Estamos Perdidos: el soundtrack del desorden

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Estamos Perdidos, banda de rock ecuatoriana
Texto y fotos: Adrián Gusqui

Después de un año exitoso para Estamos Perdidos, la nueva (no tan nueva) banda de punk-rock-shoegaze en Quito, quedan cosas por decir, mensajes para releer y una aventura que, parece, nunca va a terminar.

Estamos Perdidos con sus fans luego de abrir el QuitoFest.

Estamos Perdidos con sus fans luego de abrir el QuitoFest.

Nicolás Cevallos me dice, en un viaje de bus a nuestras casas, que el día que tocaron en el QuitoFest le temblaban las manos. «Hay fotos donde puedes ver la tensión en mis manos cuando agarro las baquetas», me cuenta. Vio a los demás y todos repetían el mismo sistema nervioso. Se caían cosas. Los cables bailaban con sus pies.

Tropezaban.

No entendían mucho de lo que pasaba.

Y, aun así, cuando vieron de frente al monstruo quiteño y sus huesos se desarmaron, sabían que estaban cumpliendo su sueño. Cinco veinteañeros, cuyas mayores distracciones son las perforaciones, pegar afiches en los postes y mantener viva a su banda adolescente, se pararon ante un público que no pasaba de los dieciocho años y gritaban el nombre de su banda. Gorras tatuadas con el nombre de la banda eran modeladas por parejas perforadas que bailaban, se susurraban cosas al oído y compartían besos tras el pogo. Así: sudados y gozando la música que, a partir de ese momento, sería la marca de su adolescencia.

Cevallos recuerda ese día con nostalgia. Dice que no despertaba, que en medio año había pasado de todo. Tanto que el último mes del 2024 necesitaron descansar y mirar hacia atrás con la respiración cronometrada.

Después de medio año y más de nuestra primera entrevista, los veo y pienso: son unos niños que aprendieron a caminar antes de tiempo. Su energía es la de un camión, y su talento, una complicidad demoledora. Una relación que sobrevive por las coincidencias y que también puede ser tóxica e impulsiva, pero, al final, dueña de su estilo.

«Pusimos una multa en la banda», me dice Nicolás al final de la ruta del bus, mientras se ríe entre dientes. «El que se sale paga $5».


Domingo, 10:15. La Floresta. El sol anuncia que en la tarde lloverá.

Estamos Perdidos en una nueva entrevista. En una nueva terraza.

Estamos Perdidos en una nueva entrevista. En una nueva terraza. (De izq. a der. Juanki, Nicolás Gómez, Pixie, Basti y Nicolás Cevallos).

El primero en llegar es Nicolás Gómez, el de más edad en la banda. Este año cumplirá 27 y eso le hace ruido. Según veo, no le gusta sentir sus años en todos los lugares a los que va. Es quien diseña las portadas de los lanzamientos y con quien, de vez en cuando, hablo sobre los amoríos del brujo protagonista de The Witcher. Nos encontramos afuera de un negocio de CBD que queda en La Floresta y donde trabaja Basti, el otro guitarrista de este grupo medio punki, medio rock, medio de todo un poco. Al recibirnos, nos suelta algunos datos: «Esta es la segunda casa más vieja del barrio», y también el lugar donde pasa todo el día vendiendo vapes y gomitas en forma de ositos. Es el más hiperactivo del grupo, el amigo que te cuenta chistes por los codos y las rodillas, el personaje flaco, alto, que mueve la cadera como una silla desplegable. Nada lo para.

El otro Nicolás -Cevallos-, vive y viene desde el Valle de los Chillos. Es el baterista y también el tercero en aparecer. Es la piedra del grupo, un personaje serio y estático, también es quien responde con mayor seguridad en la entrevista. Sonríe viendo al suelo ante cualquier chiste y se pierde en cualquier rincón, como si no estuviera, pero sin él, su ausencia se sentiría el doble. Es importante. El grupo lo sabe.

Pixie llega unos minutos después en un Chevrolet Spark blanco que parece sacado del 2008. Ana Miranda, como se llama realmente, trae un piercing falso en el labio y unos audífonos en el cuello, que no se sacará en ningún momento de la entrevista. Es tímida y cuidadosa. Se junta a los hombros de Gómez y Cevallos, quienes le toman fotos cuando ella se los pide. Es la menor del grupo. Este año cumplirá 23.

