Por: Raúl Arias, Carlo Celi y Darío Granja
El primer disco de Tripulación de Osos tiene un bonito quehacer sonoro detrás, suena agradable y disfrutable a priori, sin embargo colocar sonidos chéveres y arreglos con musicalidad uno detrás de otro, combinados con palabras no hacen una canción y difícilmente un disco. No uno importante al menos.
“Esta banda se iba a llamar Robormiga” es la frase que abre el primer tema que da nombre al álbum y marca el nivel de las letras a lo largo del mismo.
Robormiga da la sensación de empezar fuerte, el poder de la distorsión es aparentemente generoso con guitarras que emulan a ratos (casi siempre, vaya) el estilo de varias bandas conocidas. Se podría decir que los tres primeros temas; ‘Robormiga’, ‘En un espejo’ y ‘Fantasma’, son los hijos perdidos entre Foals, y alguno de los guitarristas de Arctic Monkeys. Mientras que sus voces recuerdan a esos ya viejos Strokes, lo que nos hace pensar que musicalmente, Tripulación de Osos tiene una cercanía demasiado grande y boquiabierta con los referentes cool de la escena “indie-pop” contemporánea mundial, y esto le incapacita de entrada a articular un sonido propio.
Habría que ver que tan complaciente e indulgente resulta su fanaticada, ya que la banda obviamente lo fue. Esta falta de identidad y constante tránsito entre sus influencias de manera poco propositiva nos parece más propio de una banda de covers, una muy eficiente y sólida, eso si.
Luego de la triple intro llega un poco la calma, ‘Corriente aparente’ se toma un momento para reflexionar sobre calles y existencialismos. Tiene un sonido que destaca de los otros temas y vocalmente busca su propio espacio. La voz de Mauro Samaniego trata de acoplarse a las distorsiones y escapar de la tranquilidad de ‘Da Pawn’, aunque sin dejar su estilo de vocalización ‘arrastrada’ tan indie, tan cool y tan impostada, en que se siente que, a pesar de tener una de las mejores voces masculinas de las bandas ecuatorianas contemporáneas, y de ser muy capaz de crear melodías coherentes e interesantes con ella, aún no se ve confortable ante un micrófono.
Ya casi en la mitad del disco asoma acertadamente ‘Cumpleaños’, que tiene la capacidad de transportarnos por varios momentos emocionales reales. Es una de las mejores del álbum; composición lenta y melodiosa con punteados esporádicamente distorsionados, lo que le da una interesante fuerza que no se apura y calma. Los cambios a séptimas le dan un aire nostálgico e irónico. Definitivamente es un sencillo para repetirse. “Abrazo al enemigo”, nos gusta esa frase.
No hay duda de que hay canciones con potencial, pero en conjunto el disco nos transmite vacío, falta de contenido real, como si no hubiera algo más allá que su apuesta estética, lo que le quita una relevancia que la supuesta “escena independiente” debería aprender a buscar o al menos entender y no huir de ella. Que hay un universo más allá de uno mismo, de los amigos y del viciado, autorreferente, suburbano y bucólico entorno, sería el mensaje posible. Así mismo hay canciones que un productor / editor serio no pondría ni en broma, como ‘Consumidor Final’, que no dice nada por ningún frente.
El ritmo general del disco decae, pierde el efecto novedad y empieza a entrar peligrosamente en el terreno de ruido de fondo, más o menos a la altura de ‘Chinas hacen una pirámide en una bicicleta’. Aunque no hay que negar que el título del tema es bueno. Sin embargo, hay partes que con un poco más de riesgo y menos complacencia y miedo al público, hubieran podido llegar a ser verdaderos clásicos. Faltó volumen y valor. Atención en este apartado a ‘Cavernícolas Dando a Luz.’
El outro del disco comienza con ‘Cavaletti’, al fin una lírica que cuenta algo. ‘El piloto comprometió la integridad física de la caja negra’ cierra decentemente el disco, y aunque no funcionan los fundidos instrumentales, el posterior coro armónico de voces ayuda mucho. Al final el tema encuentra algo de la originalidad diluida entre tanta influencia.
El disco tiene tres momentos; “energético” bailable al inicio, una mitad más tranquila y la tercera parte donde se desenganchan de la propuesta inicial, es como una microevolución en encontrar el sonido de la banda que no logra cuajar, pero que al menos tiene la virtud del intento.
Robormiga, sin problema pudo dividirse en tres “EP” razonablemente buenos. La voz es el hilo conductor del álbum y también, su “novedad” sonora que a estas alturas tiene mucho de lugar común. Las enganches: ‘Cumpleaños’, ‘Cavaletti’ y ‘En un espejo’.
En Robormiga hay un clima descomplicado, libre. Música para no ser tan serios. Sonidos que nos aporta velocidad y algo de furor. Efervescencia para llenar nuestros oídos y producir placer. Espuma que ocupa todo el espacio y que nos divierte, pero que con el paso del tiempo va perdiendo cuerpo y deja un extraño vacío, alejado de la esencia de un rock urgente y necesario en un momento-mundo Huxleyano, en que no faltan los placebos y alternativas de evasión, alejado también del concierto de antro y de todo lo que implica tomar posición ante la vida, un disco que tal vez representa una escena, no una comunidad.
De forma general el primer disco de Tripulación de Osos es un álbum de fácil escucha, con todo lo que ello significa. Música para olvidarnos del entorno, sumergirnos en 11 temas efectivos de rock dispuesto para entretener. Canciones con capacidad de agitar el cuerpo, pero que no pasa de eso. Por más alto que subas el volumen, por más ruido que genere…
Tripulación de Osos es:
Juan Andrés Bustamante (Guitarra & Voz,), Luis Alberto Cisneros (Bajo), Sebastián Jaramillo (Bateria), Mauro Samaniego (Guitarra & Voz)
Robormiga:
Producido por Tripulación de Osos
Ingeniero de Grabación: Marcelo Suárez
Asistente de grabación: José Gabriel Villamar
Mezclado por Miguel Ángel Espinoza de los Monteros
Masterizado por Xavier Muller en Graba Estudio
Fotografía por Xavier Muller
Diseño por José Vergelin
Quito, Ecuador
2015