abril 28, 2025

Un baño de jazz ecuatoriano: así está construido el cuarto disco de Jazz The Roots

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Texto: Adrián Gusqui Fotos: Prensa de Jazz The Roots y Adrián Gusqui

El nuevo disco de la banda se llama JTR IV y su cruz es una pregunta: ¿a qué suena el jazz en Ecuador? Uno de sus integrantes comparte sus reflexiones días previos a la presentación del álbum en varios puntos del país.

La casa de Raúl Molina es un laberinto de recuerdos. Imaginemos una cabeza trasladada a la arquitectura de los pasillos, donde cuadros y papeles sacuden la conversación en cada esquina. En la de Molina, esas charlas inician y acaban con Jazz The Roots.

Un rincón de la casa de Raúl. Foto: Adrián Gusqui

Un rincón de la casa de Raúl. Foto: Adrián Gusqui

Raúl me recibe en su departamento junto a Emi Valencia, artista ecuatoriana y creadora de canciones como Tres Manuelas y Luna en Cinco. Valencia, quien fue estudiante de Raúl en la universidad, me cuenta que hablaban sobre la coherencia antes de que yo llegara.

Conversamos unos diez minutos sobre un tema que a Raúl le hace ruido y analiza con cuidado. Sirve té y adopta una posición relajada en un enorme cojín pegado al suelo. Así empieza la historia.

Corre el 2011 en Ecuador. Ismael Villarroel y Gabriel Jofré tienen una idea: mezclar el reggae con el jazz en una banda. Ritmo y lenguaje. Años antes, la ecuación se venía trabajando con una amistad de adolescencia y encuentros en tiendas musicales. Raúl Molina lo recuerda así:

«A Luis Sigüenza lo conozco desde que él tenía 12 años y yo 14. Ambos estudiábamos en una academia en Guayaquil que se llamaba Preludio, del saxofonista Lucho Silva (uno de los primeros jazzeros del país). A Miguel Gallardo lo conocí en una tienda de música, la Casa Musical Gallardo en el centro de Guayaquil. Yo iba a comprar a Mas Musika, que quedaba al lado, y de paso veía a Miguel, que para mí era ese loquito que tocaba todos los pianos del lugar».

Jazz The Roots (la alineación). Cortesía.

Jazz The Roots (la alineación). Cortesía.

Molina conoció a Gabriel e Ismael en la Universidad San Francisco de Quito.

“Cuando recién llegué a Quito me fui a vivir con el chileno (Gabriel) sin ni siquiera conocerlo”, me cuenta Raúl, “él vivía en una casa que no quería vivir y yo también. Nosotros no éramos ni amigos, un día estábamos fuera de una clase, y otro amigo nos contó que su mamá, la manager de un edificio, nos podía conseguir un lugar. Fue ahí que el chileno me propuso ir a vivir juntos y, básicamente, así empezó todo», además, dice: «Éramos pelados que queríamos hacer jazz. Todos teníamos esa fascinación, pero también estaba esto del reggae, que era algo que para nosotros jamás pasó de moda. También en esa época toda la vuelta de la marihuana y el auto cultivo empezó a florecer de a poco, ya había un consumo de marihuana más responsable»

Ese encuentro provocó que, hasta la fecha, el grupo tenga tres discos en su historial, a la espera de un cuarto que será presentado nuevamente a finales de abril en el Teatro Nacional Sucre. Sin embargo, la historia no es tan simple. Es difícil contarla con los dedos de la mano. De la misma manera, las canciones de este nuevo disco aterrizan de forma distinta, timoneadas por la colaboración como ley.

«Este es un disco de colaboración», explica Raúl. «En un principio, el disco iba a ser colaborativo junto a Mauro Samaniego, Paola Navarrete, Humazapas, Felipe Lizarzaburu y Alex Alvear; yo tenía un tema para Mauro. De hecho, se lo envié y lo trabajamos hasta la mitad, pero no logramos terminarlo».

En JTR IV hay un tema compuesto por cada integrante, excepto de Raúl, quien desmenuza el proceso creativo del grupo para crear sus discos, los cuales muchas veces responden a coincidencias y reencuentros.

«En nuestra agenda tenemos pensado hacer un disco por año. Como no nos vemos siempre, cada vez que lo hacemos es una buena excusa para grabar. Ya es una necesidad instaurada», cuenta Molina. «Cada uno trae temas, los pone sobre la mesa y la banda los produce. En este caso, Felipe Andino colaboró con nosotros en la producción».

Su metódico proceso los ha llevado a tener un norte claro en su aventura musical. Incluso ya existen composiciones para el próximo disco.

«Solo es una necesidad, no sé cómo explicarlo, simplemente es así», asegura Raúl.

Las colaboraciones

 

 
 
 
 
 
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Resumen de su concierto en Odisea Brewing, Guayaquil.

El disco y sus colaboraciones le dan un toque más alternativo y tropical. ¿Cómo decidieron entre ustedes a cada uno de los invitados?

Raúl: Yo fui quien llamó a Alex. En realidad, es un tema de él. Alex es una persona que siempre marca un antes y un después en mi vida, pero también en la de mucha gente. Es un referente, a pesar de que en Ecuador no se lo valore como debería.

Lo de Felipe nace por Ismael, quien estaba trabajando muchos temas y quería colaborar con él. Felipe y yo tenemos una amistad de más de 12 años. Formábamos parte del pequeño gremio de La Tripulación de Osos, Paola Navarrete, Da Pawn, La Máquina Camaleón, Monks, Munn, Niñosaurios y Fat Chancho; un grupo grande que tocaba siempre juntos.

