No Gracias: una banda de perdedores para gente cool

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Texto: Adrián Gusqui Fotos: Prensa de No Gracias y Adrián Gusqui

No Gracias es un fenómeno y también una bomba, de las que sólo un genio las activa. Fuimos a su concierto, hablamos con ellos y sentimos sus canciones. Creo que ahora podemos responder el por qué ser un perdedor también está cool.

A las once de la noche de un 31 de mayo, el portero del concierto le pregunta a una mujer: “¿Qué es más sano? ¿Ir a terapia o hacer una canción?” Quienes escuchamos la duda nos reímos con las penas contraídas.

¿Cuál es la respuesta que vale?

—Ir a terapia —respondo. La mujer lo confirma, pero dice que “hacer una canción es más reparador”. El portero solo quiere una respuesta: la de la canción. Se emociona y confiesa a los gritos que no hay mayor creación que hacer algo con tu dolor. Esto no es un sueño con fiebre, sino un concierto de No Gracias, donde la lista de invitados estalló y está escrita con un esfero azul tembleque y con la letra en picos de sierra.

Un día antes nos encontramos con los cuatro integrantes del grupo en la casa de Pablo Suárez, en Monteserrín. Este encuentro hace sentido para este sábado, donde una casa con patios y una pared en hebreo espera a que el grupo haga presencia y revuelva el lugar con guitarras sucias, voces a lo PXNDX y un Snoopy que vuela cada cuánto por las caras con brillantina de su público.

Son cuatro, son tres, pero alguna vez fueron dos. A pesar de sus varias formaciones en este poco tiempo de vida, No Gracias siempre es uno y todos a la vez. La conversación sucede en una casa de varios pisos al norte de Quito. Ian Pico, Pablo Suárez, Jim Fabre y Bruno son este grupo de emo/punk, que nació porque así lo quisieron los encuentros.

Visten de negro absoluto, tatuados brazos y piernas con personajes amorfos y asimétricos, excepto Bruno, quien parece un Morrissey ecuatoriano. El trío (más Bruno) pausa una pizza que llegó al mismo tiempo que nosotros, por una charla mezclada de recuerdos recientes, referencias a memes de Facebook y el emo que escuchaban a escondidas en sus 12 años. Su apuro es continuo; al día siguiente de este encuentro presentarán su primer EP homónimo en la casa de uno de sus amigos. Cuentan que las entradas se agotaron y que, de todos los que se inscribieron por el formulario que crearon para la tocada, solo tres de ellos son sus amigos.

En toda la conversación sentiré una vibra única y familiar de lo que es el éxito, parecida a encontrar a los representantes del presente, aunque ellos la tienen clara: si pegan con su música, posiblemente terminen la banda.

Punkis hasta que el plato de la sopa se enfría

No Gracias.

Cortesía de la banda.

“La idea era hacer algo nostálgico y traer de vuelta el emo a la escena”, dice Ian. “Y ha sido súper intenso, porque desde nuestro primer concierto nos fue bien (…) me acuerdo tanto que había personas en primera fila así, viéndonos por primera vez, y los manes intentaban aprenderse las canciones, o sea, el coro de la canción para cantarlo cuando se repita, ¿cachas?”.

La banda está en sus primeros días —que también podrían ser los últimos— y están aprendiendo más de su conexión en cada concierto junto a la aceptación de la gente. Me cuentan que lo que han vivido hasta ahora ha sido natural y sin apariencias de por medio: “Toda la cultura alrededor de No Gracias, como el Snoopy y todas las cosas que utilizamos, nos hace súper felices y también nos sorprende que esté funcionando”.

“Al inicio no nos tomábamos en serio el proyecto, era una ironía por hacer referencia a todas estas cosas del emo y el midwest emo”, dice Pablo, quien toma la batuta del mayor en el grupo, aunque los cuatro parecen la misma persona, con personalidades que sobresalen según lo grita el momento. 

