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El rock no te paga con rock si eres mujer

El rock no te paga con rock si eres mujer

janisDías antes de darse a conocer el caso de Polina Cold y Efraaín Granizo (Van Fan Culo), reflexionando sobre el caso Aldana (El Otro Yo), se terminó de escribir esta columna de Vanessa Bonilla sobre cómo el machismo y la violencia de género existen incluso en espacios tan progresistas como el rock. Hoy, hablar de este tema resulta más que necesario #yanonoscallamosmas

Por: Vanessa Bonilla / @isadorabo

Soy bastante ecléctica con la música. Mi vida misma es como un soundtrack amplio, cada acto, cada recuerdo, cada amor, cada amigo, cada decepción, cada locura, todo tiene su canción. Esta semana un amigo me preguntó cuál es mi artista o banda favorita y no pude responderle. En cambio, empecé a contarle cómo la música ha atravesado mi vida: de niña mi casa se llenaba de Jefferson Airplane, Chico Buarque, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Fleetwood Mac, Led Zeppelin y más. Luego, en el intento por encontrar (me) coquetee con el rock, el punk, el hip hop, el hardcore, la música alternativa. La búsqueda vino acompañada de decenas de conciertos, programas de radio, y mi paso por la universidad.

Le di varias vueltas al asunto y le respondí «mi favorita de todas: La Janis, y «Summertime”», esa canción me ahoga en lágrimas de emoción desde siempre, aunque su traducción la supe en la pubertad. Entonces mi curioso amigo me recomendó ver el documental Janis: Little Girl Blue (2015), así que corrí a verlo y me perturbó tanto. Amy Berg se adentra en los recuerdos de Janis usando la voz de Cat Power, habla con su familia, sus amigos, sus bandas, recupera cartas que la cantante intercambiaba con sus padres, conversa con sus amores y desamores. Pero sobre todo, hay una frase que me desconcertó, y que al mismo tiempo explicaba cómo era ser mujer en el escenario musical de los años 60, además de formar parte del movimiento de paz y amor, enganchada a las drogas y en un permanente búsqueda de libertad: “¿Por qué los chicos de la banda se van a casa con esas chicas y yo me voy a casa sola?”, decía Janis.

Más tarde leía en el diario El País que, Charlie, Felicitas y Ariell acusaron de abuso sexual, corrupción de menores y transmisión de enfermedades a Cristian Aldana, de la banda argentina El Otro Yo, vi el desgarrador video de #yanonoscallamosmas y supe que la Cámara Nacional rechazó el pedido de excarcelación que había presentado la defensa de Aldana, quien está detenido desde el 23 de diciembre y que se ordenó su procesamiento con prisión preventiva y embargo de sus bienes. En ese momento recordé los conocidos casos y declaraciones misóginas de los argentinos Juanse, Pappo, Ciro Pertusi, Gustavo Cordera, Miguel Del Pópolo, entre otros.

Y en este caminó rememoré mi propia historia: ser mujer en el rock. A lo largo de este viaje hice amigos, ya que la mayoría de quienes componían el mundo del rock eran hombres, la relación con las mujeres era de 10 a 1. Creo que he ido a conciertos desde los 13 años, sola o acompaña, pagando entrada o retaqueando, ganándome entradas en la radio y más tarde como personal de prensa, realmente nunca me dio miedo estar sola o ser fan de alguna banda, pronto lograba hacer amigos que me quisieron y me cuidaron siempre. Pero también recordé que en el mosh había algún chico que te agarraba las nalgas (para mostrar quién manda ahí) o intentaba algún movimiento cuando ibas al baño. Digamos que casi siempre salí ilesa, aunque un par de veces fui acosada, me intentaron besar sin mi consentimiento; unos personajes del rock (promotores, locutores, músicos) aprovechaban la cercanía y te cercaban, afortunadamente puede manejarlo, pero al mismo tiempo, escuchando estos testimonios sobre Aldana, pienso que alguna no logró zafarse del asunto, que por ahí hay un violento y varias violentadas. Así que este texto también termina siendo un descargo de culpa.