El último en llegar es Juanki, el bajista-arquitecto. Su madre nos llevará, luego de la entrevista, a Cevallos y a mí hasta la parada del bus, salvándonos de una lluvia imposible.

Cuando todos estamos juntos, nos vemos las caras y las manos. Basti señala la terraza desde la entrada del local y recomienda que sigamos las flechas que están en el suelo para entrar a ella. Primero nos registramos en una hoja, hacemos una fila casi que estudiantil. Marcamos entrada y caminamos juntos por un cuarto rosado con nubes hechas de plumón pegadas en el techo. Al final del pasillo hay un muro de escalada y un baño en el que todos entramos para comprobar si lo llenamos. Entramos, nos tomamos una foto y salimos con la verdad resuelta. 

Hay un rincón en la terraza con un fondo de árboles y flores amarillas. Dos abejorros respiran en toda la entrevista a las nucas de los perdidos y por ellos olvidamos la charla de vez en cuando, pero cuando hablan, impostados o no por la grabadora prendida, encuentro a cinco músicos que, a pesar de caminar a temprana edad, se cansaron de hacerlo y ahora sólo sueñan con correr. 


Basti trabaja aquí ya un tiempo, Juanki está terminando la universidad, Cevallos se dio una pausa universitaria, Gómez diseña y Pixie está involucrada al 100% en la música, desde cantar con la banda en lugares sin luz, hasta despertar a feligreses en la misas de los fines de semana. —Hace un año la Ana no tenía fe, ahora canta en misas— dice Basti riéndose —ñaño, yo no tengo fe, sólo que me pagan— responde Pixie.

Todos en el grupo hacen alguna cosa por encima de Estamos Perdidos, aunque la banda es su prioridad actual. Tantas cosas pasaron, tantas canciones y tantas personas los ubicaron que, lo admiten, en 2024 se quemaron.

Juanki: Nos tomamos un poco de tiempo porque no es bueno hacer la misma música siempre. Tuvimos una pausa para que cada uno experimente y haga su vida. Y en base a eso seguir haciendo nueva música, porque de eso trataba lo que hacíamos. Siento que, si seguíamos en el mismo nivel, no íbamos a progresar.

Nicolas Gómez: El anterior año tocábamos todos los fines de semana, entonces ya estábamos reventados. El QuitoFest fue lo más grande. A la siguiente semana abrimos a Las Ligas Menores y ahí sentimos que ya estábamos cansados. Personalmente, ese concierto no me lo gocé tanto como me hubiese gustado. Siento que estábamos ya muy sacados el aire. 

Nicolas Cevallos: Fue mucho de todo. Pero también fue muy motivacional, o sea, sigue siéndolo, porque fue un año muy duro, pero que se gozó. Al final estábamos cansados. A mí, personalmente, todo esto me motiva para lograr cosas mucho más grandes. Ahora tenemos los objetivos más arriba. 

Adrián: ¿Hubo tiempo para canalizar lo que pasaba con el grupo? 

Todos: Sí, sí.

Basti: El año pasado también vivimos todo el hate-común-denominador de bandas ecuatorianas: “es que son palanqueados” o “son aniñados y apadrinados”

El grupo hace una pausa para reírse con una pena muy sincera. 

Basti: Anda a un ensayo nuestro a ver qué comemos…

Nicolas Cevallos: ¡A ver si comemos!

Basti: Las cosas suceden y ya.

Nicolas Cevallos: Pero no, de hecho, la mayoría fue…

Pixie: Esfuerzo.

Nicolas Cevallos: Las personas se acercan y preguntan cómo hicieron para tocar en el QuitoFest, como hicieron para llegar acá y es cómo…haciéndolo, trabajando. Creen que sólo es esperar a que te llamen. No sé como funciona en otra parte del mundo, pero al menos acá no funciona así. Te toca trabajar duro, buscar oportunidades y a veces crearlas. Siento que eso también tiene mucho de atracción.

Basti: Básicamente, tener las ideas claras.

La entrevista es atacada por el abejorro negro, que no se atreve a picar a nadie, pero sí causa el pánico de la mayoría. “Oye, que gordo”, juzga uno, “cacha como, cuando vuela, sus patitas hacen así”, admira el otro, “es una abeja pro max”, dice alguien más. 

Basti.

Basti.

Juanki.

Juanki.