Nuestra colaboración también surgió de ver qué pasaba. Siempre existió esta discusión de que había géneros que no se mezclaban, pero si quieres que te diga la verdad —aunque quizá no sea prudente decirlo en la entrevista— yo no quería hacerlo con Felipe, porque temía que pareciera que estábamos buscando su público. Eso de buenas a primeras salta a la vista para mucha gente.

¿Había temor de que se sienta usado?

Raúl: Mucha gente podría pensar que lo hicimos de forma estratégica. Yo lo cuestioné mucho, lo peleé. Pero resulta que cuando Felipe vino a un ensayo, había un tema que Ismael ya tenía trabajado, y en media hora la canción estaba montada. Eso fue bacán, porque no se perdió lo que es él ni lo que somos nosotros. No fue que había un espacio para él y otro para nosotros; fue una fusión que funcionó de inmediato. Fue rarísimo. Yo no confiaba en eso, pero me calló la boca y lo hicimos.

Raúl también habla de la última colaboración del disco, con Matheus Fonseca, músico que participó en la última edición del Festival Ecuador Jazz. Su colaboración, aunque planeada a última hora, terminó de definir esa otra cara del grupo: la improvisación.

¿Qué concepto hay en las canciones que no son colaborativas?

Raúl: La banda sigue evolucionando. Aunque el reggae sigue presente, en los últimos discos ha pasado a un segundo plano. Ahora hay un mayor descubrimiento hacia el jazz, una búsqueda de esa sonoridad. También creo que es algo ocasional: yo me fui a estudiar y luego regresé. Siento que es una exploración que parte de cada uno, porque son composiciones individuales que luego todos interpretan de manera particular y hacen funcionar

Desde el smooth jazz, Michael Jackson, toda la discografía de Incubus, hasta un retrato de Papá Roncón que Raúl guarda en su sala principal, la experiencia de Jazz The Roots está marcada por sus referencias personales. Momentos históricos como sold outs en teatros y bares, o largas filas en estrenos de discos cuando la ciudad entera se bañaba de música, forman parte de su trayecto.

Estas vivencias también intentan responder: ¿a qué suena el jazz en Ecuador?

Raúl: El jazz en Ecuador tiene un montón de caras. Hay gente que intenta tocarlo de la manera más tradicional, y quienes hacen fusión. Es muy genuino de alguna forma, aunque los puristas jamás lo van a entender. A mí me enseñaron en la maestría que el jazz debe ser un género globalizado. ¿Qué es el jazz, sino la unión de muchas cosas?

Otra cosa es la interpretación que muchos tienen del jazz tradicional aquí. Cuando tuve la oportunidad de enseñarlo, lo hice de otra forma, porque a mí me costó 33 años llegar a Estados Unidos y darme cuenta de que no estaba tocando el jazz en su forma más primaria. Aprendí de grandes maestros, regresé y decidí no perder lo que ya tenía, pero sí ajustar ciertas cosas para ser fiel al espíritu del jazz. Ahora simplemente quiero ver qué pasa.

Una banda de -casi- 15 años

Ahora mismo, el grupo jazzero está cerca de los 15 años de vida, una edad que no está permitida para cualquier proyecto artístico. En esa trayectoria, los cambios y sus ciclos han personalizado a sus propios integrantes, formando su perspectiva sobre el paso del tiempo en base a reflexiones y nuevas maneras de abordar sus experimentaciones musicales. Dejar de lado géneros, adaptarse a nuevos discursos o abrir los sonidos a nuevos caminos contemporáneos, redefinen la propuesta actual de Jazz The Roots que, en la voz de Raúl, también comprende las vicisitudes en el paso del tiempo.

¿Qué reflexiones tienes al ver a las nuevas generaciones de músicos, e incluso a la tuya?

Raúl: Siempre ha sido cíclico. Siempre hubo alguien detrás: Biorn Borg y Can Can, antes Sal y Mileto, y antes de ellos Alex, Héctor Napolitano o Hugo Idrovo.
Cada generación tiene su propio sacrificio. El Ecuador sigue creciendo, pero falta una mayor inversión. En Guayaquil esa inyección debería venir de la empresa privada —que no existe— y en Quito parece que depende siempre de la empresa pública. Eso frena el crecimiento cultural, porque hay demasiada oferta y no suficientes espacios.

¿Qué te evoca este ciclo en el que parece que todo ha muerto?

Raúl: Da tristeza, obvio. Te da nostalgia. Muere por ratos. Ahorita, está muerto, se nota. Había muchos festivales en todo el país; ahora hay dos o tres. Sin embargo, también siento que hay gente que sigue luchando por hacer de esto su sueño. El sacrificio y la perseverancia es lo que te mantiene por generaciones. Si no, mueres.

El nuevo disco de la banda ecuatoriana-chilena fue presentado antes de esta entrevista en Guayaquil, con invitados como Alex Alvear, Ganjah Roots y Alex Eugenio. El grupo se presentará en el Teatro Nacional Sucre el 30 de abril a las 19h00. Las entradas para cualquier localidad están a $15. Compra aquí.

Ven, escucha y guarda todas sus canciones en tu playlist de confianza.

Aquí puedes disfrutar de su primer sencillo junto a Alex Alvear:

 

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