“El primer tema se llama así por un libro de Irvine Welsh que a mí me gusta, y alguna vez, hablando con el Ian, le dije: ‘Es tan largo el nombre que debemos hacer una canción que se llame así’”. Suárez cree que esta banda no solo satisface a los cuerpos indetectables de los conciertos, sino a ellos mismos: “No hicimos canciones que le gusten a la gente, sino que nos gustaban a nosotros”, dice. Jim se une a la idea con que “esta es la banda en la que más feliz ha sido”.

Entre los cuatro hay un dejo juvenil, casi de cuatro felicidades adolescentes, que de tanto escuchar PXNDX y bandas de punk británicas, fueron a la bodega de sus casas y tomaron escobas para transformarlas en guitarras y gritaron hasta que las pulgas se chuparon toda su sangre.

No Gracias es un chiste, una formalidad, un sueño y la banda del futuro. Aunque de futuro tiene todo hecho en el pasado. Sus integrantes cantan sin verse, como un rombo que se abre en sus esquinas irregularmente y cada uno de ellos representara un vértice. Se van del centro y desaparecen en la furia de su público, que se explica de pocas formas y cualquiera puede ser sensacional. Faldas de cuadros de cocina, blancos y negros, maquillajes que quieren figurar con brillitos corridos en sus caras, el negro de los cueros y la confusión permanente sobre si están escuchando a esta banda porque el emo los abrazó o si solo son emocuriosxs, atrapan el estilo de sus conciertos.

Cuando estas esquinas se juntan, solo lo hacen con abrazos. Incluso entre ellos las miradas se dividen entre tiempo y espacio. Tocan de espaldas al otro, con las extremidades rompiendo los cables y las cabezas de sus fans echándole gotas gordas de sudor a sus labios. Es un concierto del Guitar Hero III, cuando la banda del juego toca en un patio y hasta el error más coqueto puede ser un statement.

La educación es mi bandera, pero ¿qué pasa cuando uno está en guerra con el espejo?

No Gracias.

nO gRaciaZz.

Etimológicamente No Gracias surge de una fiesta. Según la banda, del momento donde alguien te ofrece algo y tú, de una manera seca y altiva, sueltas el “no gracias”. Simple y conciso. Jim dice: “Se cacha que solo somos panas que están haciendo lo que quieren hacer”, y si sus sonidos suenan a algo que se ha hecho antes, Suárez explica que no va por ahí el camino: “Nunca nos sentamos a decir que queríamos sonar a My Chemical Romance o PXNDX, pero sí pueden ser referenciales”, él también dice que este romance con el pasado emo es lo que hubiesen querido tener a sus 12 años.

Ian cuenta que cuando conoció hace dos años a Pablo, coincidieron en gustos y estilos: “Yo le podía hablar sobre cosas que escuchaba a los 12 años, como Taking Back Sunday o, ya más trillado, My Chemical Romance, y el Pablo me entendía, ¿cachas? Y yo nunca tuve una amistad así. Entonces, No Gracias nació de decirle que debíamos tener una banda de emo que se llame así y que todos los títulos sean oraciones completas. Ese fue el concepto en la primera conversación que tuvimos sobre el tema y así se logró”. Ahora que son banda, amigos y comunidad, Pico siente que por fin pertenece a un sitio: “Las cosas que veo, la forma en que hablan, los chistes… sentí que pertenecía”, confiesa. “También me quedé porque, básicamente, somos mejores amigos, por eso nos vestimos igual, aunque no esté planeado. Se ha creado comunidad alrededor de No Gracias y eso ha fortalecido nuestra amistad, yo creo. También creo que eso resuena en la gente”.

A: Hay personas ya grandes que fueron emos y quieren volver a serlo o nuevas personas que se interesan por el estilo de ustedes. ¿Qué es lo que ven en el público de sus shows?

Ian: Yo creo que esos emos grandes somos nosotros.

Pablo: Eso es lo bacán, que resuena con gente nueva, porque son chicos que por poco son recién graduados, que están metiéndose en esta música, que obviamente el internet ha ayudado un montón, hay un resurgimiento de esta huevada: se reunió My Chemical Romance hace unos años, blink-182 sacó un nuevo disco…entonces se está volviendo a crear eso, pero también está todo este lado de la comunidad, digamos que ya no somos tan jóvenes. Pero yo crecí escuchando esa música y hoy ya puedo hacerla.

