El dúo festeja 10 años de trayectoria. Como parte de la celebración, entregó su música a quienes los inspiraron y estuvieron cerca en esta década. Nos juntamos en un parque para hablar del tiempo y las ‘equis’. Nada más latino que esto.
Texto y fotos: Adrián Gusqui
Hace una década, Emilia Bahamonde y David Yépez tenían planes diferentes a sus bandas de ese momento. Estaban agotados de manejar grupos que no buscaban lo mismo que ellos. Se juntaron emocional y laboralmente para estrenar en 2010 a la banda que, etimológicamente, no significa nada.
Eso fue hace 3650 días (sin contar años bisiestos), o sea: 10 años.
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Faltan tres días para la navidad del 2020. Ambos están en Ecuador por un asunto familiar, viven en México hace algunos años. En otra entrevista leo una respuesta que me ha costado conseguir: “no sentimos que somos parte de una escena en Ecuador. Hace poco, en una entrevista en radio nos dijeron que somos los incomprendidos de la escena”, reza el texto. En la memoria local, Sexores vive en varios festivales importantes del país. Estuvo en el Quitofest del 2015, el Funka Fest del 2019 o en las Fiestas de Cuenca del 2017, por mencionar algunos momentos. Sin embargo, esa memoria se resquebraja por el estilo cambiante de la banda, que ha aprovechado sus diez años de carrera para viajar por el mundo, llegando a extremos imposibles para una agrupación nacional, como Rusia y Berlín en 2014 o Bolivia en 2018.
Con cuatro discos en el bolsillo, en 2020 estrenaron un álbum recopilatorio en el que buscaron a bandas amigas o que les han inspirado, para interpretar sus mayores éxitos en esta década.
Nos encontramos en el ‘Parque Feliz’. Un pequeño rincón en una hondonada de La Floresta, en Quito. Emilia y David visten de un negro completo, de pies a cabeza. Decidimos, tácitamente, hablar en un espacio abierto por lo jodido del Covid. –¿Qué sienten al tener ya 10 años? Tienen un bebé ahí, o bueno, un niño ya-, pregunto. Emilia es quien ríe y responde primero, “ha sido un crecimiento tanto de nosotros como profesionalmente, el conocer a tantos amigos y amigas en el camino. Tocar con tantos chicos y chicas de alrededor del mundo. Ha sido una experiencia muy bonita llegar a este punto de madurez, pero también nos preguntamos qué va a pasar, ¿no?”. David la secunda con que “ha sido todo un viaje. Mucho aprendizaje, con caídas. Aprender cosas y experimentar con la música. Con el hecho de estar viajando, nos ha cambiado mucho la perspectiva de cómo hacer nuestra música para que la gente la pueda digerir”.
Adrián: En el regreso de Can Can con Azul de la Distancia, ellos cantan ‘¿Qué somos? Absurda escena’, ¿Qué más viene para ustedes tras los diez años?
Emilia: Ahora ya estamos componiendo para el próximo disco. Tenemos algunas ideas en mente porque no hemos trabajado con productores de afuera y queremos ver si podemos coproducir con alguien más, para ver cómo nos va. Porque generalmente hemos producido nosotros con la ayuda de alguien más y creo que parte de aprender es colaborar.
Justamente las colaboraciones conforman su último disco, ‘X’, -¿cómo explicas la música de Sexores a otro/a músico?-, pregunto. Emilia responde con cierto orgullo, plantado en que las bandas tuvieron la libertad en su ejecución. “Yo les dije: ‘tú escúchale y tú siéntele’. A todos y todas nunca les impusimos nada. Quizá sí les decíamos que, si quieres ponerte loco o loca, hazlo”. “Cuando hablamos con las bandas les dejamos claro que queríamos que sean libres. Por ejemplo, hay canciones que son muy apegadas a la versión original, como la de Koala Precipicio, que es más oscura que la versión original, pero sigue el mismo patrón rítmico”, agrega David.
Los proyectos que participan en este disco son: Fryturama, Koala Precipicio, Dreyma, Kusama, Nax, Todas las Anteriores, Amparo Carmen Teresa Yolanda, Ghost Transmition, Challenger, Itzel Noyz, Fotogramas y Tonicamo. El rumbo de la producción corrió una suerte de viaje en la vida de ambos integrantes de la agrupación, rescatando bandas latinas, nacionales y europeas.
“Hubo una curaduría muy cercana con la banda en cuanto a colaboraciones en giras o con la gente que ha sido parte de Sexores, además con bandas que nos gustan. Sigue la senda de Salamanca, que también es un disco muy colaborativo y tiene canciones que tampoco tocamos nosotros”, responde David sobre el asunto de buscar a las bandas indicadas.