Hace medio año los encontré en otra terraza, al norte de Quito. En ese lugar sus voces eran más chillonas y la atención no se desviaba por insectos, sino por sus propias cabezas y la timidez de encontrarnos por primera vez. Al final de la conversación Nicolás Gómez me contó la historia más triste que había escuchado en esos tiempos. Su sueño era tocar en un festival y el día que se iba a dar, cancelaron su presentación. Me la contó con el corazón roto, sin esperanzas de que volviera a suceder. “Mi sueño es tocar en uno con la banda”, dijo esa vez. Unos meses después tocaron en el Párame Bola en Guayaquil y pocos meses después estaban en el line-up del QuitoFest. 

Lee aquí la entrevista de hace medio año.

Adrián: Cumplieron el sueño como banda, ¿cómo se sintieron?

Nicolas Gómez: Puta, yo sólo sentía que vivía el sueño otra vez. Es raro. Mi sueño en el colegio era estar en una banda que funcione, hacer música chévere y estar en festivales. Lo chévere de este tipo de cosas es que te llegan y no las sientes, es como vivir un sueño; es difuso. No caes en cuenta. 

Juanki: Es full efímero.

Nicolas Cevallos: Las cosas cambian, porque siempre a los toques los hemos tomado como algo súper serio y venimos de un año súper activo y venimos de tocar de todos lados. Siempre quisimos tocar en el Quitofest. Y creo que hablo por todos que, cuando llegó el momento, dejas un poco de lado la emoción y sientes la presión de que tiene que sonar bien, de cambiar la mentalidad. Es un trabajo en el que todo tiene que salir perfecto y esta vez no lo fue, pero eso lo hace mucho más lindo. 

Cuando pidieron su rider para el QuitoFest confiesan que, muchas de sus solicitudes, fueron por probar al festival si podían conseguirlas. Cuando las vieron en el escenario se sorprendieron, porque no sabían cómo funcionaban algunas cosas o las manos les traicionaban al agarrar el equipo disponible, —yo me puse muy nervioso— cuenta Juanki sobre el momento que subió a la tarima—porque se me cayó dos veces el bodypack que iba a usar Santiago Motorizado—. 

El público, que también difumina esos instantes por la alegría y el placer, reaccionó con la misma -o mayor- emoción que el grupo. Fue tanta la energía de aquella tarde que, entre el público, los gritos pedían con violencia más de la voz del rostro de la banda: Pixie. 

Adrián: Muchas chicas y chicos siguen a la banda por tu estilo, ¿cómo te sientes con eso?

Pixie: Me gusta full porque siento que me visto y presento las cosas con la banda como una forma de expresión. Lo que más me gusta de eso es poder llegar a una persona y que esta diga: “wow, que hermoso, me voy a basar en lo que vi”. Es muy bonito el hecho de poder expresarte con el arte en general, con la vestimenta, la música y poder crear una reacción sincera a otra persona. Y con respecto al paso del tiempo, anteayer fuimos al toque de Los Esqueletitos, chato, yo dije: “Let’s go Esqueletitos”. Y había demasiada gente. Yo sólo entré, crucé la puerta y había un putero de miradas en mí. Me dio mucha ansiedad. Sentía que todos me estaban viendo y susurraban algo. Me puse muy nerviosa, sólo fui donde el Nico y le dije: “loco, me están viendo, no sé qué hacer”, porque entré en crisis. Luego se me acercaban y me preguntaban si se podían tomar una foto y yo fangirleando…porque me da vergüenza y no sé aún cómo reaccionar ante eso. Me puse full “uwu”, no soporté.

Adrián: ¿Cómo se perciben actualmente ante el resto de bandas del circuito?

Basti: Como el Independiente del Valle. 

Nicolas Gómez: Siento que la gente sabe quienes somos, pero todavía nos siguen percibiendo como otro panita más.

Pixie: Ajá.

Nicolas Gómez: No como cuando le ves al Pedro (Bonfim) y dices: “¡Ay! ¿Será que me acerco a saludarle?”.

Juanki: Claro, a mí aún me da vergüenza hablar con ellos.

Basti: Es lo que me pasa actualmente con el Feli, es que como: “¡Ah, Feli, amigo chino!” Entre nosotros nos bulleamos, entonces se ha vuelto así. 

Pixie: Igual yo siento que nosotros damos esa confianza y seguridad al público para que nos traten así y nosotros a ellos. Porque, al final, no somos peores ni mejores que nadie. Sólo hacemos música. 

Basti: Cogemos el mismo bus.

Nicolas Gómez: Es chistoso porque si alguien se pone nervioso de hablarle a la Ana, la Ana de ley se pone el doble de nerviosa de hablarle a esa persona.

