Por: Carlo Celi / Fotos: Ana Lucía Zapata
La idea de que los instrumentos no eran un juguete rondó la mente de Mauro Samaniego desde que era un niño. A partir de ese momento, su acercamiento progresivo a la música lo llevó a convertirse en uno de los principales referentes de la escena independiente ecuatoriana.
Durante la década de 2010, lideró varias bandas nacionales como Tótem, Da Pawn y Tripulación de Osos. Diez años después, y a puertas de la pandemia del Covid-19, Mauro decidió viajar a México para darle un rumbo distinto a su carrera musical.
A partir de ese momento sumó a su discografía tres álbumes, uno como solista y dos con sus proyectos grupales; colaboró como guitarrista y compositor con la cantante Paola Navarrete y realizó varias giras en Ecuador, Colombia, Perú y México. Actualmente se encuentra de nuevo en el país, a punto de lanzar otro disco con Da Pawn y a las puertas de grabar una nueva producción en solitario.
Los primeros movimientos
—¿Cómo empieza todo? ¿Qué fue lo que te acercó al mundo de la música?
—Mi primer acercamiento fue como oyente. Recuerdo que una vez mi papá puso una canción que él mismo no supo explicarme cuál era, pero que, tiempo después, caché que era So Lonely, de The Police. Cuando mis viejos ponían rock de los años 70, ese sonido me parecía especial. Allí me volví fan de la música.
—¿Qué edad tenías?
—Nací en el 90. Pero en 1998, un hecho influyó mucho en mi filosofía y visión de la música: En casa de mi abuelo tenían un órgano que no me permitían tocar, por ahí había también la guitarra de alguien que me era intocable. Eso clavó en mi cabeza la idea de que los instrumentos no eran un juguete. Llegué a los 14 o 15 y mi viejo me preguntó si quería tocar la guitarra, le dije que siempre quise la batería, pero me respondió que no había espacio, así que me propuso tocar la guitarra primero.
—¿Tocabas canciones de fogata?
—Sí. A mí me enseñaron la guitarra con baladas, boleros y valses.
—¿Cómo terminaste de cantante?
—Mi papá me metió a clases con un profesor llamado Betto Kazz, quien fue profesor también de Juan Fernando Velasco.
De tótem a peón
—Recuerdo que tu segunda banda, Tótem, fue más mediática.
—A los 16 años conocí a Pedro Ortiz, un man del Valle de Los Chillos, y al Camaleón (Felipe Lizarzaburu). A ellos les presenté al Fer Prócel y formamos Tótem. Seguíamos tocando covers en inglés, pero también empezamos a componer en español.
—¿En algún punto se fueron a vivir a Argentina?
—Para Argentina fuimos el Felipe y yo. Estuve dos años por allá. Anteas había estudiado un año en la universidad San Francisco, todo allí estaba estandarizado hacia el jazz, y tenía claro que quería ser compositor de rock, fue ahí que decidí estudiar sonido.
—¿Qué pasó con Tótem?
—Antes de ir a Argentina, el Felipe ya empezó a hacer sus temas propios y cantarlos. Él era más autodidacta, mientras que yo siempre he sido más de querer estudiar. El Feli tiene una profundidad más abstracta, más artística y conceptual de las cosas.
—¿Qué significo esta ruptura para ti?
—O sea, no fue ruptura de amistad, pero siento que nuestra inmadurez nos hizo crear una rivalidad que no era real, pues ambos nos deseábamos lo mejor. ¡Aunque él quería hacer lo mismo que yo! (risas). Al final decidimos que sería más bacán que haya dos bandas. Así se separó Tótem, de una forma amistosa.
—Y empezaste a subir tus temas acústicos.
—Para mí fue como una época de transición de la escena. Tuve la suerte de subir música a la plataforma Soundcloud y sonar luego en Radio Cocoa y Plan Arteria; hacía lo que podía con lo que tenía.
—¿Y cómo nació la idea de Da Pawn?
—Fue allá, en Argentina. Luego de graduarme me dije que tenía que volver. Me contacté entonces con el Pichu (Daniel Pasquel), quien estaba interesado en grabar remixes de temas de Can Can. Decidí armarme una nueva banda. Me di cuenta entonces que mi nivel musical había crecido en dos años.
—Y se vino el primer disco
—En Yaruquí produjimos ‘El Peón’, con el Felipe Andino y conmigo como productores. El ingeniero de grabación fue Chelo Suárez, un pana que creció a la par con nosotros. Luego tuvimos el chance de mezclar con un man llamado Beau Raymond, en Oregon, quien había grabado a Devendra Banhart. Siento que ese disco formó mucho mi música, siempre perseguí este sonido sesentero, me metí en que esta música iba más conmigo.
Un peón para dos caballos
—Pero pronto armaste otra banda.
—Sí. Luego empezamos a formar Tripulación de Osos, fue un grupo basado en la amistad, una idea que teníamos desde los 12 años y que no sabíamos cómo hacerla, que fuimos creando casi simultáneamente con Da Pawn, luego de haber grabado El Peón y hacer el disco Robormiga.
—¿Cómo lo manejabas?
