​​El Muro Fest: Una construcción desde la resistencia

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Por: Diego Pazmiño  | Fotos: Archivo El Muro Fest / Telón de Acero

Voces, memoria y hardcore punk 

El Muro Fest es la cuna de varias bandas de la historia del hardcore punk ecuatoriano. Entre algunos nombres, están agrupaciones desaparecidas -como Estado de Coma o Disturbio Urbano– y otras aún activas, como Mortal Decision, grupo neural del hardcore capitalino, formado en 1991 y que luego de más de 30 años de actividad sigue vigente en los escenarios ecuatorianos.

Su fundador, Willy Campaña, habla así de estos primeros días: “El Muro era nuestro lugar de encuentro. Yo venía de Luluncoto, pero en la Pululahua vivían algunos miembros fundadores de Mortal. En el barrio incluso conozco a la madre de mis hijos y ahí formo Mortal Decision”. Al principio estuvo involucrado en la organización: “Mortal siempre estuvo en la organización, en los primeros años especialmente, ya que varios integrantes iniciales vivían en el lugar. Luego, al ver que la afluencia de gente creció de buena forma y se fue organizando mejor, tanto económica como musicalmente, es cuando Mortal deja de ser parte de la organización y pasa a ser parte del festival solo musicalmente”.

Y así como el Muro de Chimbacalle fue la cuna de varias bandas, a decir de la organización, también “es la casa de todos”. En sus carteles se han impreso nombres como Notoken, Kaos, Dementes, Txk, Amigos de lo Ajeno, La Treme, Nebuxys, Oponente Interno, etc.

Entre las bandas más representativas del punk local, que han tocado en el festival, está Antipatikos. Formada en 1996, luego de la disolución de su primera agrupación, llamada Soluka Punk, parte de la historia del movimiento local. Sus miembros integraron el “Parche punk”, un grupo de amigos que se reunía en la Mariscal para compartir su pasión por este género musical. Venían de todo Quito a reunirse en un monumento frente al Centro Comercial Espiral; luego salían “en pata” a dar sus vueltas y hacer sus revueltas. Eran días sin celular, y a decir de Diego Maestre, bajista y cantante de Antipatikos, “si ya no llegabas, te perdías de la joda”.

Diego, conocido como “Beavis”, dice que el bicho del punk entró a su vida desde muy temprano. Así recuerda su vinculación con la gente del Muro: “Tenía unos 14 o 15 años cuando me llegó un casete que tenía en un lado Enemigo Público y en el otro Mortal Decision, que eran del Muro, por el año 93 o 94. Ahí empecé a ir a los conciertos de punk, que eran sobre todo en el sur. Luego, en el 2001, tocó con nosotros David García, baterista de Mortal. Ahí tocamos una temporada de algunos años con ellos de arriba para abajo”. En el sur aparecían en los carteles nombres importantes como la mencionada Enemigo Público, que desde el barrio El Calzado, fueron parte de la consolidación del movimiento en la ciudad.

En este 2022, la banda que abrió el Muro Fest se llama Radio Kriminal. Formada en el 2003, con integrantes de barrios como Cotocollao y el Valle de los Chillos, hacen hardcore punk desde el corazón. Su vocalista, Javier Loza, comenta sobre la experiencia de tocar en el Muro como algo “a tope”, y piensa que pasar por las tablas de este festival es ser parte de la historia del hardcore nacional. 

Un festival en la calle

Cada Muro Fest arranca a las 3 de la tarde. Arman la tarima la noche anterior, sobre la calle Pululahua, a cuadra y media del Teatro México, lo que resulta importante debido a que es la calle en la que vivían varios integrantes de bandas y del colectivo. Los preparativos empiezan muy temprano y a eso de las 7 de la noche ya está todo levantado y limpio. La organización se ha constituido en el Colectivo El Muro y, como tal, se vincula activamente con Chimbacalle. A veces ayudan en tareas de minga y limpieza, otras recolectan donaciones o arman y reparten fundas de caramelos en navidad, lo que ha generado una buena relación entre el festival y los moradores del sector.  

Pero en un inicio esta vinculación con la comunidad tuvo otros alcances. El evento, que empezó siendo una parrillada entre amigos para celebrar el día del padre, y que luego de varios años se ha convertido en el festival de hardcore punk más representativo de la ciudad, empezó siendo una válvula de escape para la juventud de Chimbacalle, que crecía entre la delincuencia traída por pandillas que asentaron sus actividades en el sector.

