileto en el siguiente video:

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