El viaje de esta banda recurre a un proceso académico como base; saber vender una canción, moverse y hablar con la gente indicada, son algunas de las causas para que ‘la música rara’ de estos ecuatorianos conozca su escena con bastante propiedad. Dicen que para llegar a lugares tan raros “es necesario estudiar”. “David tiene una maestría en Gestión Cultural, yo en Música como arte interdisciplinar. Ahora estoy haciendo un doctorado en Tecnología musical. Creo que, si no estudias en una institución, debes leer mucho sobre cómo gestionar tus proyectos, cómo relacionarte con otras personas, cómo hacer tus lanzamientos. Esas cosas las hemos estudiado mucho porque he visto que hay proyectos excelentes, pero a veces no saben cómo salir y mucho creen que alguien va a venir y los va a hacer famosos”, dice Emilia. David agrega que “es super importante el trabajo en equipo y armar estrategias. Eso es lo que falta, no sólo en Ecuador, sino en España, México… Es muy común que bandas se queden estancadas porque no pueden armar estas estrategias de difusión. Si sabes cómo manejar esas estrategias un disco puede vivir uno, dos años”.
Aún así, esta idea de sobrevivencia académica no fue la razón por la que esta banda nació y sigue evolucionando. Sobre los inicios y la previa de Sexores, Emilia recuerda a otras bandas como piezas clave. “Yo tenía a Niños Caníbales, que después esos chicos integraron otra banda llamada Neon Pilots. Estuvo Diego Pérez, Leo Murales, Cristina Echeverria, que estuvo en MUNN y Gaby Yánez que ahora es profesora en la UDLA (Universidad de Las Américas)”. “Mi banda era Lesbo, teníamos la idea de ser una banda mezcla entre The Jesus and Mary Chain y Placebo con Smashing Pumpkings, muy noise y muy pop. Creo que la banda en sí era un cliché. Todos teníamos la intención de triunfar, pero al final era una banda que solo yo la movía y se acabó. Ahí fue que con Emilia pensamos sacar una banda que pueda trabajar en equipo y lo demás es historia”, recuerda David, mientras mira hacia arriba, recuperando memorias con cierto trabajo.
A: ¿Qué explicación tiene la cantidad de integrantes alrededor de los años?
Emilia: Es una banda con músicos itinerantes, con chicos y chicas que entran y quizás están en un momento, quieren compartir con nosotros y cuando sientan la libertad pueden irse de la banda. Los chicos y chicas que entrar son todo un aprendizaje. Todo el bagaje que Sexores tiene detrás es gracias a todos los amigos y amigas que han estado en el grupo.
David: El núcleo de la banda es Emilia y yo. Creemos que si alguno de los dos llega a faltar, Sexores ya no existiría.
A: Y ahora queda Sexores, ¿alguna vez los etiquetaron de ser una banda erótica?
D: ¡Sí! Nuestro antiguo sitio web ahora lo tiene un sitio pornográfico. A Instagram nos enviaban fotos de nudes, preguntando si queríamos sexo. Les decía que no somos una página de porno, que lean bien la descripción. El nombre salió de una lluvia de ideas escritas en una libreta. Era un nombre que salió de una vez que estábamos muy ebrios. No tiene ningún significado.
La banda transcurrió un camino inhóspito durante estos diez años, que los obligó a encontrar, romper y pulir lo que deseaban componer. Sobre los primero años David comenta que “éramos una banda que tenía mucha gente y muchos amigos. Los conciertos terminaban llenándose, pero no nos sentíamos conforme con esa identidad”. Emilia dice que “no había sonido”.
La solución fue la aceptación de la escena a la que pertenecían y el objetivo era intentar llegar a ese nicho. Lo lograron, pero no aquí. “Aquí hay micro escenas”, dice Emilia, “donde nosotros pertenecemos es la gótica, que no tiene mucha gente y no va a llenar un festival. Pero si vamos a otro país, que tiene una cantidad más grande de personas, si lo va a llenar. La música que hacemos no tiene un nicho muy grande en Ecuador. Pero cuando tocamos en la Casa Pucará se llenó y fue bueno para nosotros”. David toma la palabra recordando su participación en varios festivales que no respondían a lo que componían. “Tocamos en muchos festivales, pero no encontrábamos nuestro público. En Casa Pucará, en 2017, descubrimos a nuestro público. Entre 2015 y 2016 perdimos el tiempo buscando nuestro público entre festivales donde la gente buscaba otras cosas”.
Sin embargo, esta actitud de separación no apaña su intención por colaborar con gente fuera de su zona de confort, como en sus últimos dos discos, donde la unión fue la manera de explicar lo que quieren conseguir: aportar y recibir. Emilia concluye con que “colaborar es todo” y David que el objetivo es “ir más allá de nuestro círculo de confianza”. Ambos resumen su plan en que “lo bueno es que la música termina uniendo, todo lo que separan otros sectores, la música lo une”.
Un perro nos acompaña en ciertas partes de la entrevista, que ha situado a tres personas en un parque de Quito, reunidos como en una salida para ponernos al día. Volverán a México una semana después de este encuentro, tras un regreso obligado a Ecuador, donde los recuerdos de su adolescencia se mezclan con la tristeza que perciben en la ciudad de Quito. Han crecido y no son parte de ningún lugar. Viajan para compartir y hacerse escuchar, para no sólo ser el invitado raro en la fiesta de sus diez años de vida.