Pixie: Yo creo que es bonito que haya esa confianza por parte del público, de tratarnos como amigos, porque..

Nicolas Cevallos: Nos esforzamos mucho.

Basti canta la Canción de los Amigos de Bob Esponja y uno que otro le secunda el coro. Todos en el grupo están de acuerdo con algo: esto no es temporal. Gritan un sí rápido y sin pensar a la pregunta “¿la banda ya mueve su vida?”.

'Los perdidos' probando otra realidad.

‘Los perdidos’ probando otra realidad.

Adrián: ¿Cuando se dieron cuenta de esto?

Pixie: Desde siempre.

Basti: Desde que les conozco.

Nicolas Cevallos: De hecho, muchas de las cosas que han pasado es porque nos hemos planteado hacerlo en serio. Siempre el objetivo fue ese: lograr muchas de las cosas que nos han pasado y que nos faltan por hacer. 

Nicolas Gómez: Ojalá la industria vaya a mejor y se pongan de nuevo de moda los discos, o sea, formas de captar plata directamente…porque los streamings valen verga. Por cada mil reproducciones ganamos $1,50.

Nicolas Cevallos: También hay que entender que, por más que amemos la música, uno también quiere dinero para desarrollar una vida.

Nicolas Gómez: Sí, es algo que hay que tomar en cuenta, pero para desarrollar bien el arte necesitas tiempo de ocio. Si hubiésemos estado full ocupados con trabajos y más responsabilidades, no estaríamos aquí. Cada uno, personalmente, sacrificó un montón de tiempo para la banda. Si cada uno de nosotros consigue un trabajo y ya no tiene tiempo para ensayar se va a morir el proyecto. 

Estamos Perdidos está en su mejor época de producción y lanzamientos, además que descubrieron a varias personas en su camino. Posterior a este encuentro estrenaron Por qué tan solo y triste, su último single. Muchas de las canciones que lanzarán próximamente fueron producidas y mezcladas por Felipe Lizarzabaru, de La Máquina Camaleón, de quien hablan con respeto y amistad. Cuenta Nicolás que su conexión es tan buena con él que un día “secuestró” a toda la banda en su casa hasta que alguien le ganara en el FIFA. 

Nicolas Cevallos: Él produjo 4 temas. Y los mixeo también. 

Adrián: ¿Y ustedes están modo-fan cuando trabajan con él?

Todos: ¡Sí!

Juanki:  Fuimos a la casa…

Basti: Y le preguntábamos (con mucha vergüenza) si podíamos tomar un vaso de agua. 

Nicolas Gómez: El primer día si era como: “actúa cool, actúa cool…”

Basti: Después al tercer día: “ve Felipe, te trajimos un bong”

Nicolas Cevallos: O: “Felipe, vamos al cine a ver Venom Caballo”

Nicolas Gómez: Eso fue como un sueño.

Basti: Estábamos acabando de trabajar y el man nos dice: “¿si vieron que salió Venom? Vamos a ver Venom Caballo de una, que chuchas”. Nos fuimos caminando por la Carolina y después dijo: “no no, ya me robaron por aquí, vamos nomás en taxi”. Después volvimos a la casa y nos dice: “no se puede ir nadie de la casa hasta que alguien me gane en FIFA”. Nos quedamos hasta las 4 de la mañana y tú le ves al Nico jugando UFC con el Feli hasta esa hora.

Nicolas Gómez: No es que no nos dejara ir, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de jugar UFC con el Feli. Él ha sido full buena onda con nosotros.

Juanki: Es un pana más.

Basti: Comemos hasta almuercitos juntos. Yo tengo mi teoría de que ya nos conocía a mi y al Juanki de chiquitos por los conciertos a los que íbamos.

Juanki: Es que a mi me jode por otra cosa, yo fui a un concierto y estaba el Felipe Andino. Todo el mundo le decía: “Feli Feli”, y yo le pregunté si podía tomarme una foto con él pensando que era el otro Felipe. El Camaleón se me cagó de risa full tiempo con eso.

Los cinco resumen la tarea de ser un grupo en risas y miradas rápidas, hechas de pura complicidad, aunque más tarde, uno de los integrantes me cuenta que antes de la entrevista algunos de ellos estaban peleados, pero bastó verse nuevamente y olvidarse de las rencillas. 