—Se me salió de control. ¿Cuál es la probabilidad de tener dos bandas y que te vaya bien? No pensé que iba a pasar. No tenía idea que tocaríamos en otros países, que nos mandemos giras en montón de lugares.
—¿Cómo lidiaste con el reconocimiento público?
—Creo que quien te diga que eso no te afecta te está mintiendo. Una mala reseña sí te afecta, incluso que te digan que “eres un genio”. Hasta cierto punto siento que fui muy hostil con el reconocimiento, cuidando mi cabeza y mi mente, sin desviarme de lo importante para mí, que era hacer buena música.
Migrar, ser solista, volver a empezar
—¿Es este momento de quiebre empiezas con tu proyecto de Mauro Samaniego solista?
—Primero pensé un proyecto de cantautor roquero. Comencé a hacer otras canciones con un sonido más extenso y nuevo. Lo hice entre 2018 y 2019. Al final, el disco Simona (2022) siento que resume toda mi etapa roquera, songwriter y acústica; es el disco con más colaboraciones que he tenido (Andrés Benavides, Miguel Ángel Espinosa, Miguel Sevilla, entre otros).
—¿Cómo te cayó la pandemia?
—El toque de queda me cogió en el teatro Sánchez Aguilar, de Guayaquil. No pudimos tocar, regresamos a Quito y me quedé encerrado con un master listo con todo lo que había hecho en los últimos años. Empecé a ver qué hacer, comencé a tocar piano y a hacer otro disco, 20 20, que publiqué en Spotify. Luego me mudé a México, en septiembre.
—¿Por qué te fuiste a México y decidiste cambiar toda tu vida cuando ni siquiera acababa la pandemia?
—Porque en 2018 había viajado a México y me gustó. También sentía que mi rol en la escena ecuatoriana ya era repetitivo. Quería ver qué pasaba sin yo figurar.
—¿Qué le dejó México a tu sonido?
La necesidad mía de escribir mejor. Yo tengo mucha influencia anglo o argentina que es más metafórica. Ellos tienen una forma de expresar más directa. México hizo que me enfoque más en las letras.
—¿Nuevos amigos?
—Me fui luego a grabar a Seattle en diciembre de 2021 con el bajista de Los Shins (Yuuki Mathews) quien mezcló el último EP de Tripulación de Osos. Con Yuuki nos hicimos panas, fue una experiencia increíble, también toqué allá (Seattle) y conocí a gente. Yuuki mezcló el nuevo disco de Da Pawn.
—En redes veo que armas giras extensas muy rápido.
—La cuestión es que con Da Pawn ya teníamos experiencia en eso. Conversamos fechas con la gente, cojo el carro y trepamos el P.A. (sistema de sonido) y los instrumentos en la cajuela. Yo me costeo la gasolina. Hay conciertos donde asisten cincuenta personas y otros donde llegan quince, pero es lo que hay que hacer.
—¿Cómo ves la escena actual?
—Siento que todo gira más a la fiesta y el reguetón. Veo eso desde la superficie. Por más de que se esté reactivando todo, siento que ya no es como antes. La música alternativa volvió a bajar en tendencias.
—¿La música está en las redes?
—Ahora la gente dice “quiero escuchar esta canción que me salió en el TikTok“.
—¿Qué esperas de Da Pawn?
—Da Pawn es un reto que quiero mantener vivo, hasta cuando tenga 70 años, nos escuche gente o no. Que sea una banda icónica de una generación entera, como estas bandas que te narran la historia de un país, independientemente del éxito industrial.
—¿Tuviste un 2022 muy movido?
—En marzo del año pasado hice una gira de 16 fechas en Ecuador, lancé un disco en México, fui con Da Pawn a Perú y Colombia, regresé para otra gira en Ecuador, grabé guitarras y colaboré en composición en el próximo disco de Paola Navarrete y luego regresé a México para nuevas fechas.
—¿Cuál es tu base actual?
—Me voy a quedar más tiempo en Ecuador. Ahora tengo la base aquí. Siento que acá ya se están activando los shows en vivo. También tengo unos camellos de producción que me ayudan a costear mis proyectos y tener más ingresos para invertir. Básicamente es un cambio estratégico.
—¿Un concierto en vivo vale más que mil likes?
—Confío en la cosa orgánica de que la gente te vea en vivo y formes una base de fans. Un impacto real y no sólo publicidad de Instagram. No me fio de la volatibilidad de Internet. Ya tengo Tik Tok, ya abrí mi cabeza a esto.
—¿Qué trae el 2023?
—Sacaremos el nuevo disco de Da Pawn, es mi disco favorito hasta ahora. Grabaré un nuevo disco mío, solista. Voy a volver a México este año y quiero ver si viajo a España. El año anterior mi realidad fue viajar y quiero mantener esa mentalidad.
—¿Te jode que algunos te conozcan como ‘el Da Pawn’, más allá de tu nombre o eso ya es anecdótico?
—(Risas) Cuando chamo, quizás. Hay cosas que, con el tiempo, ya no importan. Siento que es una bendición ya no tener veinte años, ahora sólo quiero poder hacer música y vivir bien.