Neoma en Quito, un concierto para sentirse en casa

Inicio 9 Destacados 9 Neoma en Quito, un concierto para sentirse en casa

El 14 de mayo de 2022 en Quito, Neoma volvió a la capital de los ecuatorianos después de un año. Así se lo vivió entre amigos, alcohol y una garganta destruida.

Texto: Adrián Gusqui | Fotos: Manuel Chang

Esta noche comienza en la autopista de la Intervalles. Tres personas montadas en un Uber hablan de su vida amorosa. Toman vasos semillenos de Switch para llegar ‘prendidos’ al concierto.

– ¿Cuál fue tu último vacile? – pregunta alguien. Alguno responde con su última historia de amor. Triste o carnal. Esporádica o que aún no cicatriza. Cada cuento sirve. Sueltan su lengua según avanza el viaje y la botella se vacía. La costumbre es vieja y se sustenta en el alto precio del alcohol dentro del venue. Muchos conocen a esta fase de la noche como ‘la preli’, puede ser en un departamento con tus amigos, en el ‘veredazo’ afuera del concierto o en una autopista montados en un Uber.

El destino es el Soundgarden de Tumbaco, donde se realiza la quinta fecha del Hyperreal Tour de Neoma, cantante ecuatoriana que cumple con la gira de su último disco, Hyperreal, y que -a la fecha del concierto en Quito- cubrió fechas en Denver, Bogotá y Riobamba. La única que no se pudo cumplir fue la del 7 de mayo en Medellín, cancelada por problemas climáticos y de logística.  

El nuevo disco de Neoma fue lanzado el 29 de abril del 2022, dos semanas antes de este día.

La entrada al lugar del concierto queda en una calle finita, a pocos metros de un local de calistenia que siempre está vacío por las noches. Llegar a la puerta desde donde el Uber nos deja toma un minuto de caminata en una calle adoquinada por donde también entran los autos al estacionamiento. Al llegar no hay nadie haciendo fila, son cerca de las 21:00. Por mensajes de whatsapp de mi mejor amigo que estaba en la fila, sé que los asistentes pudieron pasar al concierto hace sólo treinta minutos. En el afiche la hora de inicio es a las 18:00, pero parece ser un dato fallido.

Hay un cúmulo de gente reunida a un lado de la entrada hablando con una persona. Serán veinte o quince. Son menores de edad que no sabían que el concierto era +18 y la persona con quien hablan es el tour manager de Neoma, David Machuca, quien intenta darles una solución. Me acerco a ellos y tienen caras de no saber qué hacer o a dónde ir porque la noche se les acabó. “No podemos entrar al concierto, pero nos prometen un Meet & Greet”, dice una de las personas del grupo. Un muchacho propone su terraza para que la noche no muera tan rápido. Nadie confirma este plan, pero está sobre la mesa. Los más frustrados dicen que en los anuncios no se explicaba que era para mayores de edad. Un dato que se presta a la ambigüedad, porque en la plataforma de Meet2Go sí está que será un concierto para mayores de edad, pero en las publicaciones de Neoma esto no queda claro.

David luego se acerca a hablar conmigo y otras personas con este problema. No puede hacer mucho. Tendrán que volver a casa y la aplicación se encargará de devolverles el valor de la entrada. Ya luego, en una pequeña conversación con los guardias del lugar, me dicen que la policía les puede caer en cualquier momento. “Ya ha pasado antes”, dice uno de ellos, aguantando una pequeña risa.

Pasan quince minutos y los menores de edad desaparecen del predio. Se han rendido. No se puede hacer nada.

Yo entro al concierto. Olvido ponerme la mascarilla y el Switch está llegando a la cima de mi coronilla, casi a su peak. Me sigue quedando claro que, entrar a un concierto en estos meses, es regresar al 2018, tener 19 años y olvidar que hubo una pandemia.

