Morrissey deleitó a un público que recibió más de lo que esperaba.
Por: Carlo Celi
A eso de las 19:30 caí al Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, había gente afuera escogiendo al mejor postor entre los ‘revendedores oficiales’ (sí, oficiales), que pululaban alrededor del recinto donde el gran Moz, -así le dicen de cariño- se presentaría una hora y media después.
También caí en la necesidad de la reventa, un señor me ofreció tres localidades Golden de 125 dólares por la suma de 200, una ganga (a 66 cada una para los que tienen discalculia). Y es que la crisis también me afecta y no estaba en mi presupuesto este show, además la producción del evento no permitió pases de prensa, según ellos porque “así lo pidió el artista” y tampoco fui uno de los beneficiados en conseguir una entrada de cortesía que, por cierto, alguien intentó ‘generosamente’ venderme.
Con mi boleto en mano y luego de comerme una Big Mac en la franquicia de comida rápida de en frente, entré al teatro. Fila H silla 45 marcaba el ticket que enseñé a los señores que revisaban con un aparatito si es que no era falso el boleto, por un segundo sufrí, siempre hay riesgos al comprar a los revendedores.
Una chica me acercó con su linterna hacia las butacas señaladas en el vacío sector izquierdo de la platea, lo mismo pasaba con el área derecha, solo el centro y VIP estaban casi llenos.
Espera
Faltaban como 20 minutos y James Dean me recibió en un telón gigante donde se proyectaban múltiples imágenes y extractos de películas y conciertos en vivo, por una fuente cercana supe que el show comenzaría a las 21:00 en punto.
Y así fue, el telón se subió y una imagen de Bruce Lee se reflejaba en la pantalla, mientras una voz como de soprano llenaba el recinto, enseguida Morrissey y sus cinco músicos se adelantaron al escenario y se hicieron un saludo reverencial al puro estilo japonés.
El público no se lo creía, ahí estaba su ‘dios’, uno de los responsables de ese sonido británico que luego se convertiría en múltiples estilos y tendencias musicales como el brit pop y hasta el actual indie, pero no vamos a hablar de géneros porque los puristas son peor que el mismo Moz cuando habla de veganismo.
The Smiths ‘abrieron’ la noche con ‘I’m so sorry’, la impoluta voz de Moz retumbaba en el teatro, aquel estilo vocal que parece sacado de algún monasterio o abadía medieval caló profundo en un público entregado al cantante originario de Mánchester.
Como la mayoría de artistas que llegan a un país donde el idioma no es su fuerte, Morrissey también se excusó: “Hola Quito. Mi español no es muy bueno pero estoy contento de estar aquí”.
En escena
Ni bien comenzó el espectáculo, unas imágenes de abuso policial a civiles asomaron en la pantalla mientras Moz hacía gala de sus conocidos ademanes con el cable del ‘micro’ y sus poses de divo deleitaban a un público que quería devorarse el show entre lágrimas, idolatría y expectación.
La estrella inglesa procedió a repartir saludos y dar la mano, haciendo que su ‘divinidad’ se vuelva humana y palpable. Tocarlo era la motivación de los que se ubicaron hacia el frente del teatro dejando las butacas a un lado; al inicio los guardias quisieron impedirlo pero al final fue inútil, el poder de las masas triunfó sobre la autoridad.
Entre canciones de The Smiths y material solista se desenvolvió el show, pero uno de aquellos momentos de clímax se dio en el clásico ‘How soon is now?’, del cual se escuchó por primera vez un gong detrás del baterista, momento cumbre al que se sumaron unos tambores épicos.
Y bueno, como a la mitad del concierto llegó el instante que muchos temían, Moz se dirigió a todos y exclamó: “Esta canción posiblemente divida a las personas aquí presentes”. ‘Meat is murder’ estuvo acompañada de unas crudísimas y desgarradoras imágenes de animales sacrificados para el consumo humano.
Varios -incluyéndome- tan solo agachamos la cabeza para evitar la proyección visual, no sin disfrutar del gran tema interpretado en ese momento, la canción fue una de las mejores de la noche donde la banda del británico sacó a relucir lo más sobresaliente de su desempeño instrumental, terminando en un una conjunción de fuertes sonidos y guitarras poderosas.
Moz, mientras tanto, yacía arrodillado, como pidiendo perdón a todas aquellas ‘víctimas’ de los antojos carnívoros humanos, al final una imagen con la frase “¿Cuál es tu excusa ahora? La carne es asesinato” quedó flotando sobre la pantalla. Por un momento dudé en volver a comerme una fritada, no me duró mucho, horas después volví a caer en la tentación de la carne vacuna.
Una más y no te veremos más
Después de 19 temazos, Morrissey realizó su primera y única parada de la noche, inmediatamente llegó el ‘encore’ y Moz apareció con otra camisa, una que se veía más barata que la que usó durante todo el show.
Ni bien comenzó la canción, un arriesgado fan logró subirse al escenario pero fue inmediatamente interceptado por uno de los ‘guaruras’ de Moz, sin embargo ‘su eminencia musical’ no pudo dejar de esparcir misericordia y se acercó al atribulado seguidor para extenderle su brazo y cumplirle el sueño de sentir al divo en carne y hueso. Enseguida el malencarado guardia lo devolvió hacia los infiernos de la muchedumbre desbocada.
Como salido de una propaganda gubernamental, el excéntrico cantante exclamó: “Now I know that all you need is Ecuador”, (ahora sé que todo lo que necesitas es Ecuador) ante el desconcierto y la euforia de algunos, inmediatamente una imagen de un montaje de la reina de Inglaterra mostrando el dedo medio al público se dejó ver y calmó las dudas de muchos de los que creyeron que por un momento se encontraban en una sabatina, de todos modos rieron ante la afrenta a la autoridad, el odio de Moz hacia la realeza es conocido, yo lo tomé como una burla también hacia nuestra ‘realeza’.
Y antes de huir, la leyenda viviente del rock británico se despojó de su barata camisa en una suerte de striptease improvisado y la lanzó hacia los asistentes, que en la euforia por hacerse con la prenda de vestir casi ni se dio cuenta que el venerado cantante había abandonado el escenario a grandes zancadas.
La banda despidió la noche con una poderosa furia interpretativa y también abandonó el escenario. Así concluyeron casi 100 minutos de excelencia musical en un lluvioso sábado capitalino.