Hablamos con Pablo y Vladimir sobre la presencia de la electrónica en sus discos. Nos cuentan sobre la composición, la recopilación de sonidos hogareños y por qué apostarle a este género en medio de la nada.
Texto: Adrián Gusqui / Fotos: Cortesía Vladimir Kusijanovic y Pablo No.
“Debe ser tan ignorable como interesante”, dijo Brian Eno, sobre el viaje de la música ambient hacia quien la encuentre, que “mientras la música convencional de fondo se produce para despojar de todo sentido de duda e incertidumbre a la música, el ambient retiene esas cualidades”.
Aunque el término ‘musique d’ameublement’ ya corría por el mundo en 1917, dentro de la cabeza del pianista francés Erik Satie (la mente detrás de ‘Trois Gymnopédies’), Eno fue quien la popularizó con la obra que dejó. Inició con ‘Discreet Music’, la piedra inicial dentro del género que, para entenderlo de manera puntual, concentra su interés en las tonalidades, más allá de ritmos y estructuras.
Pablo Suárez toma su pseudónimo, ‘Pablo No.’, de la negatividad que conocidos suponen de sí mismo. Una suposición sencilla que se asocia a ese toque de bruma y nostalgia con la que se aferra a su música, pero no es la única explicación. Su carrera se divide entre bandas del mismo círculo capitalino, estas son: Porno. y Pequeñas Derrotas. Además, gestionó algunos festivales en el pasado, con su sello discográfico Pop Sucio Records.
Sobre su EP, Suárez explica que es una obra que no existiría sin dos temas apremiantes: la pandemia y Brian Eno; del último, exactamente por el álbum ‘Ambient 1/Music For Airports’ (1978). El músico británico le concedió una razón para explicar el confinamiento mediante sonidos que encontraba en su casa todo este tiempo de encierro, debido a la pandemia del COVID-19.
Lo que Pablo creó le sirvió para ambientar el espacio donde vivió todo ese tiempo, intentó darle una personalidad al lugar y a cada ‘instrumento’ que era parte del EP. ‘Instrumento’ entre comillas, porque los objetos que fueron parte de las canciones eran artículos del hogar o acciones poco ortodoxas. Admite que la composición causó que se obsesione con lo que escucha a diario, “ahora sé cómo suena cada cosa en esta casa”, dice.
Él reunía sonidos de su entorno privado para crear un orden y a veces algunos aparecían por casualidad. “Una vez salí a la terraza y escuché una reja eléctrica de un edificio lejano. Eso pudo estar sonando tres años y no me di cuenta, pero con esto (la reunión de sonidos) ahora sé que existe. Por ejemplo, ahora sé cómo suena cuando se prende el calefón de la casa, sólo escuchándolo”, cuenta.
Su EP nace de su tesis sobre el minimalismo musical. De hecho, la canción II (Llaves) fue un deber de la clase de electroacústica. Dice que la influencia de Eno se puede resumir en una frase, “el ambient debe ser música que funcione con el ambiente”. Aunque obvia, esta oración responde al título de la última producción del artista quiteño, que expresa en cada una de las tres canciones una familiaridad con el ambiente mutuo para todo el mundo en 2020: nuestra habitación.
– ¿Tu ‘banda’ fueron los objetos de tu cuarto y los 20 metros fuera de tu casa?
-Sí. Por ejemplo, la segunda canción la hice mientras me bañaba. Lo que escuchas era el agua de la ducha mientras caía.
La naturalidad y la curaduría de los sonidos se elaboraron con absoluta sencillez. “Cogí grabaciones de sonidos minúsculos, los corté, les puse efectos e hice gigantes, entonces esa era mi interpretación, porque organizar los sonidos en el tiempo ya es música. Sólo les amplifique y veía qué pasaba”, dice. Basado en un algoritmo del programa Logic, Pablo afirma que los resultados no eran de su conocimiento hasta el final.
La estrategia era que este algoritmo mezclaba los sonidos recolectados en una canción, sin actividad del artista, “de las dos primeras composiciones yo no tenía control del resultado final. Era: exportemos y si me agrada, está. Fue algo a propósito, para experimentar”, aclara. Con esta estrategia buscó que su papel de productor tome el valor suficiente dentro de su composición, que terminó hecha en su habitación y con un micrófono.
