Los píxeles no alcanzan. El zoom de los smartphones se estira, pero no sirve. Sucede lo mismo cuando se intenta retratar el esplendor de un nevado. Patti Smith luce imponente, incluso para quienes la vemos desde lo alto del Palau de la Música.
Ella camina al centro del escenario, sonríe y el aguacero cae desde las butacas. Después de hoy, recordarla será fácil, porque todo en ella es sencillo. Su vestimenta: camiseta blanca, chaqueta, pantalón y zapatos negros.
Sus palabras: paz
amor
naturaleza
libertad
poder
Su cuerpo: delgado y recio.
Su música: vital.
Patti Smith empieza por el final. Las primeras canciones que toca son de Banga, su disco 2012. Ese cd incluye This is the girl, el tema que le dedicó a Amy Winehouse, y Fuji- San, la canción que interpreta después de que una chica, desde la oscuridad, le grita Te amo. “Dale ese amor a la naturaleza, que lo necesita. A los árboles, a los peces que están en el mar, a los pájaros que vuelan por el cielo… Ama a tu madre”.
Te amoooooooooooooo. Íiiiiiiiiiiiiiidola. Guaaaaaaaaaapa, vociferan sus devotos. Ella recoge las rosas que llegan a sus pies.
Esta es una celebración de los detalles. De sus detalles. Aplaudimos hasta el ardor cuando levanta los puños o cuando despliega los brazos como un avión. Reímos con simpatía cada vez que habla en español. Gritamos excitados en medio de su rockeo desgarbado y vitoreamos, frenéticos, apenas nombra a Roberto Bolaño.
Hasta ahí, ella, que compone tan bien, mantiene la compostura. Los nevados, sin embargo, erupcionan.
Patti Smith toca canciones de sus primeros discos. Y, de paso, toca fibras. Primero, se quita la chaqueta, bebe agua y les habla al oído a sus músicos. Entonces, el fan que tenía la esperanza de escuchar Gloria, en vivo, agradece con cabeceos. El melómano que no esperaba oír Land, a los tiempos, repite la letra al pie de la letra. Mientras, la leyenda hace lo propio:
grita salta escupe
baja del escenario
deja manos abiertas en el aire
deja a un lado las ofrendas florales
aplaude entre los cuerpos que le orbitan
y, en medio del clímax, repite sin micrófono
“People have the power”.
La ídola, transpirada, restaura la fe, asciende al escenario y se va. Queremos dos horas más de su palabra. Creemos en ella, pero sobre todo creemos en nosotros. Sí, tenemos el poder, pero el último metro pasa a las 12 y mañana, martes, será un día normal.
Por: Oscar Molina | @oscar0925