Ahora que llegaron a cierto techo como banda ecuatoriana y ven a la banda como una salida, tienen algunos sueños por cumplir. Nuevos deseos que, como si estas entrevistas fueran una cábala, se atreven a decir por si la costumbre las cumple. 

Nico y Basti.

Nico y Basti.

Adrián: ¿Cuál es su sueño ahora?

Nicolas G: ¡Qué se pueda pagar el seguro social con la banda!

Juanki: Tocar en un festival como el QuitoFest, pero en otro país.

Pixie: En el Estéreo Picnic…

Nicolas Gómez: Yo nunca he salido del país y si logro salir con la banda…

Pixie y Basti: Salir del país, totalmente.  

Nicolas Cevallos: Comercialmente y en lo personal, salir y tocar fuera del país…en realidad quisiera que la gente aprecie la música nacional, no sólo la nuestra, sino en general lo que está pasando. 

Nicolas Gómez: Algo chévere que está pasando es esta tocada donde cayeron full chamos (refiriéndose a un concierto de bandas alternativas al que fueron en la capital).

Pixie:

Nicolas Gómez: Cayeron full chamos, menores de 19 o 18.

Pixie: Están volviendo los toques y eso es full bonito, porque la gente ya se está desahuevando a tocar y hacer sus proyectos personales, que siento que eso se estancó full y ahorita, como meta -no mía-, quisiera que los jóvenes dejen de tener miedo a hacer arte sólo porque están en Ecuador y creen que no están creciendo. Sólo háganlo y sigan apoyando.

Nicolas Gómez: Igual siento que hay un sonido más punk y fuerte. Todas las bandas que tocaron ese día eran de full chamos y tocaban full embalados, medio que validos verga, pero eso era bacán. Todos participaban. 

Nicolas Cevallos: Ahora algo chévere que está pasando es que hay más bandas con vocalistas mujeres. 

Pixie: Eso está increíble, porque en la escena no hay muchas mujeres y ahorita están tocando punk, ¡eso es increíble! 

Nuestra conversación termina por el clima, que empezó a acariciarnos con la llovizna. Antes de entrar al trabajo de Basti me cuentan que en abril lanzarán un EP, seguido a eso vendrá una colaboración con Flix, después tres singles y entre fin de año o enero próximo, su primer álbum. Muchas de ellas de la mano de Felipe. Todas estas ideas aún pueden variar, morir o adelantarse. Nada tiene tiempo con los perdidos y eso está bacán. 

Nicolás Gómez: Ahorita andamos todo en Drop D y gritando, porque ya podemos decir que somos menos posers en el shoegaze.

Basti: Nos vamos a hacer colombianos y ser parte de la escena shoegaze de allá.

Esta última broma, no tan broma, dice bastante. 

Pixie y Nicolás.

Pixie y Nicolás.

Entramos y jugamos en la sala recreativa del trabajo de Basti, donde escampamos por más de una hora.

Imagínense un grupo de colegio en el recreo, con emos, nerds y personajes aún por definir su grupo social. Los perdidos son una mezcla de los tres. Le hacemos el gasto a Basti, descubrimos el miedo a las alturas de Cevallos y escuchamos a una pareja de jóvenes escuchando a Flix en un cuarto de la casa. 

Cuando amaina la lluvia esta miente y vuelve, pero ahora todos regresan a sus quehaceres del domingo. No acaricia: azota. La mamá de Juanki viene, nos subimos a su auto y pregunta si ambos somos los amiguitos de la banda de su hijo. Le digo que yo no, pero él sí. 

Con Nicolás vemos por la ventana del auto que el bus está a 200 metros de nosotros.

La lluvia ya no azota: latiga. 

—¿Corremos?— pregunto.

—¿Alcanzamos?— pregunta.

Al bajarnos del auto corremos y escucho los zapatos rompiendo los charcos de la vereda. Lo alcanzamos. Con el aire queriendo escaparse de los asientos del bus Cevallos me pregunta qué estoy escuchando, qué estoy leyendo. La entrevista invertida. 

Me habla de sus manos y el QuitoFest. 

De nervios, de encuentros y de lo que ahora es su vida: Estamos Perdidos. La banda que no sólo Quito, sino él y sus amigos, siempre necesitaron.


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Estamos Perdidos, banda de rock ecuatoriana
Estamos Perdidos con sus fans luego de abrir el QuitoFest.
Estamos Perdidos en una nueva entrevista. En una nueva terraza.
Basti.
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'Los perdidos' probando otra realidad.
Nico y Basti.
Pixie y Nicolás.
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