A finales de los años 90, la violencia que se respiraba en el barrio era enorme. Chimbacalle era un sector caliente, pues Latin Kings y Slimers se enfrentaban en sus calles, a diario. Al ver que los jóvenes del barrio se reunían alrededor de una guitarra, comida, canciones de rocanrol, y lejos de las pandillas, los adultos vieron a esta forma de expresión con buena cara. Poco a poco se fueron sumando varios invitados al encuentro anual. La tarima y bandas se hicieron más grandes y mejores, y la organización del evento requirió recursos técnicos más complejos. Quizá el ruido es muy fuerte para los mayores, quienes no están acostumbrados a este sonido, pero la actitud solidaria y respetuosa de todas las partes marca la dinámica de El Muro Fest, año tras año. 

Es en este contexto que surge la idea de organizar un evento de música, pero que va más allá de ser un concierto de bandas de todo el país, pues su ideología, antecedentes e historia le aportan vida y personalidad. Una de las personas que en la juventud vivía en el barrio y se vinculó a la organización del festival, desde siempre, es Omar Ruiz, quien resume la esencia del evento así: “el Muro es un festival de puertas abiertas para todo el mundo”.

Esta idea de inclusividad e integración también justifica su gratuidad, pues sus organizadores hablan de que así fue como empezó, como una reunión en la que todos quienes asistían, tenían un plato de comida. El origen de este festival tiene la graciosa particularidad de que ha quedado perdido en el tiempo, pues algunas personas hablan de que la primera parrillada fue en el 91, otros en el 93, otros me dicen que el evento como tal empezó en el 2005. En fin, es un evento que está tan arraigado a la historia personal de sus integrantes, que su retrospectiva se mezcla entre la inexactitud de ser un recuerdo colectivo. El tema es que ahora, mas de 25 años después, el festival aún es gratuito y recibe en sus esquinas a todos quienes necesitan una dosis intensa de música embalada.

Otro sentido filosófico de ser un festival en la calle es el hecho de que el hardcore y el punk son géneros de música basados en lo vivencial, que se portan en el cuerpo, que se manifiestan en las calles y que marcan la forma de ser y de pensar de cada persona que lo lleva como un rasgo central de su personalidad. De alguna manera, estos géneros son una forma de vida, una militancia dentro de la urbe. Las esquinas, los barrios, las calles son conceptos centrales para esta música que, justamente, narra en sus tonadas aceleradas, vivencias personales e ideas colectivas, y gritan, a voz en cuello, su insatisfacción ante un sistema que critican abiertamente. Por esta razón, ir a una esquina, dentro de un emblemático barrio quiteño, para escuchar música, tomarse un trago y disfrutar de la compañía de personas con la que has crecido, hace que el ambiente y la energía del festival siempre estén marcados por la buena onda y la camaradería. 

El Muro se toma el Teatro

La evolución del evento es notoria y quizá para algunas personas esto sea algo discutible, pues han dejado la calle para tomarse un espacio oficial de la cultura local: el Teatro México. Ya la pequeña calle Pululahua no daba abasto para recibir a los cientos de asistentes que se dan cita cada junio, y que según Omar, “aún no hemos llegado a nuestro techo”. Es por esto que han gestionado una alianza con dicho teatro para la realización del festival en sus instalaciones. Por motivos de pandemia, los dos años pasados el evento fue on line. A partir de este 2022 el festival ya se abrió al público aún en gratuidad, bajo el eslogan: “El Muro se toma el teatro”. Luego de varios años resistiendo en una calle capitalina, el festival entra a un espacio oficial, no por haber dejado atrás su origen y esencia, sino con la intención de brindar una experiencia mucho más profesional a músicos y al público.

“Tarde o temprano iba a pasar, el teatro está inserto en el barrio, y es una institución que se debe a la comunidad. Al ser un centro generador de cultura, la alianza con el Teatro México se convierte en pieza estratégica para el crecimiento del festival” me dice Omar, quien recuerda que a finales de los 90 se refugiaban en sus instalaciones, pero entrando por la puerta de atrás y saltándose las paredes, para guarecerse de las lluvias: “Ahora hemos entrado por la puerta grande”.

El resultado ha sido un evento a la altura técnica de los grandes festivales del país, en donde la bandera de la diversidad hizo que El Muro Fest pase de ser 100% hardcore punk, a ser un evento en donde se presentaron bandas de ska, de synth pop experimental, de rocanrol, y claro, sin olvidar la música que lo vio nacer y que corre por sus venas. Les invito a ver la grabación del evento:

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