Mayra Benalcázar «El rock más allá de un género musical, es una actitud». Por: Pablo Rodríguez

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El próximo sábado 8 de junio, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, se realizará el Prohibido Prohibir Fest, un concierto en solidaridad con Mayra Benalcázar. Con motivo de este evento, compartimos una de las entrevistas más completas realizadas a esta periodista y locutora que marcó a toda una generación. Este texto, que forma parte del libro «Charlas de Rock Vol. 1» (2019) de autoría del querido Pablo Rodríguez, es un encuentro histórico y emotivo entre dos de las figuras más importantes del periodismo de rock en Ecuador. Agradecemos a Daniela Rodríguez por permitirnos reproducir esta entrevista.

Por: Pablo Rodríguez

¿De dónde viene tu gusto musical y esa pasión por la radio?

Soy una manabita adoptada por Quito desde pequeña. Gracias a mis padres llegué a la música y a la radio, por mi mami escuché rock and roll, clásicos, por el lado de mi papi música tradicional, así que soy esa mezcla, mi madre oía mucho Sandro cuando yo era chiquitita y si bien no muchos lo relacionan con el rock, yo estoy segura que mi gusto nace de escucharlo, porque al menos los primeros discos suyos son un pilar para el rock en Latinoamérica. Un disco que sonaba mucho en casa era el Yoko Ono and the Plastic Ono Band, toda esta música mi mami la tenía en discos de 45 RPM que luego se quedaron conmigo y hoy son mis reliquias. También era recurrente el Shooting Rubberbands at the Stars, de Eddi Brickel and the New Bohemians, donde está, entre otros temas chéveres, «Circle». Mi mamá escuchaba cosas súper especiales y había algo que me atraía. De mi papi lo recuerdo cantando siempre «Todo lo que quise yo, tuve que dejarlo lejos…» la célebre (canción) «Romance de mi destino», escuchaba mucho a Julio Jaramillo, Daniel Santos, todo esto compuso mi infancia sonora.

Lo de la radio también es hereditario, mis primeras imágenes de niña son estar sentada en la piernas de mi papá, Humberto Benalcázar, en la radio Zaracay, con Holger Velasteguí, con quien inició ese proyecto en Santo Domingo de los Tsáchilas, pero renunció para ir en pos de otros sueños: fundar el primer periódico de la ciudad, al que llamó «El Nuevo Occidente», Ese entorno formó la persona que soy.

¿En qué momento nace la Mayra Benalcázar activista por los derechos humanos y difusora del rock ecuatoriano, cosas que has llevado siempre de la mano?

Uno de los recuerdos más bonitos al pasar de la infancia a la adolescencia, a los 10 u 11 años, es abrir ese velo para empezar a ver distinto las cosas, nacen muchas inquietudes y se da la posibilidad de acceder a otras realidades. Por algunos episodios muy duros que sucedieron en mi familia, a los 11 años me vinculé mucho al tema de los derechos humanos y la no violencia activa; esto me hizo conocer gente relacionada con esta actividad, visitar sitios y a la vez escuchar bandas como Celeste Esfera o Hachís, que hacían un rock experimental y apoyaban a los movimientos de DD. HH. Estaban siempre en los mítines que se hacían, ahí conocí a Jaime Guevara, a Igor (Icaza) y su banda Sal y Mileto, Mamá Vudú…

Dejamos Manabí y nos trasladamos a vivir a Quito cuando tenía diez años de edad, mis papás no sabían qué hacer conmigo y me inscribieron en unos talleres de radio en la Casa de la Cultura, un día me llevaron a la radio de la CCE para hacer la primera práctica con todos los juguetes, la primera actividad era ponerle nombre al programa, yo no tenía ni idea de cuál ponerle, pero miré en la pared y había un afiche negro con letras de colores donde estaban todos los grafitis de Mayo del 68, recuerdo uno que decía «Abre tu cabeza tantas veces como tu bragueta» y otro «Prohibido Prohibir», me dije ése es el nombre y se quedó acompañándome hasta ahora, ya son 24 años aproximadamente. Con mi hijito Martín Alejandro solemos jugar a grabar algunos capítulos de la radio, él busca alrededor y de lo que mira hace un tema de conversa, así hacemos nuestros programas, exactamente como yo lo hacía cuando tenía su edad.