Y sí, el espacio del rock a pesar de ser “liberador – alternativo – contracultural” también reproduce el machismo, el hombre cree que es dueño del cuerpo de la mujer y de sus decisiones, sólo porque es hombre. Cree que al ser un rockstar puede imponer reglas, y si no te gusta, se autocomplace pensando que hay una fila de niñas que están dispuestas a lo que tú te niegas. También hay un intento por construir a la niña débil que necesita un rockero salvador o la femme fatal que decide sobre su cuerpo, que tiene sexo cuándo quiere, con quién quiere y cómo quiere. Después de todo algo me queda muy claro: el sistema patriarcal se come todo, está por encima de todo, que nosotras podemos estar en permanente resistencia, pero las violencias físicas y emocionales permean a cuenta gotas o violentamente, esas resistencias.

Por años imaginé que estas violencias eran aisladas, que me pasaba a mí porque yo lo había provocado, tal vez había dado mucha confianza o enviaba señales confusas, culpándome de algo que descubrí es un fenómeno estructural y que se multiplica en muchos cuerpos femeninos juveniles. Janis en los 60’s construyó un “ser masculino” para poder encajar y destacar con fuerza en un espacio liderado por hombres. Charlie, Felicitas y Ariell se llenaron de fortaleza y lograron romper el círculo de violencia y silencio; y yo, me fortalezco cada día con mujeres como ellas, como mis amigas – hermanas que día a día resisten y rompen el silencio; y también por las mujeres y niñas que mueren víctimas de violencia de género, que son violentadas física, sexual, emocional, psicológica o económicamente, porque sus historias nos han permitido a muchas decir ¡BASTA, NO MÁS!

No quiero caer en la figura de la mujer víctima, incapaz de decidir sobre su cuerpo, o despojado de valentía; pero quiero dejar claro que hay una vulnerabilidad de género, que el hombre rockstar ostenta un lugar de enunciación que le permite dictaminar reglas y abusar del poder que permite este lugar privilegiado, así como también puede construir solidaridades, ser compañero, tener conciencia de género y ser consecuente desde su discurso hasta sus actos, conozco a muchos. Es solo cuestión de romper y ser realmente rebeldes, contraculturales y libres.

Empecé esta historia justificando mi pasión por la música desde mi niñez. Porque en mis 33 años siempre he tenido que demostrar y probar mi palabra, porque soy mujer y lo que digo está en tela de juicio, porque si hice radio, si tenía pases de cortesía para conciertos, si un profesor destacaba mi trabajo académico, si mis amigos eran tal o cual, siempre, siempre recaía sobre mí la duda de los favores sexuales o un interés sexual escondido por parte de quienes estaban a mí alrededor; o simplemente porque soy mujer y lo que digo, escribo o hablo debe ser verificado. Así transito aún mi vida por el rock y cotidianidad, pero ahora soy menos ingenua y más fuerte.

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La higiene es importante para Tonicamo

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Por: Carlo Celi / Foto: Tonicamo

Al principio no entendí su discurso de higiene, anos sucios, sexo y la misión del vocalista de que su bajista “no podía irse sin culear esa noche”. Fue algo repetitivo en una banda que en el lanzamiento de su álbum debut, ‘Mario López’ (el jueves 10 de diciembre), supo entregar canciones divertidas, bailables y algo inacabadas.

El potencial está ahí, ellos lo tienen. El ‘beat’ disco de la batería de Tonicamo da para mover inevitablemente la cabeza y el cuerpo, agrada y es fácil dejarse llevar, lamentablemente a la quinta canción todo suena muy parecido, no los culpo, ya me ha pasado con otras bandas en su género que tienen la buena intención de explotar el recurso disco pero del que se debe tener mucho cuidado para no sobresaturarlo.

Entre sus interpretaciones apareció de repente una que me llamó la atención, según ellos era un shoegaze, y sí sonaba a eso, buena canción, la que más me gustó aunque hubo ciertas desafinaciones superadas por la atmósfera agradable de una melodía melancólica y bien construida. Lamentablemente el desatinado comentario de uno de sus integrantes al tratar de hacer una de sus fáciles bromas rompió un poco el encanto del agradable tema. “Esta canción es un shoegaze aunque para algunos capaz sería un ‘shu gays’”.

Y aquí es cuando debo reflexionar en algo, la banda refiere a su estilo como un ‘pop gay’, no sé si alguno de sus integrantes sea homosexual, más bien parecían un grupo de heterosexuales con un discurso que intentaba hacerlos ver ‘cool’. Deberían pulirlo un poco porque a ratos se escuchaban como un guión de David Reinoso (el de ‘Vivos’) o una comedia básica de un chamo adolescente de primero de bachillerato.

