Jaime, el anarquista

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Por: Diego Pazmiño / Fotos: Cortesía Jaime Guevara

Una alargada figura apareció tras la cortina del gas lacrimógeno con el que se pretendía desperdigar a las manifestaciones en contra del Gobierno de Lucio Gutierrez, en el año 2005. Esa semana de abril pasaría a la historia del Ecuador con el nombre de la “Rebelión de los forajidos” y provocó el derrocamiento de dicho Presidente. Aquella figura, enorme, llevaba una boina negra, larga trenza, vestía de negro con una bufanda palestina roja, botas y empuñaba una guitarra que se extendía naturalmente de sus manos, como quinta extremidad a la que, sin miedo, entonaba en medio de la represión de las fuerzas del orden.

El abundante gas, sumado a la herida en mi rodilla ocasionada por el impacto de una bomba disparada a quemarropa, hizo que me abandone a la suerte de ser capturado. Estando echado en la calle, escuché el blues de aquella musical figura, y mi ánimo se elevó. Era el cantautor Jaime Guevara, quien se me acercó y dijo: “Tranquilo guambra, levántate”, mientras colocaba a su “dama curvilínea” en la espalda y me extendía la mano. “No corras, vamos tranquilos”, dijo, y salimos del callejón con calma y libertad. “Nunca he corrido de los chapas” dice, entre sonrisas.

“El cantor de contrabando”, conocido así por su emblemático disco “De contrabando” salido en el año 1996, se ha parado en distintas calles y escenarios con su música, desde hace 50 años. Nació en 1954, siempre tuvo inclinación a la música y el rock. Cuando vivía en San Marcos, durante su infancia, vio a lo lejos a un señor vestido a la usanza de la nueva onda de los 60, cuya estética se vio marcada por personajes como Palito Ortega, Enrique Guzman o el mismo Elvis Presley, y le llamó la atención. Poco después, a los 11 años, escuchó The Beatles y nació en su interior las ganas de hacer música propia y tener una banda.

Se reunió con algunos amigos para formar una banda parecida a la de los liverpulianos, sin mayor conocimiento de lo que hacían. Cucharas de palo, ollas, bombos viejos y guitarras destempladas fueron sus instrumentos. Jaime buscaba emular la fonética de las letras mediante tarareos y un balbuceo que, poco después, definió otra de sus marcas dentro de la incipiente escena rockera ecuatoriana: la traducción de canciones del inglés, para criollizarlas en un español coloquial, con la intención de que todos los panas puedan cantarlas cómodamente. Entre sus más célebres versiones está la de “Cerdos de la guerra”, traducción del himno “War pigs” de Black Sabbath.

Ya de adolescente, en el barrio El Dorado, andaba con la jorga de hippies andinos, quienes saludaban diciendo “paz hermano”, tenían los pelos largos y vestían con pantalones acampanados y camisas de colores. Empezaron a profesar la revolución del amor y la No violencia en la mitad del mundo, pero el tema resultó complicado en un país marcado por procesos dictatoriales y represivos. Este devenir político opresor ocasionó el despertar del interés político de Jaime, quien empieza a delimitar su línea de pensamiento dentro de los preceptos del anarquismo, ideología que termina de consolidarse dentro de él cuando, durante la guerra de Paquisha, presenció cómo varios sectores de la izquierda pactaron con el gobierno para apoyar el proceso bélico; por lo que se distanció de los mismos.

Sobre su activismo dentro de causas sociales, siempre a través de la música, dice que todo empezó en el barrio Toctiuco, cuando un amigo argentino le invitó a una protesta debido al asesinato del candidato presidencial Abdón Calderón Muñoz. Luego haría su primera canción con temática política, llamada “Azúcar sangrienta” que narra la historia de la matanza de centenares de campesinos relacionados con la huelga dentro del ingenio azucarero Aztra.

Desde la década de los 70, hasta el sol de hoy, Jaime no ha dejado el activismo, ni la música, ni ha dejado de ondear la bandera negra del anarquismo. Ha sido parte de la mayoría de procesos sociales del país, siendo uno de los más significativos el llevado a cabo cada miércoles, durante casi 20 años, en la Plaza Grande, con motivo de encontrar respuestas y responsables del atroz asesinato de los hermanos Restrepo. También ha sido parte de la constitución de organizaciones como la Coordinadora de Artistas Populares, el Movimiento Pro Libertad Artística y Juvenil, que denunciaba la persecución y violación a los derechos humanos que vivían los rockeros, así como de grupos culturales como el Taller Literario La Pedrada Zurda.

A pesar de ser reconocido como un cantor social y de protesta, su música no se limita, y va más allá. Ha experimentado y fusionado varios géneros musicales, como el blues, rock, tangos, boleros, sambas, sanjuanes e incluso ha compuesto canciones infantiles. Compone mediante la métrica del romance y las coplas, con versos cortos e ingeniosos que le han dado una personalidad bien definida a sus canciones. Esta chispa y sentido del humor, negro como su bandera, también son su firma sobre el escenario, en donde habla con rima e ironía. Sus canciones dejan ver su aguda inteligencia, así como su sensibilidad y el profundo amor a su familia, a su madre, a sus hijas y nieta.

Desde siempre fue un rebelde, al cantar en español cuando el inglés estaba de moda, al componer canciones propias, cuando ser intérprete era el camino para hacerte un nombre en la música, al dejarse el pelo largo cuando incluso estuvo prohibido durante las dictaduras militares. No le ha temido a la represión, ni a la cárcel, ni a las intimidaciones. Fue un abierto opositor del gobierno de León Febres Cordero, quizá uno de los más violentos del país. Rodrigo Borja lo envió a prisión en varias ocasiones, y este gobierno fue el autor de la ridícula detención de su guitarra, confiscada por ser considerada como un cuerpo de delito.

A pesar de toda la persecución que ha sufrido, nunca se ha corrido de un chapa, no ha temido a dictadores ni presidentes, no ha callado ninguna injusticia, y luego de innumerables encanadas, toletazos e intimidaciones, sigue en pie y cantando. Su memoria privilegiada le permite recordar año y mes de las 5 décadas de recuerdos que tiene encima, dentro del ambiente bohemio ecuatoriano. Es uno de los pocos bohemios abstemios del país, tiene una dieta vegetariana desde hace años, y es coherente a su anarquismo, entre otras cosas, por haber rechazado miles de dólares en concesiones con Estados y Gobiernos.

Jaime es ejemplo de lucha e inspiración para varias generaciones de músicxs y activistas, quienes ven en su figura la templanza necesaria para encarar injusticias y problemas sociales, así como el humor y la sensibilidad que se requiere para no dejarse caer en este intenso proceso. Ahora Jaime pasa por un momento delicado de salud. Necesita operaciones y medicinas, y la comunidad artística se ha unido en solidaridad del “Chamo” Guevara, quien tantas veces ha levantado puño y voz para ayudar a los demás, y que ahora recibe la solidaridad de su gente. El 13 de mayo habrá un concierto en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, con enormes bandas nacionales, como Guardarraya, Sal y Mileto y Wañukta Tónic, lo recolectado irá en su totalidad para ayudar a Jaime. Es un evento altamente recomendado no solo por el cartel, sino por el motivo.

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