Tal vez por eso utilizo la frase: «Vamos a jugar a la radio» o «Esta noche jugaremos a la radio», lo hago como una forma de mantener un nexo con ese momento en el que me inicié en este mundo, para no olvidar de dónde vengo y no perder el rumbo. «Adictos a la intensidad» es otra de las frases características del programa y reflejan la forma como he vivido mi programa y mi vida.Todo esto se enmarca dentro de una práctica de taller como inicio de tu programa, pero ¿en qué momento ingresas a la radio formalmente?

Pocos años después de esa experiencia, cuando cumplí quince, mi madre era amiga de la dueña de radio Teleonda Musical (1), cuyo dial era 95.3 FM, dentro de su búsqueda de algo en qué ocuparme, habló con ella y aceptó. La radio funcionaba en una casa antigua en la esquina de la Coruña y Guipúzcoa, en La Floresta, alguien que ya no recuerdo quién era salió a decirme que me llevaría a mi casting, me condujo a una cabina, donde había una cesta de discos y me pidió tomar uno, cualquiera, salió «Love Is a Battlefield», de Pat Benatar, justo uno de los temas que tenía en casa, y empecé a hablar de ese trabajo, me quedaron viendo, me pidieron que lo presente y eso fue todo, luego empecé a trabajar en la radio de forma profesional, arranqué los fines de semana, pero cuando una compañera de la radio se fue del país y quedó libre el horario de lunes a viernes, de 21:00 a 00:00, pasé a ocupar ese espacio.

¿Recuerdas que canciones pusiste en tu primer programa oficial de Prohibido Prohibir?

Imposible que me acuerde de todas, pero en ese tiempo había mucho interés por «Betty blue», canción de los Karma (2), sonó Contravía y su tema (canta): «Ahí, estás entre el asfalto y el cielo» (3), también estuvo Eddie Brickel, Hugo Idrovo, Nirvana, Sonic Youth, ¡ah; y (tararea): «tata tara tata tata ta tatatata» (risas) la «Comadre Rosa», de Cacería de Lagartos (4), ahí si me quedaron viendo raro porque eso era súper novedoso y daba recelo poner ese tipo de música nueva, pero me arriesgué y así empecé.

¿Por qué saliste de Teleonda?

Hubo un desacuerdo editorial basado en algún criterio que emití por una situación política en el país, tras salir me fui estudiar en el exterior pero continúe recopilando cosas, haciendo contactos, grabando audios, cosas que se convirtieron en un archivo que, cuando volví al país, me sirvió para regresar con el programa. Cuando estuve de vuelta, Igor Icaza me contactó para proponerme un espacio en la radio que su padre trajo a Quito, fue la radio Impacto y funcionaba en la oficina de su padre, por el Congreso Nacional, no había paga, era un proyecto que unió durante un tiempo a todos los que estábamos involucrados con la escena local bajo la idea de empezar a hacer cosas y proyectarnos para ver si en un futuro salía algún rédito de todo ese trabajo.

Ocurrió aproximadamente por 1995, fue una etapa importante en la que todos teníamos ánimos, mucho entusiasmo, y sobre todo no teníamos que mantenernos sino a nosotros mismo, algunos ni siquiera eso porque vivían con familiares y no había otra preocupación que sacar adelante a las bandas, generar espacios y abrir un camino para todas esas propuestas que empezaban a nacer, la lucha era por hacer música, por enfrentar la represión hacia el movimiento rockero y gracias a eso se consolidó el movimiento de esa época, había mucha bohemia, nació El Sótano, dónde se gestó gran parte de esta historia, recuerdo que íbamos la Andrea (Icaza, hermana de Igor) y yo, solo dos mujeres, era una etapa de rebeldía.

Uno de tus hitos fue ser la manager de Cacería de Lagartos ¿cómo se dio esa oportunidad?