Entro en medio show de Paula García, artista quiteña que hace pocas semanas lanzó su sencillo Hey Linda. El público aún está desperdigado por las mesas que están lejos del escenario, aunque un grupo de celulares con sus dueños ya marcan su territorio en primera fila. Paula abre al segundo telonero, Derian Diorian, músico del Puyo que acompaña a Neoma en algunas fechas de su gira. Con Derian es que la historia toma un tono más familiar y el público se acumula, de a poco, en las primeras filas, que en realidad son espacios destinados a estar parados lo más cerca posible de los parlantes y el armatoste del escenario.

El espectáculo es una reunión muy simpática entre Derian y sus amigos, que son gran parte del público que lo fueron a ver. Viste un rompevientos de colores y atraviesa todo el show hasta que se lo quita en las baladas del final. Yo, por lo pronto, sudo como un cerdo. Salto y grito hasta que mi voz da su alarma que me dice “CÁLLATE”. En realidad, me lo dice un muchacho con espalda de madera al frente mío, que no me da permiso para acercarme al grupo de personas que saltan y sienten el concierto como yo. Precisa una actitud de mierda, esa de quedarse quieto admirando el ruido cuando lo que hay que hacer es volverte loco con el prójimo que más te identifica. Es una parejita que me enfrenta con frases perdidas en los sonidos distorsionados del show. No les entiendo un carajo, pero si supiera leer labios, adivino a que los dos me dijeron: “cálmate, ganamos el puesto”. ¿Qué puesto? ¿Desde cuándo apropiarse del piso es tan determinante?

Me calmo. Derian ha llegado a las canciones suaves para cerrar su participación en la noche y casi todos se unen a la coreografía de izquierda a derecha, como culebras hipnóticas, con la única aspiración por amar. Yo resiento un poco este mood, el sudor recorre mis ojos casi como lágrimas. Tengo la cara caliente y ensalzada. El show es una buena entrada para dos cosas: juntar energía y disfrutar con tus contemporáneos.

Dorian -cómo se llama Derian Diorian- baja al público y se une al grupo de amigos. Ernesto, el tecladista y antes parte del público en concierto pasados, viste un gorro de algún animal salvaje, pero prefiere decir que es un furro. Tienen caras parecidas a cualquier fotografía de un graduado. El orgullo siamés entre estos dos músicos me es cercano, porque crecimos casi que juntos en los últimos meses. Son generaciones recientes que están llegando a donde antes sólo veían de lejos.

La espera hacia Neoma las cumplo con ellos y mi mejor amigo que estaba en la fila desde muy temprano. Luego se juntan más conocidos de las fiestas. Músicos, extraños y personas que nos ven bailar y gritar. Que sólo necesitan soltarse y dejar bien de lado la amargura de muchos espaldas de madera, como el que me encontré antes.

Alguien inicia un grito y dos más le siguen. Luego diez y después es imposible contar. La banda de Neoma pasa al escenario para subirse de una vez a tocar. Son las once de la noche en punto, Danny, Aaron y Levy son los primeros en pasar a su puesto. Neoma es la última en pasar y los gritos se juntan en un desorden monumental, de chillidos adolescentes y la energía que muchos venían soportando desde las seis de la tarde. Hyperreal abre el setlist. Neoma y Danny visten con rojo sangre, uniformados de lado a lado. La suavidad de esta primera canción es precisa, no implica gastar energía, la guarda para el segundo intento de la banda. Atacan con Real, un himno que desintegra las gargantas de los más fanáticos. Me incluyo. El sonido es tremendo, deja sentir con mucha claridad el talento vocal de Neoma. Cuatro veces me regreso al rostro de mi mejor amigo a decirle: “qué bestia esta man, canta demasiado bien”.

Respondemos con una mueca que asiente lo que no se puede negar.

TKM sigue la línea y esta canción bastarda cuenta con el detalle melodioso de la voz de Aaron. Dulce y densa la voz, se puede decir que el espectáculo empieza con el pie derecho. De los inicios más confianzudos que he visto de un artista nacional y con la dirección clarísima en el orden de las canciones.

Estoy con el resto de mis amigos coreando cada canción. Muchas no se quedan porque el cerebro apunta mal a la mezcla de idiomas, pero tararear se le permite a cualquiera. Algunas canciones son tan tiktokeras, que con saberte el coro es suficiente para pasártela bien. En otras te arrepientes de no pasar inglés en la universidad. Es importante recordar que hasta en las partes donde sólo hay vocales extendidas como letra, el público se desvivía alargándolas aún más de lo predicho.