Parecería que ahora una banda debe venir acompañada de una temática repetitiva, una frase gancho o un ‘loop’ semihumorístico… ¿qué onda con la higiene Tonicamo? Más música, menos referencias anales, esas déjenlas a las campañas del Ministerio de Salud.

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Música vegana para todo paladar

Morrissey en Quito

Morrissey deleitó a un público que recibió más de lo que esperaba.

Por: Carlo Celi

A eso de las 19:30 caí al Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, había gente afuera escogiendo al mejor postor entre los ‘revendedores oficiales’ (sí, oficiales), que pululaban alrededor del recinto donde el gran Moz, -así le dicen de cariño- se presentaría una hora y media después.

También caí en la necesidad de la reventa, un señor me ofreció tres localidades Golden de 125 dólares por la suma de 200, una ganga (a 66 cada una para los que tienen discalculia). Y es que la crisis también me afecta y no estaba en mi presupuesto este show, además la producción del evento no permitió pases de prensa, según ellos porque “así lo pidió el artista” y tampoco fui uno de los beneficiados en conseguir una entrada de cortesía que, por cierto, alguien intentó ‘generosamente’ venderme.

Con mi boleto en mano y luego de comerme una Big Mac en la franquicia de comida rápida de en frente, entré al teatro. Fila H silla 45 marcaba el ticket que enseñé a los señores que revisaban con un aparatito si es que no era falso el boleto, por un segundo sufrí, siempre hay riesgos al comprar a los revendedores.

Una chica me acercó con su linterna hacia las butacas señaladas en el vacío sector izquierdo de la platea, lo mismo pasaba con el área derecha, solo el centro y VIP estaban casi llenos.

Espera

Faltaban como 20 minutos y James Dean me recibió en un telón gigante donde se proyectaban múltiples imágenes y extractos de películas y conciertos en vivo, por una fuente cercana supe que el show comenzaría a las 21:00 en punto.

Y así fue, el telón se subió y una imagen de Bruce Lee se reflejaba en la pantalla, mientras una voz como de soprano llenaba el recinto, enseguida Morrissey y sus cinco músicos se adelantaron al escenario y se hicieron un saludo reverencial al puro estilo japonés.

El público no se lo creía, ahí estaba su ‘dios’, uno de los responsables de ese sonido británico que luego se convertiría en múltiples estilos y tendencias musicales como el brit pop y hasta el actual indie, pero no vamos a hablar de géneros porque los puristas son peor que el mismo Moz cuando habla de veganismo.

The Smiths ‘abrieron’ la noche con ‘I’m so sorry’, la impoluta voz de Moz retumbaba en el teatro, aquel estilo vocal que parece sacado de algún monasterio o abadía medieval caló profundo en un público entregado al cantante originario de Mánchester.

Como la mayoría de artistas que llegan a un país donde el idioma no es su fuerte, Morrissey también se excusó: “Hola Quito. Mi español no es muy bueno pero estoy contento de estar aquí”.

En escena

Ni bien comenzó el espectáculo, unas imágenes de abuso policial a civiles asomaron en la pantalla mientras Moz hacía gala de sus conocidos ademanes con el cable del ‘micro’ y sus poses de divo deleitaban a un público que quería devorarse el show entre lágrimas, idolatría y expectación.

La estrella inglesa procedió a repartir saludos y dar la mano, haciendo que su ‘divinidad’ se vuelva humana y palpable. Tocarlo era la motivación de los que se ubicaron hacia el frente del teatro dejando las butacas a un lado; al inicio los guardias quisieron impedirlo pero al final fue inútil, el poder de las masas triunfó sobre la autoridad.

Entre canciones de The Smiths y material solista se desenvolvió el show, pero uno de aquellos momentos de clímax se dio en el clásico ‘How soon is now?’, del cual se escuchó por primera vez un gong detrás del baterista, momento cumbre al que se sumaron unos tambores épicos.

Y bueno, como a la mitad del concierto llegó el instante que muchos temían, Moz se dirigió a todos y exclamó: “Esta canción posiblemente divida a las personas aquí presentes”. ‘Meat is murder’ estuvo acompañada de unas crudísimas y desgarradoras imágenes de animales sacrificados para el consumo humano.

Varios -incluyéndome- tan solo agachamos la cabeza para evitar la proyección visual, no sin disfrutar del gran tema interpretado en ese momento, la canción fue una de las mejores de la noche donde la banda del británico sacó a relucir lo más sobresaliente de su desempeño instrumental, terminando en un una conjunción de fuertes sonidos y guitarras poderosas.