Ian: Es que antes era full loser eso. Por eso nosotros estamos intentando que ser perdedor sea cool.

A: ¿Qué aprendieron de sus bandas anteriores y lo ponen a prueba con No Gracias?

Jim: Yo siento que esta banda es fluida y fácil de llevar. Siempre ha sido un proceso en el que componemos los temas y no sé, por alguna razón, siempre hay un periodo de tal vez hasta un año hasta que podamos llevarlo a un disco. Tal vez más, no sé. O a llevarlo hasta un escenario, ¿cachas? A mí me ha pasado que sí toma un gran tiempo. En No gracias ese proceso fue más rápido. Un día mandaron los temas, ensayamos, dos semanas después ya estábamos tocando y otra semana después grabábamos. 

Ian: Sí, a mí también me parece que es coherente, como que todos entendemos ya el concepto de No Gracias. No te lo tengo que explicar para que lo entiendas porque ya están las canciones y las letras. Todos agarraron eso, se identificaron y se lo hicieron personal porque, al final, sí es cierto que empezó siendo un proyecto como una ironía al emo, como un sarcasmo, así como un chiste, pero se volvió super personal. Obviamente también aprendí muchísimo sobre los escenarios, sobre cómo hacer conciertos, sobre todo lo que sea, pero este es el momento en el que yo estoy tomando el control creativo sobre lo que se hace. Entonces, ajá, yo estoy súper contento con eso. 

Pablo: Pasa y creo que todos hemos ganado indirectamente o inconscientemente de la experiencia en otras bandas. Yo siento que aquí no hay una pelea de egos, que es lo que normalmente siempre pasa en las bandas. No le voy a decir al Jim cómo tocar la batería porque sería de a verga. No le voy a decir a Ian cómo cantar o cómo escribir porque no sirve así. Entonces, siento que hay cosas que más bien son respeto y admiración tácitos entre todos nosotros. 

Bruno: Yo solo toco porque me gustan las canciones y porque los tres son mis amigos y les tengo mucho cariño.

Jim: Bruno es productor, nos asesora con su experticia.

Ian: Brunito es parte integral de No Gracias. 

A: Y al crear las canciones, ¿qué estaban escuchando?

Ian: Mi más grande referencia para hacer esta banda en su momento fue Joyce Manor, que es una de las bandas que me encantan y he escuchado desde que tengo puta…¡12 años! Pero nunca hice música así. Me dediqué a otra ola con mis anteriores proyectos. Toda esa música me daba vergüenza admitir que me gustaba cuando era joven, pero como Pablo ahora es mi amigo y él es un perdedor también, entonces podemos hablar de ello.

Pablo: Taking Back Sunday.

Jim: Yo soy el menos emo, pero el más metalero. Cuando me reclutaron escuchaba American Football o Paramore, yo cuando me dijeron esto y escuché los temas supe que era el momento de hacer lo que quería hacer, que eran las baterías más cabronas, que suene hijueputa y ya. 

Ian: Es súper divertido tocar. 

Jim: La música se presta para hacer cosas súper arrechas. 

En vivo se muere mejor, o eso creía hasta que descubrí tu playlist en Spotify

No Gracias

Ian con una Pilsener y Snoopy.

No Gracias

Alguien llamado Camilo que adoptó a Snoopy.

Una biela en una mano y en la otra Snoopy. Ian sonríe con la ebriedad de la noche y una que otra caricatura en forma de amor. El sitio es rojo al borde de unos globos pegados en el techo que gritan una soledad astuta y que sólo puede ser cubierta por un público que ha olvidado las ubicaciones, pero no de sus mochilas. Las míticas mochilas: guardan todo lo que una aventura por un día entero lleva encima. Este es el último round, donde las energías se combinan con la banda, una Pilsener o los besos en deuda con su cita del día. 