Llega un momento esperado en la gira. Pedro Bonfim, de Lolabúm, sube al escenario para cantar la colaboración que tienen en Cuando Quieres Jugar Conmigo. El desarrollo de la canción está plagado por una fuerte tensión corporal entre todos ahí arriba. Acá abajo el coreo es muy sincrónico, si estás esta noche aquí es porque te sabes esta canción. La tensión engorda tanto en los labios de todos los músicos y termina en un beso apasionado y muy rápido entre Pedro y Danny Pauta. Quedan petrificados con sus rostros liberados de ansiedad. Era predecible que pase, acá la libertad de besos y abrazos está permitida entre quienes sientan. Allá arriba, acá abajo y ahí adentro.

Don’t Easy, No Digas Más y Don’t Call Me Again siguen una regla parecida con la energía del espectáculo. Parece una fiesta muy embellecida de cualquier serie adolescente. Se respiran hormonas aceleradas e intensas alrededor, confundidas entre olor a weed y axila sin desodorante. Losing You es una de las últimas canciones para pertenecer a esta energía, porque después vendrá Say You Love Me, una oportunidad para relajarse, prender la linterna de los celulares o la focha casi sin gas de la gente. ¿Querías un show completo? Me parece que acá lo tuviste.

En su etapa final, el grupo que armamos para alentar cada momento del concierto ha tomado el monopolio del público. Empezamos siendo tres y ahora somos doce o más. Suficientes para transformar el “if you wanna, if you wanna” de Young en “MARIHUANA…MARIHUANA”. El cambio de letra descompone en risas a Neoma y todos se juntan a replicar el coro. Para este entonces mis amígdalas son un chiste o un invento. Gritar es, literalmente, ofrecer una parte de mi garganta al pueblo. Tengo todo roto por dentro pero creo que lo vale.

Pero eso no es todo. Tears At Bae sigue la fiesta, un “ole ole ole…Neooo…Neooo” se suma y Fixxion dice presente para terminarlo todo. Aún así, nadie es ingenuo en el recinto. Piden otra y no hay una canción, hay dos. Los tiempos al suelo porque la espera se lo merece. Into You e Himno relajan los minutos finales.

Fin.

La noche para algunos acaba con un ritual extraño de perreo entre todos. La banda, Neoma, Danny, Dorian, Aaron, Levy y quien desee conectar en el dj set de GLTTR. Fotos vienen y encuentros se proclaman en pasos hasta el piso, con serios golpes entre glúteos y sonrisas jóvenes, de fans y amigos, en una misma comunidad.

Si me pongo cómico, esto parece una fiesta familiar, donde los primos del extranjero vinieron a dejarnos un regalo tan grande como el concierto y tan necesario como ofrecer la conexión entre quienes vivimos de Instagram para adentro. Es seguro que luego de estas semanas, Neoma, allegados, colegas musicales y demás involucrados, crearon alguna canción o refrescaron las ganas, a veces muertas, dentro de la escena alterna del país. En este regreso y gira, se siente que estamos al frente de un proyecto tan desarrollado que ofrece con muchísima claridad el contenido y la inspiración que proyectos nuevos, o en desarrollo constante, necesitan. Productores, periodistas, músicos o mánagers se nutren del ejemplo ajeno y más si este se mezcla con humildad y buenas intenciones con todos los involucrados dentro de un circuito. Nadie tiene un apellido más bacán, la piel más clara o muchas influencias nepotistas. Sólo hay puro talento que se transmite de uno a otro, sin pasar por selecciones a dedo, sino por coincidencias de Instagram, de algún concierto o por casualidades muy merecidas de viajar por varias partes del mundo.

Molesto a mi memoria con que este fue el top 2 de los conciertos de mi vida. La molesto, porque ella lucha consigo misma para encontrar una comparación. Le es difícil. Si uno va a un concierto de Neoma en 2022, lo puede entender. Si la escucha, también. Las oportunidades son más claras que nunca.  

Pin It on Pinterest