Moz, mientras tanto, yacía arrodillado, como pidiendo perdón a todas aquellas ‘víctimas’ de los antojos carnívoros humanos, al final una imagen con la frase “¿Cuál es tu excusa ahora? La carne es asesinato” quedó flotando sobre la pantalla. Por un momento dudé en volver a comerme una fritada, no me duró mucho, horas después volví a caer en la tentación de la carne vacuna.

Una más y no te veremos más

Después de 19 temazos, Morrissey realizó su primera y única parada de la noche, inmediatamente llegó el ‘encore’ y Moz apareció con otra camisa, una que se veía más barata que la que usó durante todo el show.

Ni bien comenzó la canción, un arriesgado fan logró subirse al escenario pero fue inmediatamente interceptado por uno de los ‘guaruras’ de Moz, sin embargo ‘su eminencia musical’ no pudo dejar de esparcir misericordia y se acercó al atribulado seguidor para extenderle su brazo y cumplirle el sueño de sentir al divo en carne y hueso. Enseguida el malencarado guardia lo devolvió hacia los infiernos de la muchedumbre desbocada.

Como salido de una propaganda gubernamental, el excéntrico cantante exclamó: “Now I know that all you need is Ecuador”, (ahora sé que todo lo que necesitas es Ecuador) ante el desconcierto y la euforia de algunos, inmediatamente una imagen de un montaje de la reina de Inglaterra mostrando el dedo medio al público se dejó ver y calmó las dudas de muchos de los que creyeron que por un momento se encontraban en una sabatina, de todos modos rieron ante la afrenta a la autoridad, el odio de Moz hacia la realeza es conocido, yo lo tomé como una burla también hacia nuestra ‘realeza’.

Y antes de huir, la leyenda viviente del rock británico se despojó de su barata camisa en una suerte de striptease improvisado y la lanzó hacia los asistentes, que en la euforia por hacerse con la prenda de vestir casi ni se dio cuenta que el venerado cantante había abandonado el escenario a grandes zancadas.

La banda despidió la noche con una poderosa furia interpretativa y también abandonó el escenario. Así concluyeron casi 100 minutos de excelencia musical en un lluvioso sábado capitalino.

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ZONIANDO (Masada Marathon en Bogotá)

ZONIANDO (Masada Marathon en Bogotá)

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Por: Luisa Seif

Dos fueron las cosas que me sucedieron en cuanto entré al Teatro Colsubsidio de la ciudad de Bogotá lista para ver y escuchar la Marathon Masada para la que me venía preparando desde el 2014, cuando supe que sucedería. Lo primero que pasó fue la sensación de que estaba a punto de presenciar algo gigante, una emoción automática y lo segundo fue fijarme en la pulcritud del escenario, parecía de primerazo que había sido armado de manera muy meticulosa. Lo que presenciaría después solo confirmó que estaba en lo cierto.

He admirado a John Zorn profundamente desde que me lo presentó un amigo músico allá por el 2004 y casi simultáneamente pude verlo con él en el emblemático Tonic de Nueva York en su formato de Masada Cuarteto. Desde entonces, he seguido sus composiciones que llegan escasamente al Youtube y que no son precisamente fáciles de conseguir por otro medio.

Gracias a mi trabajo como productora tuve la oportunidad de conocer a este grande en 2012 cuando lo disfrutamos en el mismo formato que había visto ocho años atrás. Para mí, uno de los mejores conciertos que he tenido la oportunidad de producir.

Como era de esperarse, mis expectativas de la Marathon Masada eran las más altas pero definitivamente no estaba preparada para lo que se vino; momentos de emoción y euforia absoluta, de una perfección casi matemática. La manera en la que Zorn armó el repertorio no fue al azar y eso era evidente, los espectadores pasamos de un estado a otro con los distintos formatos y géneros, emocionándonos de diferentes maneras con la delicia de un trío de cuerdas o las voces a capella de Mycala para terminar con un Electric Masada a dos baterías. Una locura.

Cada formato que Zorn no dirigía tenía su propio director «encargado», alguien que yo imaginaba era el niñito de oro de este personaje, puesto ahí por puro mérito y confianza mientras Zorn esperaba en una de las patas del escenario, vigilante, atento, concentrado. Y poco a poco, quienes estábamos encantados con lo que estaba pasando, nos íbamos dando cuenta de cuánto sentido tenía todo: el orden, cada uno de sus formatos, el enfoque de todos los músicos que a veces se adelantaban al deseo del director, causándole una risa de satisfacción.