Creo que fui la primera mujer manager en bandas alternativas en Ecuador y para lograrlo tuvo que ver mucho mi carácter, pues para todos no era más que una muchacha de 18 años queriendo meterse en cosas de «expertos». Mi idea al trabajar con ellos fue tratar de conseguir cosas internacionales con bandas que tengan una proyección clara, y con los Cacería me acerqué bastante a ese objetivo, sobre todo cuando logramos firmar con MTM, que era filial de Warner con oficinas en Ecuador, eso pasó cuando salí de la Impacto, sobre todo porque no fue posible mantener el proyecto de la emisora y como no he sido alguien de quedarse quieta, siempre busqué cosas y a la par salió lo del management, ese proceso me dio algunos contactos que me permitieron entrar a trabajar en Polygram como «team street» – equipo de producción de calle- y terminé como jefe de producto anglo, desde donde trate de involucrar a todas las bandas que pude, por ejemplo en el lanzamiento del tema «Mmmbop», de Hanson, como su video clip tiene imágenes de rollers, monté un show en la pista de skate de La Carolina y allí le invité al Luiggy (Cordovez) para hacer una presentación con Muscaria (risas) tal vez no cuadraba, pero mi idea era que también se vea el trabajo de nuestras bandas.

Ese trabajo me llevó a conocer a mucha gente de radio, una de ellas La Metro, en las varias visitas promocionando el producto de la disquera, pude reunirme con don Jesús González, me preguntó si me interesaría hacer un programa en la emisora, preparé un piloto con varias de las cosas que había ido archivando y tras presentárselo, me contrataron con Prohibido Prohibir. En ese momento yo seguía siendo una niña que jugaba a hacer radio, estaba acostumbrada a tener operador, pero en esta radio me tocó aprender a manejar la consola y ahí las cosas tomaron un rumbo más serio, primero porque llegué a niveles de trabajo más profesionales, tuve la oportunidad de generar un enlace nacional a través de la radio en el que el rock ecuatoriano sonó en lugares donde antes no había llegado, y sobre todo poder dar a conocer bandas por fuera de su círculo habitual, para mí fue emocionante que en Quito se escuche a los Agente 86, de Guayaquil, y que en esa ciudad suene Falc o Metamorfosis, de Quito.

Debo recalcar que a la par ya había varios colegas promocionando rock ecuatoriano en programas radiales, pero todos eran en señal local o provincial, yo tuve la oportunidad de hacerlo en señal nacional -y pudo haber sido cualquiera, pero me tocó a mí- así es que fue esa particularidad, más la entrega con la que hice el programa, lo que logró que el Prohibido tenga una alta audiencia durante los diez años que estuvo en La Metro.Si todo iba tan bien ¿Por qué tuviste que irte de esa radio?

Yo soy una persona de largos plazos, no soy de las que llegan, se quedan un rato y se van, por eso siempre he generado nichos, y esa década en La Metro me permitió conseguir varias cosas, generar un enlace nacional, consolidar escenarios, grupos, pero luego vinieron cosas personales, momentos muy dolorosos que me obligaron a tomar la triste decisión de irme de allí, de dejar a mi público sin despedirme siquiera porque sucedieron cosas políticas muy densas, que involucraron a amigos militantes, llegando a poner en peligro mi vida y la de mi hijo, y entonces la única salida era abandonar la radio y rodearme de un ambiente más seguro.

¿Cómo vuelves a insertarte en la escena musical?

Pasé una época casi oculta, casi tres años trabajando desde el anonimato, hasta que Galo Mora asumió el Ministerio de Cultura y surgieron unos conversatorios sobre cómo deberíamos manejar la escena musical alternativa, de cara a generar como un esqueleto para la industria musical en Ecuador, a los cuales me invitaron a participar. Habían pasado cosas muy densas en nuestra escena como la tragedia de Factory, la represión al rock seguía latente, no había espacios, incluso los medios radiales de otras emisoras habían disminuido y consideré adecuado sumarme para dar el mejor aporte posible desde mi experiencia, ese proceso generó cosas importantes, que en un principio se encaminaron para hacer una ley para la música ecuatoriana -como el hoy conocido 1×1-, pero luego se aplicó en la Ley de Comunicación, que hoy lamentablemente se aplica de forma muy distinta a como la planteamos.

A la par con ese proceso surgió la posibilidad de colaborar con la televisión pública, recibí la invitación de Geovanna Tassi para formar parte de Radio Pública de Ecuador, volví con el programa Prohibido Prohibir, pero al principio manteniendo un perfil bajo. Como estaba acostumbrada a generar cosas que aporten a la escena nacional, impulsé una franja juvenil en la cual participaron gestores culturales y colectivos, esto marcó una diferencia con la etapa de La Metro, allí tenía ese gancho nacional, pero no podía darles mucha voz a los artistas, por eso casi no habían entrevistas, lo cual cambió radicalmente con la nueva casa de Prohibido, decidí hacer el programa casi desde el silencio, se perdieron esos miles de seguidores, el que me lograba ubicar en el dial, bien, si no… no hice nada por acelerar las cosas, simplemente fue un empezar de cero, con el tiempo decidí salir a través de las redes sociales y entonces, de a poco, la gente volvió a dar con el programa, aunque hasta ahora hay gente que me escribe preguntando si algún día volverá el Prohibido al aire, o me dicen: «La metro es la metros» (eslogan que usaban en su anterior estación).

