Daymé Arocena, música de encuentros

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Por: Diego Pazmiño / Fotos: Ana Lucía Zapata

El festival Ecuador Jazz 2022 cerró su agenda el domingo 25 de septiembre, con un concierto en la Plaza del Teatro, donde se presentó la cantante, compositora, directora coral y arreglista cubana Daymé Arocena, quien subió al escenario con todo su carisma y el virtuosismo de sus músicos, junto a los que propone un jazz que se encuentra con varios géneros de la tradición musical afrocubana.

Unos días antes del show pude conversar con ella durante casi una hora, en los palcos del Teatro Sucre. Su actitud abierta a la prensa local dejó ver la buena onda con la que llegó al país. Al hablar de sus canciones, ella ríe, en general siempre ríe, fuerte, con todo el cuerpo. Recuerda que poco después de su rito de iniciación en la santería, cuando se coronó como hija de Yemayá, orisha yoruba que representa al mar, ella empezó a soñar canciones. Dice que le venían melodías enteras en sus sueños, y que le pasaban cosas extrañas, como soñar con otras cantantes que le hablaban, o con patrones rítmicos con los que despertaba. Daymé plantea una relación íntima entre su música y su espiritualidad, ambas mestizas, tanto la santería, que es una religión cubana cuyo sincretismo junta a Occidente con África en un sistema filosófico donde santos católicos y orishas africanos conviven en rituales, cantos y creencias, como en su propuesta musical, donde transitan varios géneros musicales.

Ella mezcla jazz con guaguancó, con chachacha, con rumba. Si bien nunca tuvo una formación formal en jazz, cuenta que desde que empezó en una big band, donde le invitaron a cantar a sus 15 años, le agarró un gusto especial a esta música. Sin embargo el purismo y la actitud acartonada no es parte de su propuesta. Daymé coquetea con varias sonoridades y tradiciones musicales, y experimenta con su voz, misma que puede presentarnos un canto limpio venido de su formación coral, como una voz estilizada típica del bolero, rítmica venida del sonido caribeño o experimental, en gestos como el scat, venido del mundo del jazz. Su propuesta es un lugar de encuentros, en donde distintas tradiciones confluyen dentro de una música que te hace mover el cuerpo, sin ser estrictamente bailable.

A Daymé la han catalogado, revistas como The Guardian o Billboard, como la siguiente gran estrella cubana de la música, y sin duda estas proyecciones se están convirtiendo en realidad. Con su banda han tocado en el mundo entero, han tocado en prestigiosos festivales de jazz y eventos de música experimental. Han viajado por todo el mundo, incluso frente a las complicaciones que un artista cubano tiene de hacerlo, por el tema de libre tránsito y visaje. Daymé no pierde la oportunidad de cuestionar en sus entrevistas al régimen de la revolución cubana, mismo que según la artista, no tiene vigencia y ha ocasionado que este país se haya detenido en el tiempo.

Nos cuenta que para poder tocar en Cuba tienes que pertenecer a una empresa de artistas que te permita cobrar, sin el riesgo de cometer un delito. Esto significa que cada artista debe hacer una audición y atravesar una serie de procesos burocráticos para conseguir su licencia profesional. Sin embargo, Daymé ríe, no pierde ni su motivación ni su alegría, y ríe cuando recuerda que nunca aprobó en estas audiciones, por lo que, irónicamente, ha tocado en cientos de ciudades, pero no puede presentarse profesionalmente en su lugar de origen. Por esta, y otras razones, decidió mudarse a Canadá, y desde ahí manejar a su banda, que para eventos debe reunir a sus músicos de distintos puntos del globo.

Rafael Aldama, su bajista, aún vive en Cuba, y secunda a Daymé cuando comenta la dura situación que tienen los artistas en la actualidad. Él toca un bajo de 6 cuerdas que pudo comprar en el extranjero e ingresar a la isla luego de pagar impuestos que le avalen a hacerlo, pues me cuentan que en su país no hay tiendas musicales, y la única forma de acceder a instrumentos es mediante escuelas de formación o pagando impuestos para ingresarlos.

Sin duda es una situación compleja, que por el momento no quiere ser el centro de este artículo, pues aquí vinimos a hablar de la música de Daymé, hija de Yemayá, diosa del agua. Daymé nació en 1992, un día de tormenta en el que La Habana se inundó. Me cuenta que el hospital donde nació se sumergió hasta la segunda planta, y tuvo que salir en los brazos de sus padres lo antes posible. Parece que desde su nacimiento estuvo marcada por la abundante fuerza y versatilidad del agua.

Le pregunté en qué se identifica con el océano, y dijo que en lo impredecible, en la amplitud de su personalidad, que puede ser calmada y serena, y de un momento a otro convertirse en una tormenta; y esto es justamente lo que vimos en su espectáculo, una mujer templada, de carácter, que proyecta fuerza y sensibilidad a la vez, una mujer que se mueve en el escenario, que le habla al público, que ríe a voz en cuello cuando presenta sus canciones, y luego las canta con solemnidad y entrega. Su puesta en escena es jovial, les habla a sus músicos, hace bromas, y luego, cierra los ojos y se entrega al canto. Su voz hizo retumbar a la Plaza del Teatro, que incluso al aire libre, y con amenaza de tormenta (otra vez el agua que la persigue), mantuvo atento al público quiteño que, sin miedo al aguacero, estuvo de principio a fin del concierto.

Daymé dice que no será la última vez que vendrá a Quito, y que la siguiente espera presentar su nuevo disco. Ojalá podamos encontrarnos de nuevo en el país con esta poderosa voz, y si no es en la realidad de un escenario ecuatoriano, esperemos que por lo menos sea en uno de esos mágicos sueños que a ella le inspiran.

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