En Guayaquil está Vladimir, quien explica a su primer álbum, ‘Templanza’, como un mensaje desde su interior hacia los demás, basándose en la búsqueda de un sonido equilibrado, corriente a la tranquilidad con la que todo el álbum ha llegado hasta su estreno. El guayaquileño hace parte de la escena musical de su ciudad desde un largo tiempo. Estuvo en bandas importantes del circuito, como De Pelucas y El General Villamil. Ahora mismo, su proyección sonora se ha centrado en productos más dedicados al detalle de un espacio o emoción. Ejemplo de lo segundo es el disco que estrenó a finales del 2020, que tiene un ejercicio de recopilación de sonidos y samples que heredan los primeros pasos del músico en su andar solista.
La búsqueda de respuestas o una explicación concreta a sus emociones. Esa fue la forma en que muchas de las canciones del álbum del guayaquileño se desarrollaron. “Tenía muchas cosas. Sentimientos y ansiedades más que nada”, cuenta. Agrega que la intención del disco era liberar esas “preguntas recurrentes” que lo merodeaban, porque, según él: “es importante estar bien contigo mismo dentro de tu cabeza”.
Con un concepto equilibrado y dentro de un estilo bastante meditativo, Vladimir intentó en cada sonido encontrar ese punto medio entre el desastre y la paz absoluta. Afirma que, a pesar de la naturaleza del disco, su producción fue veloz. Quería liberarse de estas canciones porque lo necesitaba. El resultado es un viaje de ocho canciones a un mundo sonoro bastante etéreo.
Define su influencia de varias partes, desde las bandas en las que tocó y que apostaban a un sonido más rock-psicodélico, a personajes que le enseñaron jazz, dándole un trato especial al 2016 y su encuentro en Youtube con el chileno Nicolás Jaar, de quien podemos entender con más cercanía la propuesta de Vladimir.
-¿Consideras a Templanza un disco ambient?
-Yo lo considero electrónica, porque hay tantos subgéneros dentro de ella, que yo me pierdo. Los productores que a mí me gustan, hacen electrónica o ambient…pero en realidad ya tienen su sonido propio.
A pesar de su preferencia por la electrónica admite que, la forma y el concepto, tienen elementos de ambient. Dentro de esto, rescata que siempre cuando viaja a cualquier lugar lleva su grabadora para capturar sonidos de los destinos a donde va. Si no la lleva, usa el celular. Esta curaduría le ha permitido presumir un archivo de más de 80 gigas de sonidos en su computadora, que los reúne junto a samples y demás recolecciones en internet.
Sobre si la escena del género puede explotar en el país, ambos músicos concuerdan en que hay una puerta que habrá que abrirla. Pablo dice lo siguiente: “es un buen paso para una mayor apertura de proyectos de experimentación sonora y a esta electrónica…puedo estar hablando huevadas, pero a esta electrónica alternativa. Porque ahora conociendo más gente, hay bastantes personas que hacen esto”. Menciona a Kike Landívar, en Guayaquil, una ciudad que, según Suárez, es afortunada por su ubicación.
“Guayaquil se presta más porque influyen factores importantes. La demografía y la geografía por el hecho que sea un puerto. Allá te topas con gente que tiene cosas muy raras. Tú sólo mira el set de Morfeo o lo mismo con David Rojas”.
Vladimir se suma a la esperanza por nuevos o renovados espacios a proyectos electrónicos en el circuito, dice que “se pueden abrir espacios, porque no todo entra en el mismo lugar que el de las bandas. Es una experiencia diferente. Además, hay mucha gente que lo está haciendo, como Zoroxxe (en Quito) o la misma Vero Monsh (quien colabora con Vladimir en la canción Altamar)”.
Por parte de Pablo, se desconoce si avanzará con más producciones dentro del género, pero estrenó este 19 de febrero una canción titulada Menos por Menos da Más, algo que ha etiquetado de ser “más convencional”. Mientras tanto, Vladimir prepara el lanzamiento de los B-Sides de Templanza para marzo.
Si quieres escuchar la música de ambos, acá debajo les dejamos sus perfiles de Spotify.