Fuiste testigo de la formación de la escena musical quiteña en el activismo político de los años noventa…

Viví todas las barbaridades y crímenes del Febrescorderato, aunque era muy jovencita, recuerdo claramente la negra época que vivió el país en ese régimen, vi como las familias de los asesinados y desaparecidos por ese gobierno empezaron a organizarse haciendo de la Plaza Grande el núcleo de su lucha para reclamar castigo a esos crímenes de Estado, Jaime Guevara empezó a liderar eso a través de la música, si bien había ya una escena metalera conformándose, a la vez nacía una generación de músicos que no tenían acceso a ningún medio, y el Jaime convoca a grupos como los Celeste Esfera, Hachis y otros con los que se hizo una plataforma de lucha, pero a la vez un espacio de proyección para esa nuevas bandas que nacían en la ciudad, así se articuló una defensa por los Derechos Humanos y la proyección de una generación musical que marcó algunas cosas; recuerdo que los Sobrepeso, de Cuenca, acompañaron en alguno de esos plantones en la Plaza Grande, tocaron «Explotar», junto al Jaime Guevara, y esas tomas aparecen en el video clip de esa canción, vale destacar que este este tema narra con mucha certeza la situación política de la época.

Empezamos reuniéndonos los miércoles en la Plaza Grande, y de ahí nos fuimos al parque El Arbolito, en donde se gestaron unos mini festivales que impulsaron a los grupos que querían tocar, no había para pagar a las bandas, y la infraestructura la conseguimos haciendo minga, Edgar Ponce, directivo de la EEQ, acolitaba una toma de luz, la Central de Trabajadores ponía el sonido, alguien la tarima, y allá íbamos con los grupos que querían, hacíamos civismo político denunciando cosas a través de los micrófonos, y se presentan esas bandas emergentes de la época. Ya había el festival de la Concha Acústica, pero su característica netamente metalera no era lo propicio para ese nuevo movimiento de música que podríamos llamarla alternativo, así es que por eso los plantones de la Plaza Grande y los mini conciertos de El Arbolito fueron el nicho de esa naciente escena en los noventas.

Tu pasas de la época en la que la radio tenía toda la atención, a la inmediatez de las redes, ¿Cómo enfrentaste ese cambio tan drástico sin sucumbir en el proceso?

Con mucha tristeza, yo vengo de una radio combativa, militante, de toparme en la calle con los amigos para saber del próximo concierto, de ir a pegar afiches, de vivir con la emoción de cuando anunciarán un siguiente concierto, ahora todo está en las redes, el afiche, el spot, las fotos, los comentarios, las puteadas, todo, entonces me planteo la pregunta: ¿Teniendo todo eso a mano la gente seguirá escuchando Prohibido Prohibir? Cuanto entendí esa nueva etapa fue cuando busqué otro plus, algo nuevo que darle al público y para eso utilicé la infraestructura técnica de la radio, y busqué otras vertientes musicales, me fui a Borbón (Esmeraldas) a grabarle a Madera Metálico, grupo de los nietos de Papa Roncón; abri un nuevo espacio desde el cual cada semana transmito desde la Penitenciaria del Litoral las vivencias y, sobre todo, la música que se hace en ese sitio, transmití un par de veces en vivo el concierto de la Concha Acústica de la Villaflora, cosa que nunca antes se había hecho y me emocionó muchísimo; priorizo las entrevistas -que antes no existían- en el programa, y así hago cosas que en La Metro simplemente no habría podido hacerlas, trato de generar un nuevo plus, y si bien aún no vuelven esos miles de oyentes que se quedaron en el camino ante mi abrupta salida de mi anterior emisora, sigo ahí, de a poco, ganando otra vez al público y manteniendo como puedo este espacio para que la música alternativa de mi país siga sonando.