No creo que exista nadie que componga de la manera que John Zorn lo hace, no se lo puede encasillar en ningún género, su música te puede llevar a ver imágenes de una película inexistente o transportarte a una pista imaginaria de baile en la que todos saltan y se mueven en círculos, extasiados por los gritos potentes de un cantante de rock progresivo.

Mis sentidos jamás habían percibido algo tan profundo y es ahí cuando todo cobra sentido, vale la pena, cuando la vida y la música te transportan a lugares que desconocías de ti porque te mueven fibras que se asemejan a las cuerdas del cello de Erik Friedlander, del violín de Mark Feldman, a las notas absurdas de la pianista Sylvie Courvoisier, a la tremenda conexión entre el baterista Joey Baron y el percusionista Cyro Baptista o a la voz angelical de Sara Serpa y al canto trabajado de Sofia Rei.

Treinta enormes músicos en escena, unos naturalmente virtuosos y otros que han trabajado probablemente cientos de horas para llegar a la perfección. Imposible no salir con una enorme sonrisa, imposible no tararear la música del concierto días después de éste, sacarse las sensaciones provocadas toma tiempo y es mejor así, se siente bien porque encaja perfectamente con la cotidianidad.

Que dure unos días más, que no se vaya aún, quiero seguir sintiendo las cuatro horas que duró. No quiero moverme de ese estado de soundtrack de película. No hace falta cerrar los ojos para sentir porque quieres ver a los músicos, necesitas sentirlos reales, talvez si cierras los ojos desaparezcan y no quieres que desaparezcan. Vivirlo como una alucinación, como un sueño. Es mejor así…

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Quitofest 2015: Fuerza para aguantar

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Texto: @darioxgranja / Fotos: Francisco Baquerizo

Los comentarios no se hicieron esperar. El 26 de junio, segundos después de publicar una fotografía de un mosh pit acompañado de las palabras “¡Se viene!” –en alusión a la confirmación de la edición 2015 del Quitofest– el público no tardó en reaccionar en el Facebook del festival. Unos sugerían bandas, pedían que se haga en Cuenca, reclamaban a la organización menos argolla y mejores invitados internacionales. Otros criticaban a “Cabeza de canguil”, alcalde de la capital o añoraban ediciones anteriores. Los insultos no faltaron, la alegría tampoco.

El festival que desde el 2003 se ha realizado de manera ininterrumpida en Ecuador genera estas escenas de euforia y conflicto. En cada edición ha sucedido algo similar. Es un festival que despierta pasiones. En una escena musical tan frágil y en desarrollo como la nacional, el Quitofest llena un vacío enorme. En un punto debe cargar con las esperanzas, los deseos; así como las frustraciones y enojos de un movimiento lleno de propuestas, pero carente de espacios de visibilización.

A pesar del enorme rol que tiene el festival dentro de la música independiente capitalina y nacional, su financiamiento no está garantizado. Varios años de cambios políticos e inestabilidad de las instituciones públicas que patrocinan al festival han ocasionado que se interrumpa el normal crecimiento de un evento de carácter masivo y gratuito. En la edición de este año, sin embargo, se sintió una mayor estabilidad, en parte por el apoyo de la alcaldía y la inclusión del festival dentro de las actividades de Verano de Artes Quito (VAQ). En comparación con anteriores años, la edición 2015 fue una versión reducida en términos de días y cantidad de bandas.

sexores

El Quitofest 2015 a nivel de organización no registró mayores inconvenientes, las bandas tocaron sin retraso y el evento se realizó con normalidad. El encargado de abrir el festival fue Van Fan Culo, proyecto electrónico de Efraaín Granizo, que se destacó por una amplia ambición escénica que incluyó visuales, invitadas, coreografía y performance. Su música, cada vez más vinculada a la electrónica de baile, sonó saturada, un tanto sucia, parte quizás de su propuesta musical discordante y volátil. Seguido fueron Sexores, una de las bandas de shoegaze más aplaudidas de Iberoamérica. La distancia y timidez –propia del género que practican- no opacó una presentación contundente y sobria, en la que el ruido y la belleza podían perturbar o tranquilizar por igual al espectador. Con un público cada vez más numeroso llegó Mamá soy Demente a presentar su música altamente influenciada por el grunge y el rock alternativo. Con la inclusión de Toño Cepeda (Biorn Borg) en el bajo, los guayaquileños sonaron tan potentes como pudieron. El público lo agradeció.