El concierto de No Gracias inicia con la presentación de uno de sus amigos, “se vienen los futuros Estamos Perdidos, ¡los ‘estoy bien, no gracias!’”, dice esta persona, que es la imagen que el emo ha olvidado, podría ser un abogado, un licenciado o simplemente un colado. Los No Gracias le conocen como ‘El Doctor’; siempre quiere presentarlos y siempre lo hace mal.

La energía es un choque de bombas sin polvorín. Punk y emo en la voz de Ian, que decidió romperse la garganta junto a Pablo. A su espalda un Bruno que toca su instrumentos a los ojos de Jim, quien toca la batería con ese gesto típico suyo de la boca abierta y los ojos desorbitados en las baquetas. A sus frentes -y sus espaldas- el público poguea en un espacio de un metro que da a dos gradas y las caídas son la ley del más vivo. Si te caes, te levantas. Si no, alguien lo va a hacer. Paula Jibaja es parte de la banda también. Corre y nada por cada integrante con una cámara, atrapando las caras y el deseo furtivo de su música con el plano más sucio que pueda lograr. 

Jim dice un día antes que “No Gracias es una banda en vivo” y Pablo me recuerda que en sus conciertos “hay un público de todo lado”. Las mentiras de sus palabras no encuentran razón. Esta noche es una celebración de la nostalgia, donde viejos rostros se unen a los nuevos y chillan de furia por estar vivos un sábado más. 

“La gente es súper parte del show, especialmente por Snoopy”, cuenta Fabre. Un peluche pequeño y que cabe en el abrazo de una mano. Fue encontrado portando una camiseta de Garfield y en la banda creen que esa fue la seña que les dio vida. Desde ese momento se convirtió en la mascota del grupo y se lanza en los conciertos a las manos de desconocidos. “Ojalá nunca se nos pierda”, piensan entre ellos. 

Las mascotas de No Gracias no sólo son personajes animados, sino elementos del ayer. Los eventos en Facebook, los memes de piolín o la sangre a blanco y negro se convirtieron en parejas junto a sus canciones. Las desmotivaciones Facebook, el grito naif de la libertad corporal y las pretensiones en el suelo ejemplifican la búsqueda -nada planeada- que su aventura está conociendo día a día. 

“No buscamos referencias pretenciosas. No usamos citas de un filósofo”, dicen, “es un meme que ves en el baño”. “No queremos llenar el Rumiñahui, sólo hacer un house show en el que haya un desfile”.

Entre ellos creen que todo dentro de lo que sucede puede ser muy estúpido, pero hay que impulsar eso porque es lo bacán. 

Muero los sábados porque en los domingos el día no me obliga a respirar; muero los domingos porque los lunes tengo que ir a trabajar 

No Gracias

Abrazo de GOL!!

No Gracias

No Gracias religión.

Cuando las luces paran la música y queda una pared en hebreo sobre dioses y judaísmo, los No Gracias se abrazan como en un gol del mundial. Enner Valencia habrá hecho lo mismo después de un logro. A diferencia de Enner, el grupo no apunta al cielo, sino a quienes los fueron a ver. 

Así mismo, como el lugar aprieta la energía del emo-punk, esta se va hacia el público. Las conversaciones se saludan con la cerveza. He pogueado con la última canción del concierto y en medio del salto solté un puño a quien me sonreía de lejos, que ahora está cerca y me abraza con amor. Este es el punk que une y hace comunidad. 

Cuatro manes dijeron que son panas

dijeron que les gustaba PXNDX

y se cansaron de las reglas

entonces hicieron lo que les dio la gana. 

El viernes me dijeron que cuando lancen música de nuevo, no van a avisar ni preguntar qué día hacerlo. Sólo subirán el archivo a donde crean y que ruede como ahora su imagen rueda por los cuerpos indetectables de Quito. 

Escucha a No Gracias en Spotify, pero, ¿sabes qué? Mejor anda a sus conciertos, qué haces leyendo lo que puedes gritar. 

 

 

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