Diste un amplio espacio a la música hecha en Ecuador desde tu primer programa…

Claro, es que mi intención era proponer algo novedoso, no quería quedarme cómoda disfrutando de un espacio al que, si bien entré por mis capacidades, también lo había hecho por la proximidad de ser hija de un hombre de radio y el afán de mi mami por conseguirme algo que hacer, entonces me puse a buscar aquello que no sonara en el resto de programas y eso era lo nacional que, aparte de algunas cosas que ya sonaban, estaba empezando a proponer cosas interesantes sobre el país, además soy de la generación que creció saltando con Mamá Vudú, me farreé todas las veces que pude, era infaltable a sus conciertos en el sindicato de choferes de la 18 de septiembre o en las casas barriales como la de San Carlos.

Hacer este programa de radio fue mi oportunidad de poner en práctica todo lo que acogi de niña, el amor por la música y la radio de mi papá, más ese apego al rock de mi mami, son cosas distintas que siempre trato de juntarlas, alternando entre lo clásico y lo contemporáneo.

¿Dónde radica tu clave para conseguir credibilidad de parte del público si tu propuesta radial traía cosas casi desconocidas por la gran mayoría?

No sé si la gente coincidía conmigo o yo coincidía con la gente, pero empecé a generar una red de amistades con músicos y público que nos identificábamos por una actitud de vida, no era hacer radio para vender cosas y ya, sino compartir con gente que hace tus mismas cosas, también creo que influye el hecho de que el rock ha tenido una parte primordial en el programa, pero siempre he alternado con otra música porque creo que el rock, más allá de un género musical, es una actitud, así como tiene muchos problemas para ser difundido, hay otros géneros alternativos que tienen igual o peor acceso a la difusión. Hay nexos que se han generado desde el programa, por ejemplo con el Igor Icaza, quien me pidió vernos para entregarme un casete de su banda, fue algo súper informal, escrito el nombre Sal y Mileto con esfero azul.

¿Cómo era la escena musical en aquellos tiempos?

Algunas cosas musicales hechas en Ecuador fueron consideradas como las moscas en la leche, no cabían ni aquí ni allá, y por ende su oportunidad de sonar en la radio era muy limitada, por ejemplo Cacería de Lagartos que eran algo súper novedoso, pero raro para poner en una radio formal.

Todo era muy difícil, para promocionar material musical casi no había programas en radio, peor en televisión, para comprar música tocaba mandar a traer de afuera o esperar a los pocos programas que estaban al aire. En los dos mil se abrió una sucursal de Tower Records en Quito que junto a Audiovideo eran las dos tiendas más grandes donde comprar música, pero no había todo. En cuanto a los conciertos, estos eran esporádicos y cuando ocurrían uno se enteraba por medio de volantes, pues se recorria algunos puntos que eran fijos para volantear.

¿Qué es Anacruza?

Tengo un viejo sitio de Quito que es como mi espacio preferido, al que en mi etapa adolescente, en medio de una exploración juvenil, acudía en busca de paz y tranquilidad. Es el viejo hospital militar. Un día fui sola y un espacio, que es como un mirador, daba a una ventana casi esquinera, la última, siempre que me paraba allí esta ventana estaba abierta y a mí me provocaba una sensación extraña, un día le pregunté al cuidador sobre esa ventana y me dijo que siempre la cerraban…

Esa noche, en casa sentía como un murmullo y no pude dormir, en otra ocasión volví al hospital y visité el sitio donde funcionaba la morgue, di una vuelta y me fui, al retirarme sentí que desde esa ventana me llamaba alguien mencionando la palabra Anacruza. Desde ese día tuve una serie de sueños repetitivos en los cuales siempre aparecía la ventana y la voz que me llamaba, hasta que un día decidí ir a ponerle una velita en el sitio y hacer una oración, luego de eso el sueño dejó de ser recurrente hasta que se diluyó. Con esta experiencia comprendí que hay una energía que nos rodea todo el tiempo y a la que no hay que huirle, hay que tratar de escucharla, de pactar, cosa que no hacemos o no prestamos atención, es como cuando sales a la calle y al regreso vez un moretón, te preguntas qué pasó, dónde me golpeé y en tu rutina diaria no sabes siquiera si te golpeaste o qué te pasó, somos descuidados con nosotros mismos y eso nos hace perder la sensibilidad y acrecentar los miedos cuando nos enfrentamos a otras realidades o a cosas inesperadas que se cruzan por nuestras vidas.