mundos

Ya llegada la tarde, fue el turno de Mundos, el proyecto acústico y gráfico liderado por Roger Icaza y Denisse Santos. La química que existe entre los músicos sobre el escenario, así como los años recorridos sobre la ruta, fueron fundamentales para que la banda brinde un concierto notable, con una enorme seguridad sobre las tablas. Sin duda uno de los mejores momentos de la presente edición. A continuación llegó una banda que está generando un fenómeno importante a seguir y documentar en el país: La Máquina Camaleón. En su relativamente corta carrera ya han despertando una cantidad admirable de seguidores como detractores. Su juventud y actitud desenfadada puede ser objeto fácil para críticas. Su música puede ser catalogada de plana o ligera, pero más allá de todo ese ruido que se genera alrededor de esta agrupación, sus directos son espacios de improvisación y entrega al público. Un gran momento de comunión entre la música y el espectador.

lospericos

Llegada las 16:00 la icónica banda argentina de reggae, Los Pericos, subieron al escenario en el que quizás fue el punto de mayor convocatoria del festival. Tanto así, que los accesos para ingresar al parque Itchimbia se vieron congestionados y provocaron largas filas de espera. La banda liderada actualmente por Juanchi Baleirón fue sin duda la que mejor sonó de todo el cartel. Sus temas, parte ya del cancionero popular latinoamericano, fueron acogidos por un público tanto metalero como alternativo. El reggae logró la conexión necesaria para dar el punto de quiebre y pasar a sonidos más pesados.

Con un escenario despejado de amplificadores y batería, el digital hardcore de Atari Teenage Riot poco a poco se fue apoderando del espacio. Alec Empire, miembro fundador de la banda fue el encargado de preparar el ambiente para que inicie un show en el que los gritos, la arenga política y los cuerpos en estado de convulsión, de Nic Endo y Rowdy SS, harían vibrar el Itchimbía. La energía que proyectó esta banda fue recibida entre el delirio de un pequeño porcentaje de personas que conocían a la banda y la incertidumbre de una gran mayoría que los escuchaban por primera vez.

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Con la noche llegó el momento del metal. Con madurez y nuevo disco bajo el brazo, Colapso realizó su tercera y más destacada presentación en el Quitofest. Entre temas nuevos, mucho más experimentales y aquellas canciones clásicas pertenecientes a sus dos primeras producciones, se desarrolló un concierto potente. El tiempo fue corto, pero suficiente como para demostrar que estábamos ante una de las mejores bandas de metal de nuestro país. Seguido fue turno para el power trío quiteño Muscaria. Luiggy Cordovéz y compañía tuvieron la oportunidad de recorrer parte de su extenso repertorio que incluyó clásicos como ‘Discriminación’ o ‘Afecto Alterado’, así como temas de su nueva producción titulada ‘Tras las líneas enemigas’. El público los apoyó. Muscaria, a pesar de sus altibajos y cambios de alineación, siempre será parte fundamental de nuestra historia.

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Después de unos minutos de espera, una bandera gigante con las siglas A.N.I.M.A.L y tres calaveras, anunciaba el reencuentro, luego de más de una década, entre una agrupación y sus seguidores. La banda argentina que marcó un capítulo importante dentro del metal latinoamericano presentó un concierto demoledor, cargado de nostalgia y desenfreno. En un momento se reprodujeron diversos pogos en todo el Itchimbía. El polvo que levantó el público inundaba el aire. Los ojos rojos, la garganta seca y un cuerpo abatido fue el feliz resultado de compartir el regreso del poder latino.

El festival amado y odiado de la capital concluyó una edición más. Mientras el público regresaba a sus casas los comentarios y análisis no se hicieron esperar. Unos añoraban el pasado, otros pensaron en el futuro. De acuerdo a la organización nadie puede dar certezas sobre las próximas ediciones, cada año representa una lucha para levantar fondos. El optimismo no falta, como tampoco las carencias y necesidades de la música independiente ecuatoriana. Mientras escribo esto, veo nuevamente cómo se llenan las redes sociales de comentarios de agradecimiento y desprecio. Sí, definitivamente el Quitofest es más que un simple festival.

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