Esta experiencia me amplió mucho y es un concepto que aplico siempre en el programa, el respeto. En mi caso, el respeto a formas musicales, a otros sonidos que tal vez no puedo entender pero que están aquí y se deben a una realidad o a una necesidad de otros. Alguna vez alguien habló delante mío horrores sobre la tecno cumbia, y está bien que no nos guste, pero hay que hacer un pacto de convivencia porque debes aprender a coexistir con esas otras formas, así como pedimos que se respete al rock, igual debemos hacerlo, como rockeros, hacia otros géneros musicales, porque nos guste o no siempre estarán allí y se deben a personas que, así como nosotros, gustan de otras músicas que existen.

¿Cómo has logrado mantener todo este proyecto durante toda tu vida?

No es bueno decir lo primero que viene a la cabeza, pero si lo primero que viene al corazón, tal como lo aprendí de mi papá, la primera palabra que puedo usar para responder es: honestidad, porque es un valor que te enseña a darle respeto a la palabra, si no expresas lo que sientes o si no actúas apegado a ese sentimiento, es muy difícil que logres llegar con tu sentir, todo lo que hagas debe salirte desde las entrañas y, solo una vez que lo sientas así, ahí recién puedes sacarlo afuera. Yo he crecido con la música, ha estado en mí desde la infancia, mi adolescencia, quiero que mi vejez también esté llena de música, a la cual cada vez la respeto más allá de un género musical, por eso si algún día me nace poner un tango en mi programa, pues un tango sonará en Prohibido Prohibir.

Al ser una de las poquísimas mujeres que destacaban en la escena musical, ¿te viste afectada alguna vez por el machismo?

Yo nunca pensé en el machismo porque no fui criada con esa categoría. Mi padre fue un ex sacerdote católico y mi madre una bailarina que amaba el rock, si bien ella lavaba platos, claro, pero también se tomaba una copa de vino mientras escuchaba a los Rolling Stones, había intercambio de roles, por eso nunca me queje por ser mujer.

El primer paso fue no victimizarme por el machismo, no atormentarme por tener que actuar distinto a lo que soy, si quería ir a un concierto, me iba; si había quien me acompañe, bien; si no, iba sola y listo, insisto que es un tema de actitud, si llegas a la defensiva, o con timidez, será muy difícil que te respeten, cuando alguien quería sobrepasarse, le recordaba que en su casa hay una mujer a la que no le gustaría que le traten como él intentaba hacerlo conmigo, y generalmente se iba y no molestaba más.

El caso más complejo fue el del Bacerola Mosh, decía que estaba enamorado de mí, lo decía a todos subiéndose a un escenario, y en un momento fue molesto, decidí no darle más atención que la que se merecía, así fue bajando su intensidad, hasta que en una ocasión lo encontré en la Semana del Rock, en La Carolina, se disculpó, me dio un obsequio como muestra de que fue sincero en su pedido y desde ahí jamás volvió a comentar en público de su enamoramiento (risas).

Me han querido menospreciar compañeros de trabajo, agentes discográficos, sobre todo cuando era jovencita y no sabían que sería capaz de lograrlo, no les hice caso, me dedique a lograr lo que me había propuesto y así salí siempre, creo que por eso logré que la mayoría de hombres no me trataran mal.

¿Cuáles son los mejores amigos que te ha dejado el rock?

No tengo muchos amigos, porque creo que esa es una categoría muy profunda, debes pasar por mucho para ser amiga de alguien, por eso me incomoda cuando alguien a quien no conozco me dice amiga, no quiero olvidarme de nadie, pero puedo decir que el Igor (Icaza) es como mi ancla, no nos vemos siempre, pero cuando lo hacemos es como que no ha pasado el tiempo, mis amigos de Al Sur del Cielo, Diego, Cristian y Pablo, a quienes veo muy poco pero siempre hay un feedback presente. El Jorge Valladares, el viejo Fil (Selva) la Gabriela y Fernanda (Pulpo 3) Karolys, que son mis hermanas de crianza, el Hernán Guerrero (reconocido investigador musical ecuatoriano), que es alguien muy cercano a mí.

La amistad es algo demasiado poderoso como para tratarlo así nomás, es algo que no está basado en cuanto me sirves y cuanto te sirvo yo a ti, es algo intocable, invisible, es una energía que se crea por encima del tiempo, por eso hay gente a la que ves siempre, pero no pasa nada, y personas a quienes ves una vez en tu vida y luego muy de vez en cuando, pero vibra ahí, presente, tienes que haber marcado algo en alguien para llamarte amigo, conozco a mucha gente, tengo muchos conocidos, varios de ellos personas maravillosas, pero amigos, muy pocos. 

Ahora ¿qué es lo mejor que te ha dejado el rock en todos estos años?

Los momentos, las primeras veces, los primeros conciertos, la primera vez que hice una locución, recuerdo el primer día de trabajo en Teleonda, al salir tomé un (bus) Colón-Camal en la Coruña y Guipúzcoa, y ahí estaba el Hernán (Guerrero), ahí nos conocimos y somos amigos desde aquella vez, todos estos años han estado llenos de primeras veces.

Conoces a muchísima gente, has presentado conciertos multitudinarios, pero le huyes a las fotos ¿Por qué?

Tengo muy pocas fotos, porque si, les huyo, no me siento cómoda, y es así desde que era muy chiquita, posiblemente se relaciona con mi crianza cercana al paganismo, a los elementos y a la naturaleza, que no admiten que otro elemento maneje su propia energía, cuando dejo que alguien me tome una fotografía, siento que le estoy dando un poco el poder para manipular mi energía, por eso es que siempre prefiero tomarme mis propias fotos y así poder captarme de una forma que me haga sentir cómoda.

¿Qué es el Martín Alejandro para ti?

Mi chiquito (pausa con ternura) es la continuación de mi vida, es mi posibilidad de seguir viva, yo soy muy pegada a la vida, pero también a la muerte, he sufrido muchas depresiones y me he cortado las venas varias veces -cosa que no recomiendo a nadie-, hay un instante entre hacerlo y querer regresar en el tiempo, es un segundo en el que debes decidir o cortarte, o seguir adelante, la decisión que tomes puede cambiarte la vida drásticamente, pero definitivamente el no hacerlo te da la oportunidad de ver tu capacidad para reponerte de los problemas o solucionar tus errores y los malos ratos del pasado.

Yo pude pasar de ese momento y por eso hoy puedo gozar de mi hijo, por eso digo que es la continuación de mi vida, es la continuación del Prohibido Prohibir, de hecho, en una ceremonia pública en el programa, le entregué la posta y ahora hace sus playlists, me sorprende con sus cosas, un día llegó a la casa con un disco y me dice: «Mami, ¡Te traje este disco del Gabo para tu segmento de estrenos!», sorprendida, le pregunté quién era el Gabo, y resultó ser el primo de Guanaco. Escucha AC/DC, Red Hot Chili Peppers, Kiss, sufrió porque no pudo ingresar al concierto de Metallica en Quito en el 2014, tenía entrada pero como era chiquito se lo impidieron.

Cuando él estaba en mi panza yo trabajaba en La Metro, cuando nació algunas veces no tenía con quien dejarlo y tuve que llevarlo a la cabina de la radio, lo acomodaba en un moisés, y lo mecía mientras locutaba, por todo esto él es la continuación de mi vida y del Prohibido Prohibir.

Dedícales una canción a Martín y al público… 

Me vas a hacer llorar (risas y pausa larga). A mi hijo le dedico una canción de los Beatles, se llama «Norwegian Wood», que me hace sentir bien, me da paz y alegría, que es justo lo que mi Martín me hace sentir.

Al público le dedicó una canción que me trae recuerdos muy especiales de mi vida, me transporta a recordar cosas en las que el público tiene mucho que ver, «Hey you», de Pink Floyd.

NOTAS:

  1. Mary Lou Parra de Hei, principal promotora de rock en Ecuador a través de su emisora. 
  2. Grupo prestigioso de rock sinfónico quiteño, integrado por Carlos Arboleda en los teclados, Johny Ayala en la guitarra, Ivis Flies en el bajo y Esteban Torres en la batería, editaron un solo disco, Seres, hoy considerado una de los mejores producciones discográficas en su género.
  3. Coro del tema «Tapando el sol con un dedo», uno de los reconocidos temas de Contravía. 
  4. Grupo que introdujo el ska y la fusión en Ecuador a mediados de los años noventa, sus videoclips retratan los espacios más característicos del Quito de esa década.

 

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